FRAGUA
Este año ha iniciado
para nosotros con una pequeña batalla, si la comparamos con lo que
significa transformar el sistema capitalista, pero que es grande,
gigante, por la dignidad que la sostiene y por las lecciones y el
aprendizaje que nos deja.
La lucha de las trabajadoras y
trabajadores de intendencia del Instituto de Educación Media Superior
del Distrito Federal (IEMS) por ser reinstaladas en sus puestos de
trabajo nos ha enseñado y confirmado que somos los proletarios
quienes, si adquirimos conciencia de nuestros intereses de clase,
podemos unirnos para enfrentar los abusos cotidianos de la burguesía y
sus títeres que se disfrazan de funcionarios de gobierno.
En este caso la batalla, y debemos decirlo, parte de una demanda
inmediata: reinstalación. Lo que las trabajadoras piden es volver a
trabajar y volver a percibir los 1,250 pesos quincenales que percibían
antes de su despido injustificado.
Es una lucha económica,
meramente económica, que se caracterizó en sus inicios por el predominio
del elemento espontáneo en muchas de sus acciones, en los análisis
inmediatos para resolver problemas igual de inmediatos , como lo
fueron adoptar medidas de resistencia ante las autoridades del IEMS y la
empresa para que no las expulsaran de sus fuentes de trabajo.
Sin embargo, el pueblo al luchar aprende y va pensando con mayor
profundidad conforme sigue participando en esta lucha. Varias compañeras
alguna vez dijeron “hemos avanzado más en estos 10 días que en 8 años” y
no se refieren a que ya estén reinstaladas sino a lo que han logrado como conjunto de trabajadoras organizadas para lograr ese objetivo y la claridad que han adquirido
de cómo, en este caso, los funcionarios públicos, en especial las
autoridades del IEMS, se evidencian como los verdaderos voceros de las
empresas y hasta parecen sus empleados.
Nosotros que hemos acompañado esta lucha también hemos aprendido del ejemplo que nos dan las compañeras
que por defender su trabajo son capaces de despertarse a las 4 o 5 de
la mañana y dormirse a las 12 o 1 de la madrugada, de estar afuera del
plantel aún con la nevada que cayó a principios de enero, de aguantar el
llanto cuando están frente a las autoridades y de demostrarles coraje y
determinación. También hemos sacado lecciones y aliento de la fortaleza de las compañeras
que aun sólo siendo 4 o 5, intentaron defender su fuente de trabajo,
fueron agredidas por las autoridades, traicionadas por algunas de sus
propias compañeras de trabajo al darles la espalda y, sin embargo,
siguen luchando.
Si a nosotros que nos decimos socialistas no
nos causa ni un poco de indignación y coraje lo que viven, si nosotros
que nos decimos parte de lo más consciente de la clase trabajadora no
somos capaces de compartir con ellas el frío, el hambre, la
preocupación, si nosotros no somos capaces de tener muestras de
solidaridad concreta y alternativas de solución a su problemática,
entonces ¿cómo decirnos socialistas?
¿No acaso nuestra
labor es estar codo a codo con ellas e intentar elevar su conciencia de
clase? ¿No acaso Lenin diría que es nuestra obligación introducir el
ideal socialista en su conciencia? ¿No acaso elevar el nivel de
conciencia proletaria es acumular fuerzas para las batallas venideras
del proletariado, para poder convertir todas las pequeñas batallas
económicas en las batallas políticas que derrumbarán al capitalismo?
Y estas pequeñas y a la vez grandes batallas nos enseñan la forma práctica de desarrollar nuestras tareas
como lo hemos estado haciendo como organización, pues luchamos por la
reinstalación de las compañeras en sus puestos de trabajo por medio de
acciones concretas, pero también luchamos por elevar su nivel de
conciencia proletaria.
Gracias a nuestra modesta participación
en esta lucha hemos aprendido también sobre el comportamiento de otras
agrupaciones políticas, hemos conocido el carácter de otros compañeros y
compañeras, nos hemos identificado con los más congruentes y hemos
ubicado a los que están sólo con el interés de ver qué “pescan”. Hemos aprendido de cómo el oportunismo vacila,
sopesa cada paso que da con las compañeras de intendencia, es más,
sopesa las alianzas que tienen las compañeras y algunos hasta las
cuestionan y las regañan por sus alianzas, pero no dan alternativas concretas de solución y están más preocupados por su propia sobrevivencia, anteponiendo sus intereses y demandas económicas a las de las compañeras e incluso pretendiendo condicionarlas a la solución de las suyas.
Pero también hemos aprendido de nosotros mismos, de nuestras
capacidades para la agitación y propaganda y, claro, de nuestras
limitaciones, como nuestra falta de iniciativa en algunas ocasiones,
nuestra lentitud al momento de actuar ante situaciones imprevistas y
nuestra falta de disciplina en otros momentos. No cabe duda que el
camino que Lenin nos traza cuando plantea que el proletariado necesita
jefes políticos y no sólo dirigentes sindicales o personas que gestionen
es largo y complicado, pero estamos dispuestos a recorrerlo y a forjarnos como se forja el acero en la lucha del proletariado del cual somos parte.
Todos los compañeros de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP)
debemos esforzarnos cada día más en el estudio, en el análisis
político, en la práctica organizativa, en el cumplimiento de nuestras
tareas cotidianas, debemos ser capaces de realizar pequeñas tareas, para
estar preparados para otras más grandes, para cuando trabajemos no con
40 o 50 personas; sino con 400 y después con 5 mil o más.
¡Trabajo digno, salario justo y seguridad social!
¡Reinstalación inmediata de las trabajadoras de intendencia del IEMS!
NOTA: Este artículo fue publicado como EDITORIAL del No. 14 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 6 de febrero de 2016.
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