Un derrumbe de la industria textil en Bangladesh deja cerca de 1200 personas muertas y 2500 heridas, la mayoría mujeres
Madrid, 14 may. 13, AmecoPress. El
número de personas muertas en el Rana Plaza, el edificio situado en
Dhaka (capital de Bangladesh) que el pasado 24 de abril se derrumbó
asciende cada día. Hasta ahora el resultado es la escalofriante cifra
de 1.127 víctimas –mujeres en su mayoría- y 2.500 personas heridas.
Este episodio ha dejado ya un rastro de tremendo dolor en el país
asiático y supone un revulsivo para las conciencias occidentales.
El accidente
nos vuelve a recordar el precio que se paga en muchos países
productores a causa de un sistema cuyo máximo valor es el dinero. Que
justifica y promueve que multinacionales del sector textil externalicen
la confección a países empobrecidos gracias a las ventajas fiscales que
obtienen y a la posibilidad de disponer de mano de obra barata. Y que
relativiza la responsabilidad personal por esta catástrofe de aquellos
que se benefician de las pésimas condiciones laborales y de seguridad
que las trabajadoras de esta fábrica tenían que soportar. Y es que,
pocos días antes de que el edificio se derrumbara, ya habían aparecido
las primeras grietas en las paredes y el techo del edificio, pero la
dirección había ordenado a las personas empleadas que continuaran
trabajando.
Caras de la violencia económica
La misma moda
que esclaviza con sus imágenes tramposas de perfección en una parte del
mundo somete a la más cruel violencia económica en la otra. Y el mayor
porcentaje de las víctimas, en ambos lados, son mujeres.
Compran y
fabrican las líneas de ropa diseñadas por Primark y Bon Marche (Reino
Unido), Walmart (Estados Unidos) y Mango (España). Y por
multinacionales como la inglesa Benetton, la española El Corte Inglés,
la sueca H & M y otras empresas de las que se encontraron etiquetas
entre los cadáveres.
Ahora bien, partimos de condiciones diferentes. Una
trabajadora gana en esa industria textil bengalí la mísera cantidad de
30 euros al mes, o sea, menos de 20 céntimos la hora en caso de que su
jornada fuera de solo 40 semanales, lo que es mucho suponer. Lo que
permite a las empresas ofrecer productos más baratos que la competencia
gracias a una mano de obra a precio de explotación.
Esto es
conocido por los Gobiernos e instituciones. Desde el año 2005, la red
internacional Campaña Ropa Limpia ha contactado con las principales
empresas europeas que suministran en Bangladesh alertando sobre la
inseguridad en las fábricas y reclamando que se adopten medidas
urgentes y coordinadas de prevención de accidentes.
Bangladesh es
el país del mundo con costes más baratos de producción en la industria
de la ropa y por eso empresas de todo el mundo, incluida China, están
trasladando parte de su producción al país asiático, constata la
Campaña Ropa Limpia. Según datos de la Federación Nacional de
Trabajadores del sector Textil de Bangladesh, en los últimos 15 años ha
habido unos 600 muertos y 3.000 heridos en accidentes ocurridos en
fábricas textiles (incendios o derrumbes) en el país.
La Campaña
Ropa Limpia en España ha acogido "con esperanza y cautela" que algunas
de las empresas implicadas en la tragedia del Edificio de Rana Plaza en
Bangladesh hayan anunciado un plan de ayudas para compensar a las
víctimas y los familiares de las personas fallecidas en el accidente.
"Confiamos en que las empresas que por el momento han asumido
responsabilidad en este trágico suceso, se coordinen y trabajen con los
sindicatos de Bangladesh, el sindicato IndustriALL y las organizaciones
de defensa de los derechos humanos en la industria de la ropa" recoge
la red internacional en un comunicado.
Pueden evitarse
La
organización, que lleva desde 1989 trabajando por la mejora de las
condiciones laborales en este sector y que se encuentra activa en 14
países europeos, sostiene que el cálculo y reparto de la carga de las
indemnizaciones a las familias de las personas que murieron y a las
personas heridas, debe basarse en las mejores prácticas empleadas en
anteriores tragedias relacionadas con la falta de seguridad en las
fábricas de la industria textil bangladesí.
De esta forma,
las multinacionales tendrían que asegurarse que los trabajadores y
trabajadoras reciben los salarios que se les deben, una ayuda económica
para pagar la asistencia médica y facilidades a las personas heridas
para encontrar un nuevo empleo una vez recuperadas.
A esta labor,
se suman campañas desarrolladas en países occidentales como la
iniciativa de ‘ConsumeHastaMorir’, que ha trabajado junto a alumnas y
alumnos de la Universidad Carlos III en un taller sobre consumo
responsable y contrapublicidad. Son testimoniales intentos de oponerse
a unas prácticas basadas en la esclavitud y que conducen a la muerte a
miles de personas en una parte del planeta mientras, en la otra,
aumenta el paro y se reducen los ingresos públicos. Lo cual debería dar
lugar a compromisos y acciones más contundentes.
Los medios de
comunicación se hicieron eco de la noticia y algunos la llevaron al
seno de sus debates y centro de artículos de opinión. Pero el análisis
y tratamiento no pudo deshacerse de la superficialidad y la inmediatez
propias de la época.
El mundo es
hoy más propiedad que nunca de las grandes multinacionales. Echan mano
de ingenierías económicas permitidas por la ley, utilizan paraísos
fiscales para exportar o declaran sus ganancias allá donde los
impuestos son más bajos. Es legal, sabido e incluso promovido desde los
centros políticos de poder. De vez en cuando hay grandes declaraciones
de intenciones pero la política parece haberse rendido definitivamente
al mercadeo y sus grandes gestores. Y las mujeres, seguimos siendo
víctimas.
Fotos archivo AmecoPress
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