Aunque “Las abejas” buscaron ser parte del encuentro que el papa Francisco tendrá con indígenas en Chiapas el próximo lunes 15 de febrero, la única presencia del grupo será a través del coro de Acteal que cantará en la misa que el pontífice ofrecerá en San Cristóbal de las Casas.
Cuando Micaela Vázquez Pérez fue asesinada tenía 9 años. Era delgada, morena, con cabello largo y ojos grandes. Su fotografía está colgada en una pared de adobe junto a la de su tía, María Capote Pérez, y a la de 43 personas más. En el suelo hay cruces de colores con sus nombres y veladoras consumadas. Es el mausoleo de los mártires de Acteal: los 45 indígenas tsotsiles asesinados por un grupo paramilitar en el municipio de Chenhaló, Chiapas, en 1997.
En los últimos 18 años, las familias sobrevivientes integrantes de la organización civil “Las abejas”
han buscado justicia en todos los niveles de gobierno sin encontrar
respuesta; por eso acudieron hasta la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) desde 2005, acusando al Estado mexicano por los
crímenes de lesa humanidad cometidos durante la administración del
expresidente Ernesto Zedillo.
La fe
en Dios los mantiene con la esperanza de que los responsables serán
castigados, por eso no pueden perdonar, aún cuando el perdón sea un
fundamento católico. Por eso no aceptaron una “solución amistosa”
ofrecida por el gobierno mexicano durante la audiencia ante la CIDH en
octubre de 2015.
“La
iglesia habla de perdón. Hay formas donde sí se puede perdonar. No en
todas las cosas puede haber perdón; como es un crimen lo que se hizo, se
debe aplicar la justicia”, dice Sebastián Pérez, presidente de la mesa
directiva, máxima autoridad del grupo indígena elegido en asamblea.
Aunque
“Las abejas” buscaron ser parte del encuentro que el papa Francisco
tendrá con indígenas en Chiapas el próximo lunes 15 de febrero, la única presencia del grupo será a través del coro de Acteal que cantará en la misa que el pontífice ofrecerá en San Cristóbal de las Casas.
Elena
Pérez, una indígena de 38 años que perdió a sus padres y hermanos en la
masacre, saldrá de Acteal durante la madrugada del lunes con la
intención de ver al papa a los lejos, aunque sea por unos segundos.
Sonríe mientras cocina voctich –un guisado tradicional hecho con
frijoles y masa– en una olla puesta sobre leña. La visita de Francisco
“me alegra el corazón”, dice.
Sebastián
Pérez dice que la presencia del papa servirá para traer paz a Chiapas y
al resto del país, aunque advierte: “si no hay justicia no puede
establecer la paz”.
Apenas en octubre
del año pasado, la CIDH recibió en audiencia a Las abejas y a los
abogados del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas A.
C. quienes interpusieron la denuncia contra el Estado mexicano. Ahí
expusieron el estudio elaborado por el experto Carlos Beristain, que
comprueba el impacto psicosocial y colectivo sufrido por la comunidad de Acteal tras la masacre y la impunidad en los años siguientes.
La
masacre respondió “a la política sistemática del Estado mexicano
diseñada con el objetivo de eliminar y aniquilar al Ejercito Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) –levantado en 1994– y sus bases de apoyo”,
expusieron ante los comisionados. Aunque Las abejas son una
organización pacifista que coincide con la ideología zapatista, no apoya
el uso de armas, por eso son simpatizantes, pero no adherentes del
movimiento.
Durante las audiencias,
el Estado mexicano reconoció fallas en el proceso de investigación, pero
rechazó que la masacre fuese perpetrada por grupos paramilitares
financiados por el gobierno federal.
El
grupo indígena continuará con la lucha legal y si es necesario acudirá a
la Corte Interamericana (CI) para hacer cumplir sus cuatro exigencias:
tomar las medidas necesarias para esclarecer los hechos cometidos en la
masacre de Acteal. Investigar, identificar y sancionar a todos los
responsables materiales e intelectuales. Reparar integralmente el daño
causado a todas las víctimas del caso y garantizar que estas graves
violaciones a derechos humanos nunca vuelvan a repetirse en Chiapas ni
en cualquier otro lugar del país.
Mientras
llega la justicia legal, cada día 22 de todos los meses nombran a las
18 mujeres (cuatro de ellas embarazadas), 7 hombres, 16 adolescentes y
cuatro niños asesinados durante la emboscada de diciembre de 1997. Oran
por ellos contra el olvido.
Los indígenas que rechazan las dádivas del gobierno
En
1997, Las Abejas agrupaban a más de 5 mil personas, pero ahora sólo
suman 2 mil, dice Sebastián Pérez. En estos 18 años algunos han caído en
la estrategia de división lanzada por el gobierno. “Siempre buscan la
manera de cómo convencernos, pero siempre hemos dicho que nosotros nunca
vamos a traicionar la sangre de los mártires, ni tampoco queremos una
migaja del gobierno, lo que queremos es la justicia. Pero el gobierno
siempre busca la manera y mete la división”.
“Algunos
reciben los proyectos de gobierno y se van de aquí”, dice María
Sánchez, una de las mujeres que borda blusas para vender en la tienda de
la comunidad; pero los que se quedan se niegan a aceptar cualquier tipo
de programa de transferencia como Oportunidades, Procampo o la Cruzada
Nacional contra el Hambre.
“No
queremos recibir ningún apoyo del gobierno porque sabemos lo que hace el
gobierno. Sabemos cuál es su plan de gobierno, sabemos que quiere
comprar a la gente”, explica Elena Vázquez.
Aunque
el dinero y la comida es insuficiente, no están dispuestos a recibir
ninguna “migaja” del mismo gobierno que entrenó a paramilitares para
matar a sus familias. No pueden aceptar a un gobierno que no entiende su visión de justicia ni de paz.
El
año pasado, por ejemplo, días antes de la audiencia ante la CIDH, el
gobernador de la entidad, Manuel Velasco, fue a Acteal y entregó
borregos. “Para qué dan borregos si aquí no saben cuidarlos.
Aquí
se siembra maíz y frijol. Somos campesinos”, explica Sebastián. También
repartieron una televisión plana, pero “eso se ve un poco raro porque
no hay comida y hay televisión”, dice.
Por eso, la asociación civil Las Abejas buscan sus propias maneras de mantenerse. Desde 1999 formaron una cooperativa Maya Vinic
(hombre maya) para comercializar café. En cuatro años hicieron crecer
tanto el negocio que comenzaron a exportar a Suiza, Japón y Estados
Unidos.
Pueden producir hasta 196 toneladas al año de café gracias a los 800 productores adheridos a la cooperativa y por lo que consiguen 29 mil pesos por hectárea aproximadamente.
En
la cooperativa trabajan 11 personas directamente y son elegidos en
asamblea para permanecer en los cargos durante tres años. Gracias a las
ganancias pudieron abrir también una cafetería en San Cristóbal de las
Casas donde venden el producto al menudeo.
En
estos 18 años, Las abejas han sobrellevado la tragedia y el centro
comunitario es un recordatorio de la tragedia y la impunidad. En el
sitio donde ocurrió la matanza, colocaron un Cristo de más de tres
metros y 45 cruces alrededor. Frente a la iglesia, uno de los murales
resume su visión: “Renacimos como gigantes, ahora somos fragmentos de
luz que impiden que la noche sea oscuridad”.
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