La misericordia sola
servirá para reconfortar a la gente, para comunicar sentimientos, pero
no para cambiar la sociedad injusta".
(Foto: Cuartoscuro).
Escribo esta carta abierta a Francisco, pontífice máximo de la Iglesia Católica, para exponerle que ningún pueblo en verdad perdona
a sus opresores. Pedir perdón como usted recomienda es quizá un refugio
del ofensor pero, cuando hubo dolo, jamás podrá reparar el daño y ni
siquiera reconfortar al ofendido aunque ése lo conceda por necesidad,
conveniencia o sencilla piedad. Los integrantes de los pueblos
originales de América han sido víctimas de crímenes y vejaciones durante
siglos. No sólo sus valores fueron considerados inferiores, como usted
ha dicho en Chiapas, sino ante todo ellos han sido tratados como
inferiores.
La idea que usted expone de que los integrantes de los pueblos indios
han sido excluidos es vieja pero falsea la realidad. En verdad los
indígenas fueron incorporados desde un principio, su fuerza de trabajo
fue usada para cultivar la tierra y producir los alimentos de todos los
habitantes, para explotar las canteras, para escavar las minas y extraer
los metales, para construir los palacios y las catedrales, entre otras
muchas grandes obras. Han creado también ciudades o partes de ellas.
Siempre han estado incluidos en el sistema socio-económico, son uno de
los segmentos de éste. La cuestión ha sido que su lugar es el de los expoliados, explotados, vilipendiados por los opresores de antes y de hoy. De donde sí se les excluyó fue del poder político, desde la Colonia hasta nuestros días.
A la luz de esta parte de la realidad, la misericordia es digna de
ser reivindicada dentro del catolicismo como usted lo ha venido
haciendo, pero carecerá de suficiente fuerza renovadora en tanto no vaya
acompañada de la solidaridad. Usted mismo lo ha dicho en Chiapas donde,
parafraseando quizá al Popol Vuh o al Éxodo, habló de una tierra donde
“la injusticia sea vencida por la solidaridad”. Sí, la misericordia
puede reconfortar a muchos y mejorar la actitud del clero pero la
solidaridad es indispensable como medio de acción en pos de una obra
social. Usted mismo ha rendido homenaje a nuestro querido Samuel Ruiz,
quien fue sometido a comparecencias en el Vaticano debido a su
solidaridad con los pueblos indios de Chiapas y con otros muchos que
luchaban por sus reivindicaciones sociales y su libertad. Usted convocó
en Morelia a los sacerdotes a salir a la calle a predicar, lo cual no
hacen por lo general, pero también creo que usted mismo puede darse
cuenta que la prédica tradicional es ya inoperante y que se requieren
los instrumentos de la acción solidaria con quienes luchan por cambiar la vida.
La crítica que usted hace del clero católico quizá sea adecuada tal
como la expresa. Además, su rechazo a la corrupción y la violencia es
del todo bienvenida por la inmensa mayoría. Pero sin compromiso
solidario todo eso quedará en buenos deseos y grandes discursos. Si el
alto clero católico fuera capaz de jugar un papel nuevo ése sería el de
la acción solidaria con quienes luchan por cambiar el mundo de
injusticia en el que vivimos. Así lo hacen, como vemos, no pocos
sacerdotes e incluso algunos obispos. Pero sería necio negar que otros,
los de mayor jerarquía, asumen actitudes de simpatía con el sistema
injusto y opresor donde por cierto se origina esa brutal enfermedad mexicana
que es la corrupción, la cual pocas veces es levemente criticada por
esas jerarquías eclesiales que hablan sin autorización alguna en nombre
de todos los católicos.
Entiendo que su lucha es desigual pero si usted mismo se detiene ante
la incomprensión de los suyos, ¿qué podemos esperar de muchos otros que
no tienen la fuerza moral de un Papa? La obra civilizatoria de nuestros
días no sólo es acabar con las guerras y defender el planeta sino es
también superar el estado de opresión en el que se encuentra la inmensa
mayoría de la humanidad. Para ello es preciso luchar con los
instrumentos de la solidaridad. Una iglesia solidaria ha sido aspiración
de aquellos que desde el sacerdocio nos han mostrado caminos de acción
para superar la injusticia y las desigualdades. ¿Es imposible una
ruptura con todo aquello que impide la acción de una iglesia que busque
un futuro mejor? Se dice que el clero no es un partido aunque con
frecuencia asume posiciones políticas. Pero no es una militancia lo que
se espera de los sacerdotes sino la solidaridad con quienes pugnan por
la fractura de las estructuras sociales imperantes y el consecuente
progreso colectivo. La misericordia sola servirá para reconfortar a la
gente, para comunicar sentimientos, pero no para cambiar la sociedad injusta.
En discrepancia con usted creo que no es la pobreza una cantera de la
violencia criminal sino el resentimiento provocado por la injusticia y
la falta de perspectivas ciertas de vida. Sus causas directas son el
carácter inservible del sistema para superar el atraso social y la
desigualdad, y el Estado corrupto que nos agobia, pero también la cobardía para regular lo que hoy está prohibido
y, por tanto, ha sido convertido desde el poder en un inmenso negocio
de bandas proscritas de narcotraficantes que se reproducen
incesantemente ante la inoperancia de los gobiernos en el mundo entero.
Creo que usted dejó pasar la oportunidad de tener un diálogo directo
con los padres de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa. Digo que era
una oportunidad porque, aunque se molestara el gobierno mexicano, le
hubiera permitido a usted subrayar algo emblemático con pocos
precedentes recientes. La tragedia de Iguala fue producto de una acción
criminal conjunta de policía y delincuentes organizados, es decir, un
producto directo del Estado corrupto. La misericordia pudo haberse aquí
combinado con la solidaridad: fue una oportunidad perdida… de momento, tal vez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario