Márgara Millán*
La propuesta de
formar un Concejo Indígena de Gobierno (CIG) es decir, una forma
alternativa de autogobernarnos, que honre al mismo tiempo que actualice
las formas concejales de responsabilizarse colectivamente por la
autoridad y de dispersar el poder, presentes hoy día de distintas
maneras en muchas de las comunidades que forman parte de nuestro país, y
que se han desarrollado y profundizado en las experiencias de las
Juntas de Buen Gobierno del territorio zapatista en el sureste mexicano y
en las formas de gobierno de Cherán Kéri en Michoacán, por mencionar
sólo dos casos, ha despertado una expectativa y una esperanza, diría yo
incluso, un regreso a la política, por parte de grupos que nos hemos
organizado para apoyar la iniciativa a lo largo de toda la República
Mexicana.
Las redes de apoyo al CIG han proliferado en cada uno de los estados,
y en algunas ciudades, como la de México, están resultando una forma
inédita, activa y creativa de organizarse en red, por barrio, colonia o
delegación, de manera intersectorial e intergeneracional.
A lo largo del proceso de
recaudación de apoyo ciudadano, al menos en mi experiencia, los auxiliares de María de Jesús Patricio Martínez hemos ido aprendiendo la gran distancia de una propuesta que puede ser vista como una inocente entrada al mercado electoral: registrar a una mujer indígena como candidata independiente a la Presidencia de la República. Sin embargo, lo que se despliega en la propuesta del Concejo y su vocera guarda una distancia fuerte no sólo con las otras propuestas
independientes, sino con los presupuestos mismos del marco electoral. En voz de la vocera, para las firmas hay una fecha, para la lucha tenemos vidas.
Ser auxiliares y no
gestores, actuar en red solidaria y en cooperativas de apoyo mutuo, y no con operadores políticos; ser creativos; escuchar a la gente de a pie, su no desistir, perseverar hasta el último minuto del plazo para las firmas; pero sobre todo, conocernos y organizarnos. Porque atrás de la prisa, del tiempo comprimido marcado por los plazos del INE y la absurda cantidad de 866 mil firmas necesarias para el registro, parafraseando a Marichuy, detrás de esa prisa, está la urgencia por organizarnos, porque:
La ofensiva, compañera, compañero, la hacemos todos. Debemos animarnos a imaginar lo que está prohibido por las reglas del capitalismo, debemos imaginar la justicia para construirla ejerciéndola, debemos de tener bien nuestros propios corazones para que el corazón colectivo que somos esté bien, debemos estar sin miedo y unidos, debemos crecer esa claridad que hemos estado encontrando en los pueblos, no sólo en el campo sino en las ciudades(palabras de Marichuy en el Hemiciclo a Juárez, Ciudad de México, 24 de enero).
En la voz de María de Jesús se cuela su quehacer cotidiano, ella cura
a las personas, hoy, nos dice, toca curar al cuerpo social. Las mujeres
académicas, activistas, estudiantes, feministas y no, mujeres que
luchan, ya sea que tengamos trayectoria en el movimiento que desde hace
décadas se desarrolla entre los pueblos indígenas y campesinos de
México, o que acabemos de llegar a la lucha porque la propuesta de
intervenir e interferir en los tiempos electorales la visibilizó y nos
hizo sentido, somos uno de los resultados de esta iniciativa. Los
pueblos y comunidades hacen lo suyo, y a nosotras nos toca remover
nuestros territorios, espacios citadinos, universitarios, salones de
clase, comercio callejero, donde estemos paradas, para seguir
profundizando la reconstrucción de un sentido colectivo de
transformación radicalmente anticapitalista. Lo que sigue es la
proliferación de espacios donde imaginemos lo (im)posible, como por
ejemplo, que nuestro país fuese autogobernado por un Concejo paritario
de hombres y mujeres indígenas. La voz de la vocera, lo que ha ido
diciendo en cada punto de su recorrido, es una inspiración. Espacios,
como el de este domingo 11 de febrero, donde las concejalas y las
mujeres que luchan pensaron colectivamente los ocho puntos que el
Concejo ha puesto en la mesa de discusión. Su convocatoria dice:
En el marco de la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno, donde las concejalas de los pueblos originarios de México buscamos construir un mundo diferente, un mundo donde nuestro trabajo y nuestra persona estén reconocidos y respetados por nuestros pueblos, nuestras asambleas, nuestras regiones, nuestro país, creemos conveniente juntarnos entre todas aquellas mujeres que luchan, que resisten y que desde su trinchera están construyendo un mundo más justo para nosotras como mujeres que somos.
Las mesas son: Problemática propia como mujeres, Autonomía (Proyectos
autónomos: Alimentación, Techo, Tierra, Medios libres, Justicia, Arte,
Democracia, Salud, Educación, Economía Solidaria), Tierra y Territorio,
Jóvenes, Migrantes, Trabajo y explotación, Justicia, Diversidad Sexual,
Personas con capacidades diferentes. Estos son los temas que el Concejo
Indígena ha determinado desde su inicio para analizar cómo estamos, y
ver hacia dónde podemos ir.
Nuestro tiempo ha llegado también, el tiempo de las mujeres en el
florecimiento de los pueblos. No dejemos pasar el llamado que hoy nos
hacen nuestras hermanas para tejer desde lo fino otro mundo posible.
El CIG ha recorrido el país a ras de tierra. Los peligros de viajar
por el territorio mexicano se han dejado sentir. No hace mucho, parte de
los reporteros que la acompañaban, al quedar rezagados, fueron
intimidados, les quitaron sus cámaras y celulares alguno de los grupos
que dominan impunemente caminos y territorios, en este caso, en
Michoacán. El pasado 14 de febrero, viajando por las carreteras de Baja
California, la comitiva del CIG y de la Red Sudcaliforniana de apoyo
sufrieron un accidente. En él, perdió la vida la compañera Eloísa Vega,
de la Red Sudcaliforniana de Apoyo al CIG, recuperándose de fracturas
múltiples y de gravedad el concejal del pueblo cochimi Francisco Grado, y
la vocera, con un brazo roto y contuciones en la cabeza. No ha faltado
quien, aprovechando la coyuntura, ha soltado la especie de que Marichuy
renuncia en favor de algún otro candidato. Fantasía de los que no
quieren ver: un nuevo actor político ha llegado a la escena nacional, ha
estado ahí desde mucho antes, tiene experiencia varia, desde las luchas
agrarias pasando por la insurgencia, la defensa del territorio; es un
actor singular, cuya tradición se actualiza y potencializa. Y hoy tiene
una vocera que nos interpela. Llegó la hora del florecimiento de los
pueblos.
*Socióloga, profesora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM
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