La producción industrial
nacional concluyó 2018 tal como lo comenzó: en la lona. En diciembre
pasado este sector estratégico reportó una caída de 0.4 por ciento, para
redondear un descenso anualizado de 2.5 por ciento, aunque en algunos
segmentos el desplome fue mayor (minería, 8.2 por ciento, y
construcción, 3.9).
Esa ha sido la triste historia de muchos años, a lo largo de los
cuales dicho sector de plano no levanta, y no lo hace porque las
políticas públicas neoliberales y los acuerdos comerciales
internacionales han arrinconado a la industria nacional para privilegiar
a la foránea.
No es gratuito que el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) reclame que
el modelo neoliberal no se ha ido, a pesar de los deseos y el discurso del presidente López Obrador. El modelo neoliberal mexicano no solo permanece vivo, sino que en realidad se encuentra bastante sano y se ha infiltrado en la Cuarta Transformación. Además, el neoliberalismo mexicano mutó y se ha convertido en una apertura comercial que entregará la industria nacional, y el empleo que genera, a intereses que no respetan el marco legal que debería garantizar condiciones de equidad a la industria mexicana.
En su más reciente análisis, del que se toman los siguientes pasajes,
el IDIC advierte que, si se profundiza, la economía del país vivirá una
etapa de crecimiento inferior a uno por ciento, como ya ocurrió durante
el pasado diciembre (el primero de la nueva administración), y tendrá
consecuencias adversas sobre el mercado laboral, porque ya se aprecian
contradicciones entre el discurso presidencial y las acciones puestas en
marcha.
Desde el inicio de su gestión, López Obrador señaló que
el distintivo del neoliberalismo es la corrupción. En este sentido es pertinente preguntarse ¿hasta dónde podrá avanzar la Cuarta Transformación, cuando el neoliberalismo se ha mimetizado en algunas áreas de la administración pública? La semana pasada presentó la primera evidencia. El titular del Poder Ejecutivo afirmó:
sí queremos el libre comercio y respetaremos los acuerdos, pero vamos a defender al productor nacional. Primero México y luego el extranjero.
Contrario a lo que parece una postura clara, la operación de una
parte de su administración parece ir en otro sentido: no hay un respeto
por los acuerdos internacionales. Paradójicamente, e inverso a lo que se
habría esperado por el discurso presidencial, el afectado es el
productor nacional y lo favorecido es la importación de productos que
llegan a México a precios artificialmente bajos porque incumplen las
leyes del comercio internacional.
Los sectores a los que se dejó expuestos a la competencia desleal
fueron textil, cuero, calzado, acero y vestido, todos generadores de
empleo e inversión en varios estados, también afectados por la
inseguridad, precios elevados de energía y falta de combustible.
¿Qué ocurrió? El gobierno federal decidió privilegiar la entrada de
productos que no cumplen con la competencia justa, es decir, con los
acuerdos internacionales que México ha firmado. Sin importar la
evidencia de que naciones asiáticas envían productos aprecios
artificialmente bajos, gracias al apoyo de sus gobiernos y sector
financiero, la autoridad mexicana eliminó o redujo los aranceles que
prevalecían desde hace años y que garantizaban competencia justa.
Sin un diálogo que permitiera contrastar estadísticas e información,
la Secretaría de Economía decidió abrir el mercado mexicano a las
naciones que no respetan el libre comercio y los acuerdos
internacionales. Con ello es oficial: México se está entregando a los
oligopolios estatales de Asia y ello causará una mayor precarización
laboral, particularmente en un entorno en donde ya se observa una clara
desaceleración de toda la economía nacional.
Las rebanadas del pastel
Queda claro que mientras el titular del Ejecutivo
mantiene comunicación diaria, abierta y franca, un segmento de su
administración aplica medidas unilaterales a la industria nacional, con
sello neoliberal. ¿Entonces?
Twitter: @cafevega
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