Lev M. Velázquez Barriga*
El 6 de febrero, un grupo de
académicos arropados por la derecha parlamentaria –PAN, PRI, MC y PRD–
presentó una iniciativa de reforma educativa que de facto es la
contrapropuesta a la presentada por el Presidente de la República en
diciembre. La contribución de diversas miradas nos permitirá tener cada
vez más elementos de análisis sobre esta iniciativa; por lo pronto, aquí
hay una de ellas en la que quiero destacar aspectos que me parecen de
suma relevancia.
Veamos: la calidad es lo inherente al derecho de los educandos, por
encima y no en equilibrio con el derecho de los maestros que se incluye
otra vez en el artículo tercero y no en las leyes laborales; los
docentes son agentes primordiales de la calidad; el nuevo servicio de
desarrollo profesional del magisterio favorecerá la calidad; las
escuelas formadoras de docentes deberán garantizar la calidad y lo mismo
la educación superior que imparta el Estado; los particulares
impartirán educación de calidad; el Estado garantizará la calidad de la
educación obligatoria a través de sus métodos y materiales educativos,
organización de las escuelas, planes y programas de estudio,
infraestructura educativa, formación y actualización de los docentes y
directivos.
En suma, la calidad con equidad, de dulce, de chile o de manteca,
aparece como el objetivo, no único, pero sí primordial de todo el
sistema educativo; pero ¿qué es eso que está en todos lados de la
iniciativa y es transversal a la propuesta de la derecha parlamentaria?
No se define como tal, pero sí explicitan en qué se basa y qué persigue;
textualmente dicen:
el mejoramiento constante, el máximo logro de los aprendizajes y el pleno desarrollo de los educandos, reforzando la noción contenida en la actual reforma educativa neoliberal.
En la iniciativa se dice que la calidad es medible y observable, pero
¿cómo hacerlo? La fallida (fallida para maestros y alumnos) reforma
educativa vigente ya nos mostró el camino: midiendo y observando los
aprendizajes y las habilidades desarrolladas por conducto de las
evaluaciones; otra vez se coloca a la evaluación como medio y fin del
sistema educativo, de la formación de los educandos, del desarrollo
profesional docente y también de los centros escolares de todos los
niveles; pero ¿qué derecho es ese que pone en el centro la evaluación
externa e invasiva de los maestros y no su formación situada y emanada
de la necesidad de la práctica pedagógica?¿Qué derecho es ese que
reclasifica alumnos y escuelas que ya fueron clasificados como pobres y
marginales por las desigualdades producto de un sistema injusto que ha
sido reproducido por las reformas educativas neoliberales?
La calidad no es inherente al derecho ni tampoco tuvo sentido
progresivo en los educandos y maestros, como afirman en la iniciativa;
por el contrario, se implementó con la reforma educativa vigente en
sentido regresivo a la estabilidad laboral y emocional de los maestros,
al derecho de los alumnos a una formación integral que no se reduzca al
contenido de los exámenes estandarizados y a tener un maestro que los
atienda en cada grupo; además se aplicó en detrimento de los alumnos con
necesidades especiales que ya no tendrán atención adecuada. Desechan de
la propuesta presidencial el derecho al
bienestar, de las propuestas de los maestros el
buen vivircomo finalidad de la educación, cuyas nociones amplían lo establecido en la Constitución y superan el reduccionismo de los seres humanos entendidos como procesadores de aprendizajes y habilidades, medibles y observables.
Si la calidad es transversal al sistema educativo, ésta se percibe
por encima de cualquier otro principio, objetivo o derecho. De acuerdo
con esto resulta necesario preguntarse ¿quién define los parámetros, los
indicadores y las orientaciones para alcanzarla? La iniciativa de los
partidos del Pacto por México recurre al pecado original, recicla y
renueva al desacreditado INEE con el nombre de centro nacional para la
mejora continua de la educación. El centro no es ni siquiera órgano
paralelo a la Secretaría de Educación Pública (SEP), pretenden imponer
la heteronomía con un poder externo a las instituciones del Estado, que
en nombre de la dictadura de los especialistas
neutrales, los mismos que nunca escucharon más razón que la suya e ignoraron a los maestros, funcione como la inteligencia superior de la política educativa y supedite a la SEP a fungir como operaria de sus recomendaciones, estudios y mediciones.
Organismos como el INEE o el centro son la forma en que los poderes
fácticos, empresariales y sus especialistas a sueldo, externalizan los
costos políticos de sus recomendaciones fallidas, de sus políticas
fracasadas y resultados insuficientes, porque ellos no las instrumentan,
sino que se escudan en que sólo recomiendan y orientan; son las
instituciones estatales las que jurídica y políticamente asumen la
responsabilidad de manera unilateral, los actores directos en las aulas
son los chivos expiatorios que pagan con denostaciones y persecuciones
los fracasos de los autores intelectuales de la educación.
* Doctor en pedagogía crítica
No hay comentarios.:
Publicar un comentario