Gabriela Rodríguez
La visita de Jorge
Mario Bergoglio confirma el grado de religiosidad de los mexicanos. Está
documentado que los países pobres presentan altos índices de
religiosidad. En la Encuesta Mundial de Valores realizada por Gallup en
2010, al preguntar ¿es importante la religión en su vida diaria?
Respondió positivamente 93.5 por ciento de la gente de países con
ingreso per capita menor a 5 mil dólares; 83 por ciento de países con
ingreso entre 5 mil y 12 mil 500 dólares, y 70 por ciento de quienes
viven en países con ingreso de entre 12 mil 500 y 25 mil dólares (rango
de México). Las cifras contrastan con la población de países con más
alto ingreso: para 17 por ciento de los suecos y 19 por ciento de
daneses la religión es importante, así lo es para 30 por ciento de los
franceses, y para 24 por ciento de los japoneses.
Más allá de las enormes diferencias culturales, cabe preguntarse si
la necesidad religiosa es una búsqueda de consuelo ante la precariedad o
una salida desesperada cuando se vive en condiciones de exclusión y
pobreza. Cuando el Estado no garantiza una vida digna, la oración y la
búsqueda milagrosa bien podrían ser únicos caminos de esperanza y
remedio para la subsistencia. ¨Dime cómo rezas y te diré cómo vives”,
fue una de las frases del papa Francisco, cuya visita seguramente
fortalecerá la esperanza de muchos mexicanos/as, especialmente de los
pobres, de presos, de víctimas de violencia, de enfermos y
discapacitados, de excluidos.
Tiene lógica que haya menos dogmatismo donde las concepciones
religiosas son menos necesarias, la secularización o desvalorización del
rol social de la religión venía caminando en paralelo con la laicidad,
la cual termina regulando en los estados de bienestar. Sin embargo, hoy
se vive un proceso en sentido contrario; hay una reactivación de lo
religioso, calificada por algunos como era postsecular o de
desecularización. Para el historiador inglés Jeffrey Weeks, Occidente
enfrenta a una nueva derecha, una alianza entre políticos, empresarios
conservadores y jerarcas de la Iglesia católica que fortalecen una
estructura supranacional de dominación que amenaza las libertades y la
autodeterminación de los pueblos, que debilita la igualdad de clase,
género y etnia; se trata de una alianza funcional al neoliberalismo (Sexualidad, Paidos,1998).
Para Michelangelo Bovero lo que hoy enfrentamos es la reconquista de
la esfera pública por parte de la Iglesia católica, no sólo en el ámbito
de los medios de comunicación, sino también en la arena de
participación política y de las instituciones estatales: se dictan
directivas a electores y a elegidos; jerarcas religiosos quieren imponer
verdades moralesa los actores políticos y armonizar leyes con la
verdad religiosa(El concepto de laicidad, IIJ/UNAM, 2013).
Encumbrar la figura papal en los medios de comunicación, invertir
recursos federales o estatales que la ciudadanía necesita y permitir la
presencia corporal del sumo pontífice en Palacio Nacional favoreció la
concentración de los poderes en México, reforzó el vínculo de los
empresarios de la comunicación con una clase política desprestigiada y
urgida por recuperar poder sobre las masas. Hay grandes paradojas,
porque al engrandecer a la Iglesia y añadirle dominio terrenal a su
reconocido poder espiritual, los gobernantes debilitan su fuerza. Cuando
un político aparece comulgando en la televisión exalta el valor sagrado
de la voluntad divina y debilita la democracia y la laicidad del
Estado, pierde el estamento de legitimidad como gobernante, el cual
tendría que descansar en la voluntad del pueblo, el gran soberano del
Estado secular. El discurso papal es otro elemento plagado de
contradicciones. Muchos celebramos que Bergoglio
dialogara con el demonio, aunque siempre le gane; que dirigiese una crítica directa a la corrupción y a la concentración de poder, “cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e, incluso, el tráfico de personas, el secuestro y la muerte…” Al reconocer lacerantes realidades de México, el discurso cobra sentido de denuncia que se difundió en todos los medios, con posibles efectos concientizadores. Al mismo tiempo, el discurso se opone a la propia investidura de uno de los últimos monarcas del mundo. El Estado Vaticano es una monarquía absoluta donde reina Francisco y detenta una autoridad vertical junto con un grupo selecto de caballeros, sin los menores visos democráticos; hablamos de una ciudad donde al mismo tiempo que se exalta la figura de María, la virgen madre, se asigna a las mujeres el trabajo doméstico, una institución que prohíbe a las feligresas acceder al sacerdocio o asumir posiciones de poder. Por eso no sorprende que en los impecables discursos con que Francisco adoctrinó a los mexicanos sobre la desigualdad, la avaricia, el consumismo y la injusticia contra migrantes, reos, jóvenes y trabajadores, se omitieran las condiciones de desigualdad que viven las mujeres y la misericordia a víctimas de la violación de derechos sexuales y reproductivos, incluyendo las de los pederastas.
Duele y desilusiona a muchos que una movilización tan costosa
para un país en debacle económica, en vez de revivir en la prensa
internacional la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa,
este vacío termine encumbrando a jerarcas, políticos y empresarios
corruptos, que sigan solapando la impunidad y encubriendo la
desaparición y el asesinato de cientos de miles. Dijera Bovero:
En concomitancia con el colapso del comunismo, hemos presenciado en la escena global un intenso regreso y resurgimiento del fenómeno religioso: una revancha de Dios.
Twitter: Gabrielarodr108
No hay comentarios.:
Publicar un comentario