Para comenzar una conversación
Brecha
El Ngulumapu, lado
oeste del territorio mapuche, que comprende la parte “chilena” del
Wallmapu, ya ha visto sucederse una serie de encuentros en los que el
tema de la existencia, pertinencia, necesidad o no de un feminismo
mapuche bulle y se esparce generando conversaciones necesarias, inmersas
en las luchas anticoloniales que el pueblo mapuche mantiene junto a
otros pueblos.
Hace unos meses, en el contexto de una fiesta social
con muchos hermanos y hermanas mapuches en una gran ciudad de Chile, un
lamngen (hermano) antropólogo me comentó que algunos de sus cercanos le
habían dicho que el feminismo en el mundo mapuche “no juntaba ni
pegaba”, pues este sería una ideología foránea, occidental y que no
tiene nada que ver con lo mapuche, con su cosmovisión y tradiciones
ancestrales. El lamngen me dijo, con gestos de manos incluidos: “¡Y me
lo decían en perfecto castellano!”, aludiendo a que se cuestiona al
feminismo como lugar de colonización y no así la lengua que usamos.
Revisando publicaciones de diverso tipo, desde las más académicas, de
prensa e informales, como lo que se escribe en las redes sociales,
sostengo que es posible observar un aumento consistente de discursos
sobre el feminismo mapuche. Este concepto se presenta en discusión, en
revisión, en reivindicación y en lucha, todo al mismo tiempo. No
significa que el feminismo dentro de los pueblos originarios no tenga ya
unas décadas, o que no haya hermanas mapuches que se reivindican como
feministas desde hace casi el mismo tiempo. Más bien lo que parece
constituir un fenómeno de reciente data es la denominación “feminismo
mapuche”, así, este sustantivo y este adjetivo unidos.
Quienes
han estudiado los llamados feminismos indígenas, como la feminista
Francesca Gargallo, hacen una entrada desde el feminismo comunitario
para referirse a los feminismos indígenas. Estos últimos, surgidos desde
el mundo maya y aimara, sostienen, entre otras cosas, que existió un
patriarcado ancestral que luego se fundió con el patriarcado que habrían
traído los conquistadores. Luego se ha vuelto común y cotidiano en el
mundo feminista hablar de patriarcado originario o patriarcado
ancestral. Este feminismo comunitario desde hace ya bastante tiempo ha
echado raíces en diversos países, incluido Chile y el Wallmapu, donde se
han realizado algunos encuentros de mujeres mapuches feministas
comunitarias.
El caso del feminismo mapuche tiene otra
raigambre. No posee el largo recorrido del feminismo comunitario, y más
bien ha sido, hasta hace algunos años, la experiencia de mujeres
mapuches que se definen feministas, siendo, por tanto, feministas
mapuches.
Si queremos recorrer una genealogía, un primer
antecedente podría ser la conformación del Colectivo Lesbofeminista
Segundo Patio, en el año 2011 en la ciudad de Temuco, que si bien no se
definía como feminista mapuche, sí contaba entre sus integrantes a
mujeres mapuches feministas y se asentó en la ciudad de Temuco.
Posterior a esto, los principales esfuerzos por visibilizar la
existencia de un feminismo mapuche han venido desde el arte. En el año
2014, en ocasión de la 32ª Bienal de San Pablo, la artista chilena Katia
Sepúlveda invitó a dos activistas mapuches, Margarita Calfío y quien
escribe estas líneas, a un diálogo performático sobre feminismo mapuche.
En el año 2016 el artista visual Sebastián Calfuqueo convocó a cinco
lamngen (hermanas) para producir el video Zomo, el cual recogía relatos
de mujeres mapuches de la diáspora que, viviendo en la ciudad de
Santiago, interpelaban la mirada tradicional sobre la mujer mapuche, y
algunos de esos relatos incluían discusiones feministas.
Ese
mismo año nació en Santiago de Chile el Kolectivo Mapuche Feminista
(Rangiñtulewfü, en mapudungún, la lengua mapuche), que desde entonces
viene trabajando temáticas que se enarbolan desde lo que el colectivo
llama “una pregunta por un feminismo mapuche”. Al año siguiente, en
2015, el colectivo de jóvenes universitarios mapuches Mocen convocó al
Primer Encuentro de Feminismo y Pueblos Originarios, en la ciudad de
Chillán. En palabras de Nicolás Garrido, uno de sus organizadores, este
encuentro fue organizado “para abrir un espacio de diálogo de lo que
considerábamos feminismo desde los pueblos originarios”.
