Editorial de Fragua
Dicen que la
revolución mexicana, en su primera etapa iniciada por Madero, se ganó
demasiado rápido. A penas siete meses después de iniciada, para el 25 de
mayo de 1911, Díaz dejaba el cargo para después partir al exilio. Al
día siguiente, Madero escribía: “no se pueden satisfacer en toda
amplitud las aspiraciones contenidas en la cláusula tercera del Plan de
San Luis Potosí”, referente a la reforma agraria.
A partir de ahí
se hacían más patentes dos enfoques respecto a lo que significaba la
Revolución: por un lado, la visión de los burgueses y hacendados
ansiosos por licenciar a los combatientes más entregados a las causas
populares para volver a la cotidianidad de explotación y, por el otro,
esos combatientes que anhelaban el reparto agrario y mejorar sus
condiciones de vida.
Sin embargo, durante un tiempo, Madero trató
de conciliar entre ambas partes, por ejemplo, en Morelos no podía ceder a
los repartos de tierra exigidos por los revolucionarios, pero tampoco
podía dejar que una gran fuerza aliada fuera humillada, esto fue así
hasta que tuvo que elegir y terminó optando por la violencia contra
quienes querían el reparto agrario, prefirió a la burguesía.
De
vuelta en el 2019, ya pasaron los primeros 60 días del gobierno de
Obrador, en estos el gobierno a tomado medidas como la austeridad
republicana, el combate al huachicoleo o el aumento en el salario mínimo
(100% en la frontera norte y 16% en el resto del país). Al mismo tiempo
ha cometido errores tácticos en su lucha contra el neoliberalismo, como
la creación de la Guardia Nacional, una fuerza que reafirma el poder
del ejército, uno de los pilares del neoliberalismo y, como dijeran por
ahí, “si se crea la Guardia Nacional en seis años, el ejército decidirá
al próximo presidente”. Claro, no es un proceso mecánico, pero tampoco
podemos desestimar tan llamativas reflexiones.
En estos más de 60
días el pueblo trabajador también ha tomado un papel importante: más de
45 maquiladoras se fueron a la huelga en Matamoros, más de 65 mil
obreros pararon las máquinas y decidieron luchar por que se cumpliera el
aumento en el salario ya puesto en el papel y por no perder sus bonos
contenidos en el contrato colectivo de trabajo. Esto lo hicieron
desconociendo a la dirigencia charra de su sindicato dominado por la CTM
y saliendo a las calles a exigir lo que por derecho es suyo. Para el
momento en que se escriben estas líneas, en 41 maquiladoras la huelga ha
salido victoriosa.
En Michoacán, los profesores de la CNTE,
siguiendo la línea de las acciones políticas de masas establecida por el
movimiento independiente, tomaron las vías férreas para que se cumplan
los pagos que les debe el gobierno del represor Silvano Aureoles.
Ambas
acciones fueron criticadas por la burguesía, en el caso de la CNTE los
voceros del pensamiento más reaccionario y neoliberal acusan a la
Coordinadora de intransigente, de sólo buscar el conflicto, critican la
táctica de movilización-negociación- movilización como una forma de lucha que sólo desestabiliza sin fin.
En
el caso de las maquilas llaman a la conciliación y hasta Ricardo
Monreal, líder de la bancada del Morena en el Senado, actuó como
rompehuelgas y mandó a levantar las banderas rojinegras. Afortunadamente
los trabajadores no cedieron y expulsaron a sus enviados.
Los
grandes empresarios aglutinados en la Confederación Patronal de la
República Mexicana (Coparmex) y en el Consejo Coordinador Empresarial
(CCE) demostraron que su esperanza en la cuarta transformación no es la
misma que la de los trabajadores, sino contraria, mientras ellos ven en
el incremento de huelgas un desastre nacional, la clase trabajadora ve
una puerta para alcanzar algunas mejoras e intereses inmediatos.
Como
en el caso de los viejos hacendados porfiristas vueltos en
“revolucionarios” bien portados y maderistas, los grandes oligarcas
nacionales piden la desmovilización de esos desarrapados que impiden la
producción, piden que esos que con su fuerza de masas y el voto tomaron
por asalto la escena nacional se bajen una vez más a las gradas y sean
espectadores, no sea que se emocionen y tomen el papel de protagonistas
de la historia.
En este mismo sentido se reafirma el papel
conciliador del nuevo gobierno, un papel por demás difícil en tanto que
asume posible una tarea simplemente irrealizable: conciliar la burguesía
con el proletariado. Al final, esta oposición llevará siempre a que una
de las clases se vea beneficiada y la otra pierda cierto terreno, pues
no se puede quedar bien con dios y con el diablo.
Este escenario
nacional se antoja para aprender del instinto de clase de nuestro
pueblo, el cual vio la oportunidad de enarbolar sus banderas más
inmediatas por medio de la lucha y de alcanzar victorias en un momento
un tanto más democrático. Sólo del conjunto de nuestra clase dependerá
llevarlo hasta sus últimas consecuencias.
Es tarea de los
socialistas y comunistas elevar el nivel de conciencia del pueblo,
aprovechar este escenario de una cierta apertura democrática en donde
sea que ésta exista, pues en Chiapas la represión y la violencia
continuan cobrando vidas de activistas y defensores de derechos humanos.
Es labor también explicarle al pueblo que solamente si tomamos el
sartén por el mango lo que está en el papel se cumplirá y que es el
pueblo organizado el que hará valer por la vía de los hechos la proclama
del nuevo gobierno del fin del neoliberalismo. Y claro, en aquellos
espacios donde el terrorismo de Estado siga imperando, debemos continuar
siendo combativos y jamás bajar la guardia.
También es necesario
exponer los límites del nuevo gobierno, su necesidad imperiosa por
conciliar y arrebatarnos las armas de la organización y la movilización.
El pueblo ya no puede seguir siendo moneda de cambio para amenazar a
los burgueses, tenemos que ser nosotros quienes apliquemos las medidas
más democráticas y exigir que los neoliberales sean juzgados y devuelvan
lo que nos han quitado.
Pero, sobre todo, debemos aprovechar el
ánimo de las amplias masas que han despertado a la vida política para
dar un paso hacia adelante, explicar la necesidad de luchar no sólo por
mejoras inmediatas, sino por la total y completa transformación del
país, por una transformación donde, como en Matamoros, los obreros
decidan sobre su destino, una transformación socialista!
¡Contra el despojo, la represión y la explotación; resistencia, organización y lucha por el socialismo!
Nota:
Este
artículo fue publicado como parte de la sección EDITORIAL del No. 40 de
FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la
Emancipación Popular (OLEP), Febrero-Marzo 2019.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario