La Jornada
En días recientes, diversos
nombramientos o las propuestas de nombramiento del gobierno federal han
sido impugnados tanto por las comunidades directamente afectadas como
por la opinión pública. Especial revuelo causaron los casos suscitados
en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), donde David
Alexir Ledesma Feregrino fue designado subdirector de la Coordinación de
Comunicación, a pesar de que aún no concluye sus estudios
universitarios, y de Edith Arrieta Meza, licenciada en diseño de modas,
designada subdirectora de área de la Comisión Intersecretarial de
Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem).
Un
tercer caso que involucró a dicho órgano, el de María Chávez García al
frente de la secretaría administrativa del fondo sectorial
Conacyt-Secretaría de Energía-Sustentabilidad Energética, en realidad
pertenece a la órbita de la Sener, por ser ésta la instancia con
facultades para designar al responsable administrativo del fondo.
Asimismo, se han presentado impugnaciones a los miembros de la terna
propuesta para integrar la Comisión Reguladora de Energía (CRE).
Si resulta lógico que estos casos adquiriesen rápidamente un carácter
mediático, en algunas expresiones de los medios y las redes sociales la
publicidad y denuncia de los tropiezos institucionales cobró la forma
de linchamientos personales, que se encuentran en todo punto fuera de
lugar dentro del debate democrático.
Pero al margen de la cuestionable ética desplegada en algunas
denuncias, hay también una ineludible responsabilidad del Ejecutivo
federal, el cual tiene la encomienda de revisar con el máximo cuidado
los perfiles de los candidatos a ocupar cualquier cargo público.
Como
deja claro el desarrollo de los acontecimientos, designar a una persona
carente de las características deseables para el cumplimiento de sus
funciones suele desembocar en consecuencias indeseables: por un lado,
llevan a movimientos prematuros de personal en el equipo de gobierno y,
por otro, contribuyen a generar una idea no necesariamente cierta sobre
la persistencia de prácticas indebidas en el ejercicio de la función
pública, como el amiguismo y el compadrazgo, las cuales dañaron severamente la credibilidad de administraciones pasadas.
En suma, si cabe saludar el rápido cese de los ahora ex funcionarios
envueltos en la polémica, por cuanto es indicativo de la voluntad
política existente en el gobierno federal para escuchar a la ciudadanía y
enmendar errores, también debe llamarse a evitar la repetición de
cualquier forma de equívoco que entorpezca el idóneo desempeño
institucional.
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