En la recta final de la visita del jefe de Estado del Vaticano a México, pero que se insiste en presentar como la de un peregrino, persisten como impronunciables cuando menos dos palabras: Ayotzinapa y pederastia. Por supuesto que usted puede agregar otras, como aborto, homosexuales…
Seguramente las dos primeras tienen un alcance mayor, sobre todo en un país donde por lo menos desde los años 50 del siglo XX se practica la paidofilia a cargo de sacerdotes hasta el punto de que el mayor depredador sexual portó sotana y contó con la protección del santificado Juan Pablo II y también de la jerarquía católica mexicana, merced a los cuantiosos recursos económicos que les consiguió entre los potentados de México, España y otros países donde le rendían pleitesía.
Los padres de los 43 –en rigor son 42 desparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, pues uno ya fue identificado pero la eficacia política de la propaganda del movimiento aconseja no modificar la cifra–, no pareciera que serán recibidos ni en privado por Francisco y todo indica que deberán resignarse a ocupar los tres lugares que tienen asignados en la primera fila de la misa de Ciudad Juárez.
Federico Lombardi, vocero del Vaticano, ya no siente lo duro sino lo tupido de la respetuosa petición convertida en reclamo por los aguerridos padres de familia, y criticó ante los colegas que “se intente presionar al Papa” para recibirlos en privado. Parece molestarle que “desde la llegada del pontífice al país los medios de comunicación han preguntado insistentemente sobre este tema”.
Preguntan y preguntarán los periodistas, pues tal es su trabajo, no son monaguillos, como dan prueba al aire Joaquín López-Dóriga, Valentina Alazraki y cada uno de los conductores de Televisa y Tv Azteca que laboran para hacer de la visita papal espectáculo mediático.
En compensación, el representante de Jesucristo en la Tierra recibió a la veintena de magnates dueños del duopolio de la televisión, de acuerdo con Rayuela (La Jornada, 16-II-16): “Sí tuvo Francisco tiempo para recibir a las cúpulas de Televisa y de Tv Azteca, pero no tiene un segundo para confortar a los padres de los 43”. En contraste, un día antes la directiva jornalera apuntaba: “Tres finales de etapa le quedan a Francisco. Tres oportunidades para hablar de la pederastia y de Ayotzinapa”.
Para Lombardi, jesuita como su jefe institucional, “es un poco extraño que (se) presione al Papa sobre lo que tiene que hacer” porque él “no hace diferencia entre las víctimas” de la violencia, estatal o del crimen organizado.
A tono con las homilías y discursos del obispo de Roma en México –donde según la interpretación de Bernardo Barranco V., “El tono social de la visita ha subido. Quedan muchos reproches de una sociedad agraviada. ¿Le dará a Francisco responder dichas expectativas?”– para el líder espiritual y el estadista nada tienen de extraño, supongo, las presiones y las exigencias de su feligresía, de los poderes terrenales fácticos e institucionales.
Con los segundos negoció Francisco por medio de sus representantes, un homenaje de bajo perfil a don Samuel Ruiz García (Tatic) y todo indica que el tema de Los 43 no tuvo otra solución, aunque la leyenda sostiene que cuando visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay, y después Cuba y Estados Unidos, declinó a México porque exigió una misa en Iguala. ¡Hágame usted el favor! Vivir entre leyendas permite confundir la compleja realidad con los deseos.
Twitter: @IbarraAguirreEd
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