Lo problemático de una enunciación
Frente a las posibilidades de la conformación de un feminismo mapuche
han surgido voces críticas que cuestionan la pertinencia de un proyecto
de esta naturaleza. El 2 de febrero de 2018 se publicó un artículo en el
sitio informativo Mapuexpress, escrito por Millaray Painemal e Isabel
Cañet, dos mujeres de larga trayectoria política mapuche. “Para la
mayoría de las mujeres mapuches que hemos nacido, vivido y transitamos
entre nuestras comunidades rurales, el concepto de feminismo que se
escucha en el último tiempo nos parece ajeno y aún no logra encajar con
nuestra realidad”, señalaron en ese texto. “Abrazar este feminismo sin
cuestionarlo nos parece peligroso; la colonialidad y el patriarcado no
desaparecen por trabajar ‘entre mujeres’ (…). Por lo tanto, es necesario
que los movimientos feministas den un paso mayor y que primero hablen y
se hagan cargo de sus privilegios (en muchos casos participan de un
movimiento emancipador, pero en sus casas las que siguen limpiando son
mujeres indígenas) y aborden el racismo que se encuentra presente en sus
acciones cotidianas y, por sobre todo, que dejen de pensar por nosotras
e imponernos su agenda política e ideológica en nuestro territorio,
Wallmapu”, agregaron. Este artículo generó numerosos comentarios en las
redes sociales, y según comentaron sus autoras, fueron muy cuestionadas
desde el movimiento feminista por haberlo escrito.
No son las
únicas voces que han planteado lo problemático de la enunciación mapuche
feminista o se han posicionado fuera de ese marco interpretativo. En
enero pasado se desarrolló el X Congreso Nacional de Antropología de
Chile en la ciudad de Temuco. Ingrid Conejeros, una lamngen mapuche que
ha sido vocera de presos políticos (en particular de la machi Francisca
Linconao), participó de la mesa “Mujeres y movimientos sociales e
indígenas en el Ngulumapu: experiencias de lucha contra el capitalismo
extractivista, neocolonialismo y patriarcado”, y declaró: “Nunca me he
reconocido como mujer feminista. Hay gente que me ha dicho ‘tú eres
feminista’, pero no (lo soy). Eso no quiere decir que desprecie o no
valore las otras luchas. Yo enmarco estas luchas (de las mujeres
mapuches) como luchas anticapitalistas, entonces, sí, me veo cercana a
mucha gente desde ahí… Mi camino es el camino de retorno a lo mapuche”.
Finalmente, algunas de las integrantes de la Coordinadora de
Organizaciones de Estudiantes Mapuches de Santiago de Chile (Coem) han
señalado que, luego de conversaciones internas, han decidido no
nombrarse como feministas, pero sí como antipatriarcales.
Una mirada feminista que trata de imponerse
Siguiendo el planteamiento del feminismo descolonial, “que se proclama
revisionista de la teoría y la propuesta política del feminismo, dado lo
que considera su sesgo occidental, blanco y burgués”, según lo señala
Yuderkys Espinosa, teórica feminista decolonial antirracista en Una
crítica descolonial a la epistemología feminista crítica (2014), sugiero
detenernos en lo problemático de mirar desde un lugar feminista
tradicional hacia la vida de las mujeres y los pueblos que no
representan el Occidente blanco, en términos de un pensamiento euro y
norcentrado, nacido de la modernidad y que desde sus feminismos ancla en
la noción de patriarcado un articulador de la lucha de las mujeres.
¿Acaso podemos las mujeres constituir una categoría que nos vehicule
hacia luchas políticas conjuntas?
Traigo a María Lugones,
feminista decolonial, para reflexionar sobre la categoría mujer. La
teórica cuestiona que se pueda tratar esta categoría “como si el
significado de ‘mujer’ fuera el mismo que el de ‘mujer ama de casa’ y
‘mujer que limpia la casa de otras mujeres’. Como si no hubiera
diferencia entre la ‘mujer’ madre que amamanta a su hija y la mujer que
deja de hacerlo para amamantar a los hijos de mujeres blancas burguesas o
burguesas mestizas eurocentradas” (Hacia metodologías de la
descolonialidad, 2015). Claramente, hay un “mundo” de diferencias entre
las experiencias de estas categorías de mujeres, diferencias en las
experiencias que emanan de las diferencias en términos de pertenencia de
raza y clase.
