Escrito por Jorge Meléndez Preciado
A finales de los años
50, cuando la Revolución se bajó del caballo y se subió al Cadillac
–automóvil que regresó para las pretensiones de una clase rica que del
pulque ha pasado a las revistas del corazón y de sociales aunque su mal
gusto continúa siendo evidente–, existió un señor Jaime Merino que en
Pemex hacía negocios con los camiones que distribuían el combustible.
Los transportes tenían doble fondo y una parte la llevaban a las
gasolineras y otra se la apropiaba quien también era funcionario de la
empresa. Gracias a una investigación de mi amigo, el recordado Antonio
Caram, todo se descubrió.
La
“talacha” periodística trajo el arresto del mencionado hampón, pero
nunca supimos quiénes también se enriquecían con tan evidente negocio.
Ya se sabe que en esos trafiques, únicamente se descubre al ladrón
notorio pero jamás se jala la liga para evidenciar a los de más arriba.
Luego la paraestatal, ha sufrido muchas
atrocidades. De ella han manado innumerables recursos para todo. Lo
mismo a la campaña presidencial de Francisco Labastida –cuyos
maquiavélicos organizadores: Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana,
fueron recompensados con diputaciones y senadurías–, que los hijos de
Martha Sahagún, quienes hicieron mil tropelías y nunca sufrieron alguna
sanción, hasta que uno de ellos aceptó su culpa en un tribunal de
Estados Unidos, Manuel (Nancy Flores y Miguel Badillo en Contralínea lo documentaron antes). Lo que no importó a Chente y Marthita para continuar dando lecciones de moral en el rancho del botudo.
También los grupos criminales, Zetas y
demás pandilleros, han ordeñado los ductos para saquear la riqueza
petrolera, vendiendo gasolina en muchos lugares públicos. Algo que
curiosamente no ha sido descubierto por las diferentes fuerzas armadas,
tan prestas a obedecer órdenes de la DEA y la CIA.
Claro, hace poco se dio a conocer que
el citado Romero Deschamps posibilitaba que su hija viajara en avión
privado con sus mascotas por todo el mundo. Y que su vástago, Carlos
Romero Durán, tuviera dos departamentos en Miami, EU, de más de 7. 5
millones de dólares, con prediales de 125 mil de billetes verdes por
año. Al ser interrogado su ilustre papá, simplemente dijo que él no era
el contador de su chamaco. ¡Vaya cinismo!
Pero recientemente nos enteramos de
algo que ya sabíamos pero se constató por la declaración de Peter Paul
Muller, ejecutivo de Siemens: César Nava, muy cercano a Felipe
Calderón, ordenó no cobrar dos cartas de crédito a esa y otras empresas
por 102.8 millones de dólares. Incluso para hacer que se reintegrara
ese monto a Pemex, la empresa envió a una ejecutiva, Lucía Munive, a
Seul, Corea, pero al llegar a esas tierras se le indicó que diera
marcha atrás y si no lo hacía sería despedida y acusada penalmente (Reforma, 14 de mayo).
El que fuera director jurídico de
Pemex, después secretario particular de Felipe Calderón en la
presidencia de la República y un pésimo dirigente nacional del PAN ha
negado, obviamente, las acusaciones. Pero ahora gracias a Muller tendrá
que hacer otra cosa más que declaraciones. Y el asunto, además, debe
preocupar grandemente a su jefe de siempre, el becario de Harvard, pues
ya no podrá continuar presumiendo el gobierno eficaz que dijo haber
realizado durante su sexenio.
Es bueno recordar, por ejemplo, la
liberación de varios personajes y generales que fueron a la cárcel
siendo inocentes, las decenas de miles de víctimas que hubo durante la
gestión calderonista y la ruina en la que dejó al país, el cual ahora
está en franca decadencia económica y sin recursos.
Regresando a César Nava, antes supimos
que compró a su novia Patricia Sirvent (2008), mejor conocida como
Patylú –quien tiene una canción famosa, “La vaca Tomasa”–, un
departamento en Polanco de 15 millones de pesos. Algo fuera de serie ya
que su salario no era mayor al de 1 millón de pesos anuales, cuando
más ingresos obtuvo.
En aquel entonces, su partido, el PAN,
intentó refutar las informaciones y dijo que el costo del predio era
de la mitad: 7 millones 200 mil pesos. Y que el mismo fue comprado a
plazos. Nava ni siquiera pronunció una frase corta.
La actual denuncia de Pemex muestra,
otra vez, que funcionarios van y vienen, parientes gozan de las mieles
de esa empresa que debería ser una palanca del desarrollo mexicano, y
contratistas como Jaime Camil, quien también vende armas al ejército,
hacen de las suyas en los negocios petroleros.
El asunto tiene, sin duda, una gran cola.
Es un estate quieto para
Felipe Calderón y sus acólitos actuales: Ernesto Cordero y Javier
Lozano, para que no hagan más olas al famoso Pacto por México.
También muestra que no sólo el PRI es
deshonesto en serio, con ejemplos tan dramáticos como Carlos Romero,
Javier Duarte y los operadores electorales que aparentemente ya no
están en Sedesol pero siguen actuando, sino que en el PAN también hace
quesos (Larrazábal, dixit).
Asimismo es una espada de Damocles
contra la oposición para que tenga mucho cuidado en las elecciones que
vienen, las cuales en muchos lugares serán competidas, especialmente la
gubernatura de Baja California y la alcaldía de Puebla.
Y podría ser, aunque lo dudamos
enormemente, que el actual gobierno con casi seis meses de vida
necesite llevar a la piedra de los sacrificios a una víctima más ya que
el efecto Elba Esther Gordillo ha pasado.
Aunque como dice un amigo monotemático,
también puede tratarse de un nuevo episodio con el fin de privatizar
Pemex, mostrando la gran corrupción de sus funcionarios.
De lo que sí estamos ciertos, es que no
es un inicio de lo que el país necesita: un embate contra la corrupción
política y privada. Lástima.
@jamelendez44
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