José Luis Contreras y Óscar Alzaga*
Desde el ascenso del
neoliberalismo impulsado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, así como
la caída del socialismo, los sindicatos del mundo reducen membresía y
peso en el trato obrero-patronal en la arena internacional. En México
desde 1982, pero pactan con el Fondo Monetario Internacional (FMI) los
topes salariales desde 1977.
La decaída de los sindicatos no fue igual para todos; varios factores
intervinieron. En los años 80 a los europeos los acompañó la
integración de la Unión, una política progresista. En cambio el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en los 90 fue un arreglo
neoliberal excluyente. La década de 2000 en América Latina cambió en
favor de gobiernos democráticos y sociales. En contraste, en ese tiempo
Europa giró a la derecha.
De 1970 a 1982 México vería los últimos vestigios de economía mixta y
nacionalismo. Los sustituye una política peor: el neoliberalismo lleno
de promesas que fue desmantelando al Estado social, el paraestatal y la
relativa soberanía exterior. (No se rompió con Cuba, se apoyó la lucha
de El Salvador, se creó Grupo Contadora y respaldó el exilio
internacional.) Hubo grandes luchas contra la política neoliberal: en
las elecciones de 1988, 2006 y 2012; la reforma eléctrica la frena el
Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) en 1999, a la reforma
petrolera la impide la lucha ideológica en 2008. Las luchas del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), mineros, maestros, migrantes
de la primavera de 2006 en Estados Unidos (EU), Ayotzinapa y otras. Pero
fueron insuficientes.
Y el neoliberalismo siguió. Sin planificar ni evaluar aplicó el
modelo, de modo frontal se fue contra la Revolución de 1910, la
Constitución de 1917 y la obra cardenista de 1934-40, incluso la
posterior: IMSS, Issste, Infonavit, utilidades, las estatales Luz y
Fuerza del Centro, mineras, siderúrgicas, ingenios y otras. De igual
modo la política exterior es más entregada el capital trasnacional y a
EU. Ahora juegan otro papel los medios de comunicación, la mentira es
parte de la política oficial; los sindicatos de una estrategia
empresarial y de Estado. Borran la historia en las escuelas y en la
conciencia del pueblo, las enseñanzas de sus luchas, triunfos y
derrotas. Claves para la lucha ideológica y política.
Los sindicatos y la tasa de ganancia del capital
¿Qué papel tiene el sindicato en la política y la
economía? Sabemos que sirven para defender los intereses y derechos de
los trabajadores ante los patrones. Pero también afectan el mercado
interno, el reparto de la riqueza y la desigualdad social, porque
influyen en la tasa de ganancia empresarial, el costo de la mano de obra
y el empleo; por tanto, afectan la economía y la política del país.
Por su naturaleza colectiva los sindicatos son fuerzas políticas y en
una sociedad de clases los intereses que representan chocan con los del
patrón. Por eso desde hace décadas se ejerce el control de la mayoría,
pero ahora van más lejos: quieren sindicatos blancos.
Jurídicamente fueron concebidos para la defensa de sus socios. Pero
la lucha de clases desigual deforma esa función. El Estado y los
empresarios les impiden ejercer sus derechos: de libertad sindical, de
independencia política y de autonomía organizativa en sus acciones,
bases indispensables para la acción y unidad de los trabajadores.
A los neoliberales los caracteriza el lucro irracional, las
concesiones mineras sin medida; la reforma energética revela abusos de
todo tipo, a costa de bajísimos salarios, de accidentes de trabajo, de
malos servicios de salud y educación. El trabajo no es productivo ni
racional, es explotación virulenta sin defensa sindical. El capital
confunde las ventajas comparativas con los abusos, pues los bajos
salarios no tienen justificación. Su visión del trabajo es de una
mercancía, lo contrario a la Constitución y los derechos humanos. El
control de los sindicatos –para ellos– es una variable económica
redituable.
El sindicalismo de lucha de 1936-46 fue de grandes logros al frenar
los abusos patronales de Monterrey con la huelga vidriera; la huelga
general del SME en el centro del país crea un contrato colectivo de
trabajo bilateral; la huelga de 25 mil jornaleros de la comarca lagunera
inició la reforma agraria, la única que afectó la propiedad privada;
las huelgas petroleras de 1933-34 y 1937 en las compañías extranjeras
impulsan la expropiación; la ola de huelgas de 1943-44 descongelaron el
salario; la huelga general minera de 1944 fue antimperialista, etcétera.
Pero la Confederación de Trabajadores de México (CTM) de los años
siguientes pasó a ser subordinada de gobiernos: con Miguel Alemán apoyó
los charrazos en sindicatos independientes. No obstante,
defendía los contratos colectivos de trabajo, las conquistas de la ley
laboral y el IMSS. Pero ahora pasa de resistir al neoliberalismo con
Fidel Velázquez a la entrega total, se desliza hacia el sindicalismo
patronal.
Hoy la mayoría de los sindicatos abandona la lucha por la defensa de
sus derechos, pocos impulsan la libertad sindical, la independencia
política y la autonomía de sus organizaciones. Ceden el paso a los
contratos colectivos de protección patronal, al trofeo oficial de
cero huelgas, a los recuentos sindicales los promueven los patrones. Como nunca, se ocultan los contratos colectivos, los estatutos y los registros sindicales a los titulares de esos derechos –los obreros–, en toda la provincia.
Los contratistas ocultan la responsabilidad patronal en la maquila de
la frontera, la automotriz y autopartes, en empresas de la oligarquía,
la principal beneficiaria del atraso sindical. O, enemigo principal de
los derechos históricos sindicales. Para ellos es estratégico oponerse a
los derechos de la libertad, independencia y autonomía sindicales.
En tales condiciones: ¿podrá resurgir el movimiento obrero? Creemos
que sí, porque nada hay más justo y legítimo en los seres humanos que
recuperar sus propios derechos. ¿Podrá el pueblo recuperar su soberanía?
Creemos que sí, todas son tareas comunes del pueblo.
*Abogados de la ANAD
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