Alberto Aziz Nassif
Las reformas aprobadas durante el pasado periodo ordinario de sesiones dejan un escenario de claroscuros. Uno de los objetivos del cambio de reglas es la recuperación de las capacidades regulatorias del Estado para restablecer el arbitraje de los intereses. Sin embargo, después del desastre que dejaron los gobiernos panistas, la recuperación del Estado se puede dar con una estrategia de control que no pase los estándares democráticos, una mezcla de regreso al pasado, pero en los nuevos tiempos. La fórmula es: consensos entre gobierno y oposición para un reacomodo de intereses que no modifica el modelo económico ni un centímetro. No se altera la desigualdad, ni se amplían los derechos democráticos, pero sí hay un cambio positivo en la imagen del país.
Se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío. Los optimistas podrán decir que vamos muy bien, que las reformas importantes han empezado a salir, la educativa y la de telecomunicaciones, y que vienen otras. Pero los pesimistas dirán que faltaron cambios importantes, como la pieza en contra de la corrupción, limitar el fuero de los legisladores y gobernantes, regular el desastre del gasto en los estados, darle autonomía al IFAI, hacer un modelo universal de derechos sociales y un largo etcétera. Para los que consideran que ya se ganaron las principales batallas habrá que decirles que todavía faltan piezas estratégicas que estarán en la letra chica, en las leyes secundarias, que pondrán en operación las reformas y delimitarán sus alcances reales.
Lo que no se ha develado con suficiente claridad es que el Pacto por México y las reformas son perfectamente compatibles con el modelo económico. No se ve un cambio en la forma de integración de México al mercado global, seguiremos con un régimen de subcontratación, en donde la maquila representa 60% de las exportaciones y el trabajo informal llega ya a 60%. La competitividad seguirá basada en precariedad laboral y bajos salarios. ¿Dónde está la agenda de la izquierda dentro del Pacto?
Entre el Pacto por México y el Congreso hay tensiones y reclamos de autonomía, pero sobre todo rezagos y agregados. El país de las elecciones permanentes y búsqueda de los votos que se han contrapuesto a la lógica de los consensos. Incluso se podría señalar que si fuéramos país democrático no habría problema entre legislar y hacer campaña, porque el juego sería limpio. Pero no es así. El clientelismo se impone y los programas sociales pasan a ser parte del intercambio de favores por votos. El que tenga más dinero y programas sociales gana más votos. La oposición, que cada día se ha borrado más, fabrica la pieza para que el Pacto pase el río electoral entre un periodo de sesiones y otro. El famoso adéndum al Pacto es la pantalla que justifica la permanencia en la mesa de negociación, mientras los gobernadores hacen sus operativos políticos. El problema es que el modo de operación del PRI, que han imitado mal PAN y PRD, es el mismo de antes. Ya hemos visto muchas veces esa película.
En estos meses del nuevo sexenio se ha dado otro factor que ha acompañado la vida política de México: el cambio de imagen del país en el escenario internacional. Es impresionante observar cómo se reconstruye la narrativa de un país en poco tiempo. Hemos pasado, sin saber porqué, de ser casi un Estado fallido, con una violencia exponencial de muertes y víctimas que han dejado una experiencia traumática y un desastre institucional, al país del futuro; hemos pasado de un alto nivel de monopolización económica y captura del espacio público, a ser un país de sueño, como dijo Obama. México es y será muy pronto, según la construcción mediática de cierta prensa internacional, uno de los países de más crecimiento y tendrá una notable consolidación. Así lo han dicho medios como The Economist y calificadoras como Fitch le suben la nota al país. Lo que se conoce como ‘el momento mexicano’ es una construcción de apoyo y premiación a uno de los alumnos mejor portados del consenso de Washington. ¿Se quiere reconocer a México para abrir ventanas a la inversión, sobre todo ahora que Europa está en una crisis terrible y que otros de los países emergentes han bajado su ritmo de crecimiento?
Otra vez es el vaso no sólo medio lleno, sino casi desbordante. ¿Dónde quedan la pobreza creciente, la desigualdad inamovible, la precariedad laboral, los monopolios, la corrupción visible de forma cotidiana y el clientelismo generalizado? Como en el juego de las tres tazas, ¿dónde quedó la bolita?
Investigador del CIESAS
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