Si analizamos cómo el feminismo hegemónico,
blanco, mira hacia los mundos indígenas y hacia las mujeres indígenas
nos damos cuenta de que desde la noción de patriarcado y género se
constituye una realidad sobre los y las otras. Las políticas feministas
que se desprenden de estas nociones son globales y homogéneas,
principalmente hablamos de dos temas: la violencia de género y el
derecho al aborto. Hagamos el ejercicio de colocar “feminismo mapuche”
en la barra de Google y veremos como se intenta dialogar desde un marco
establecido, con temáticas globales.
Una de estas temáticas es
la violencia de género, que se presenta como la única violencia ante la
que hay que articularse. En diversos conversatorios esto ha quedado de
manifiesto: la pregunta recurrente que se les hace a mujeres mapuches
que hablan en los ámbitos públicos es cómo es la violencia que viven en
las comunidades. Cabe preguntarse qué es exactamente lo que se pregunta.
Lo que se busca saber es cuán machista es el pueblo mapuche, cuán
extendida es la violencia de pareja en el pueblo mapuche.
Por
cierto, estas violencias no deben ser aceptadas nunca. Lo que quiero
develar es ¿acaso la violencia de los procesos extractivos no afecta y
violenta a las mujeres en los territorios?, ¿no es violencia contra las
mujeres que en un territorio fértil en bienes comunes –como ha sido el
Wallmapu– pasen camiones aljibes repartiendo agua a las comunidades
porque se han secado las fuentes de agua, principalmente como
consecuencia de la política de saqueo de las forestales? Existen otras
violencias hacia las mujeres que se entienden desde el orden colonial
imperante, pero a estas pareciera que el feminismo hegemónico no les
presta atención.
Mapuche feminismo como propuesta de descolonización
El Kolectivo Mapuche Feminista (Rangiñtulewfü) surge de la experiencia
de la diáspora del pueblo mapuche, la migración forzada luego de la
ocupación del Wallmapu y el despojo de las tierras, la lengua, la
economía y la cosmovisión mapuches. Desde la ciudad de Santiago, este
grupo de mujeres y varones mapuches viene construyendo una reflexión
desde las experiencias compartidas; pertenecer a un pueblo en lucha, ser
parte de la diáspora que piensa en el retorno al “país mapuche”, buscar
en los procesos de descolonización una forma de hacerle frente a las
formas con que la colonización mantiene un orden desigual y violento
hacia los pueblos racializados.
No es el patriarcado lo que
articula la vida social, pues no sólo nos relacionamos en tanto somos
hombres, mujeres o sexo-géneros intermedios. Si no hacemos una política
que considere el racismo, el colonialismo continuará su maquinaria de
violencia y muerte para los pueblos.
Como señala la teórica maya
Gladys Tzul, la lucha de los pueblos indígenas hoy es contra el
extractivismo, y desde lo mapuche nos hacemos parte de esta lucha, desde
territorios sitiados, donde la falta de agua, la amenaza de la
industria minera y de las forestales no para. Desde un feminismo mapuche
nos pensamos imbricados, no fragmentados. Volviendo al inicio de esta
reflexión, el pueblo mapuche ha incorporado muchos otros saberes siempre
que le han servido para sobrevivir. Y entre ellos hay saberes
feministas. Pero, por todo lo expuesto, argumento que el feminismo
hegemónico es un occidentalismo que no se puede simplemente incorporar,
más bien debe ser develado críticamente.
Con Yuderkys Espinoza nos
encausamos a “pasar de una vez por todas a producir y visibilizar de
forma amplia nuestra propia interpretación del mundo, como tarea
prioritaria para los procesos de descolonización. Una tarea que debe
estar acompañada de procesos de recuperación de las tradiciones del
saber que en Abya Yala han resistido al embate de la colonialidad, así
como aquellas que desde otras geografías y desde posiciones críticas han
contribuido a la producción de fracturas epistemológicas”.
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