Bogotá, 10 nov. 10. AmecoPress/SEMlac.- Un puñado de voluntarias de Chocó, la provincia de mayor pobreza en Colombia y una de las más afectadas por el desplazamiento forzado, forjó el único banco que no pide garantías para los préstamos, sino que se basa en la palabra de la mujer y en la confianza: el Banco de las Mujeres.
"Nos dimos cuenta de que las mujeres tenían más compromiso y quisimos reconocer su capacidad para la administración, por eso decidimos que los préstamos serían para las chocoanas. Así, además de apoyarlas, se respalda a sus familias y a la comunidad", explicó Adriana Elisa Parra, directora de Funbichocó, la organización que administra esa entidad financiera.
Parra es como la mayoría de las chocoanas, una mujer afrodescendiente y, como muy pocas, ha alcanzado altos títulos académicos, tales como Doctora en Geografía Humana y magíster en Desarrollo. Hoy día está vinculada a la Universidad UC Davis, en Estados Unidos, desde donde gestiona las cenas para recaudar los fondos que nutren al banco.
Hace 20 años, esta mujer y otros académicos y "soñadores" se unieron para ayudar a su gente. Pensaron que la educación era lo primordial, pero decidieron consultar a la comunidad antes que implantar algún proyecto educativo. Para su sorpresa, la gente de Yuto, una municipalidad en medio de la selva del Pacífico colombiano, opinó que su prioridad era la salud.
En lugar de abandonar la idea o cambiar de localidad, el grupo decidió afrontar el reto de responder a la necesidad que reclamaba la comunidad. Buscaron aliados con experiencia, como la Secretaría de Salud y la Cruz Roja, y coordinaron talleres de capacitación, de los cuales se graduaron 39 mujeres y un hombre como promotores rurales de salud.
"Eso nos abrió las puertas para empezar el proyecto educativo con el Sistema de Aprendizaje Tutorial (una exitosa metodología desarrollada para zonas rurales). La mayoría del estudiantado eran mujeres dedicadas a la minería, que le apostaron a la educación porque vislumbraron que las minas no iban a darles oro por mucho más tiempo", recuerda Parra.
Posteriormente, algunas de ellas recibieron capacitación especializada y se hicieron auxiliares de enfermería, explica en la capital colombiana. Esta iniciativa fue escogida para participar en ExpoPaz, una feria de experiencias exitosas de construcción de paz de las regiones, que se realizó en Bogotá del 27 al 29 de octubre.
A comienzos de los años noventa empezaron a llegar a Quibdo, la capital chocoana, familias de desplazados huyendo de la violencia del conflicto armado, de las masacres, amenazas y violaciones.
"Yo empecé a leer a Mohammad Yunus, quien demostró que con poco dinero se podía potenciar a la gente. Queríamos un programa que no los convirtiera en mendigos y que no fuera asistencialista, como los proyectos que había hecho el gobierno, que al terminar la gente quedaba sin nada y a la espera del siguiente proyecto", clarificó Parra con tono afable y seguro.
Yunus, Premio Nobel de la Paz 2006, desarrolló el concepto de microcrédito y creó el banco Grammeen en Bangladesh para personas que no pueden acceder a préstamos bancarios tradicionales. A diferencia del sistema creado por Yunus, el Banco de la Mujer cobra un interés crediticio de apenas tres por ciento, mientras que en la región la tasa es de 20 por ciento.
Funbichocó se inspiró en el banco Grammeen, pero desarrolló una metodología acorde con la realidad del Chocó.
"Primero escogimos los barrios con más población desplazada y volvimos a consultar a la comunidad, la cual aprobó la idea del banco. Luego hicimos capacitación en valores, pues queremos que las mujeres reconozcan que el banco es de ellas y que desarrollen redes de solidaridad entre ellas", puntualizó Parra.
Dado que el crédito es para apoyar un proyecto de generación de ingresos, Funbichocó contó con el apoyo del Servicio Nacional de Aprendizaje (entidad gubernamental de capacitación), el cual brindó instrucción en contabilidad, creación de microempresas y crianza de aves de corral, entre otros cursos.
"Al principio las mujeres no querían capacitación. Pero, a medida que fueron recibiéndola, descubrieron el sabor del conocimiento y ya no había que convencerlas para que asistieran a los talleres. Por ejemplo, con el curso de contabilidad ellas se asombraban de que su trabajo debía ser contabilizado en el presupuesto, ya que nunca habían valorado monetariamente lo que hacían. Al cabo de dos meses, ya preguntaban cuándo sería la siguiente ronda de capacitación", relata Parra dibujando una sonrisa.
Tras la capacitación, Funbichocó realiza una visita a las demandantes de préstamos para verificar el microcrédito y si podrá contribuir a la marcha del proyecto para el cual piden dinero, dado que el préstamo es máximo de 167 dólares americanos.
"En tres años de funcionamiento del banco, las mujeres ya lo sienten propio, proponen a otras mujeres para ser beneficiarias y recomiendan cuáles son ’buena paga’; y además en sus rostros se nota que la dignidad volvió", agrega su gestora.
En 2007 se organizó la primera cena de recolección de fondos en Estados Unidos. Se recaudaron 3.600 dólares, capital con el que empezó a funcionar el banco y que permitió otorgar microcréditos a 36 mujeres. Ya se han hecho cuatro cenas y manejan una cartera de 16.667 dólares.
El banco, dice Parra, "rompió el estereotipo de que en el Chocó no hay cultura del crédito y del ahorro". A la fecha, se han entregado más de 200 microcréditos con una devolución del 97 por ciento, y el banco tiene presencia en 13 barrios de Quibdó y en tres municipalidades de Chocó.
La mayoría de los microcréditos han servido para apoyar iniciativas comerciales, tales como tiendas de artículos, negocios de alimentos y venta de minutos de telefonía celular. "Actualmente los mejores negocios de Yuto son los de mujeres del banco, como el almacén de ropa y otro de productos y servicios de belleza", asegura Parra.
Entre las beneficiarias hay afrodescendientes, indígenas de la etnia Embera, y también mestizas desplazadas de la provincia vecina de Antioquia. Cinco personas que trabajan sin remuneración en la sede de Funbichocó se encargan de la operación del banco, y en Estados Unidos y Bogotá hay grupos de voluntarios que apoyan la recaudación de fondos. Una de esas voluntarias es María Lucía Amorocho, quien funciona como relacionista pública del banco en Bogotá.
"Me di cuenta que no querían que el banco fuera ’flor de un día’, que es algo que genera desesperanza y hasta cinismo. No era como los proyectos que traen las agencias internacionales, que ejercen mucha presión por la demanda de resultados a corto plazo. Funbichocó parte de lo que quiere la comunidad y va al ritmo de la misma. Por eso me vinculé", asevera.
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