CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Hace algunos años, quizá una década, nadie
se imaginaba el infierno dantesco que hoy vivimos y que lamentablemente
se ha tornado para muchos en algo normal.
México, un infieron dantesco. Foto: Félix Reyes
En el inframundo mexicano de hoy tenemos escenas grotescas, propias del cine gore y que no se ven en ninguna parte del mundo, incluidos los países que han sido gobernados por dictadores de mala sangre.
En un solo día o por la noche podemos ver cuerpos mutilados, fosas
clandestinas regadas por cerros, montañas y hasta en patios de casas,
niños sicarios que cobran unos cuantos pesos por asesinar a alguien,
adultos embrutecidos por la drogas capaces de desaparecer a cientos en
tambos llenos de ácido, niñas y mujeres ejecutadas a plena luz del día,
pederastas sonriendo a las cámaras, adolescentes en clases de mutilación
de cuerpos, policías y soldados torturando, curas abusando de niños y
políticos gobernantes, banqueros y financieros compartiendo la mesa con
los líderes del crimen organizado.
Dante Alighieri tendría que reescribir su poema La Divina Comedia si estuviera una temporada en México describiendo el infierno diario que hoy vivimos.
Pero ya no sería una comedia-poema la que tendría que escribir
porque ya no tendría un final feliz, sino una novela con tintes
terroríficos, donde habría de estar la Coatlicue con su falda de cráneos
y serpientes como guía del inframundo mexicano.
El viaje de Alighieri por México podría empezar como turista por
Acapulco el pasado fin de semana. El infierno tropical del puerto sería
el arranque para describir el miedo que pasaron los turistas y
habitantes por el enfrentamiento de una hora y media entre pistoleros y
policías. Luego, ahí mismo en Guerrero, una visita guiada por la montaña
para mirar los campos de amapola trabajados por niños y mujeres con la
piel pegada a los huesos como muertos vivientes.
Después, hacia los cerros donde decenas de mujeres y hombres
agachados escarban las entrañas de la tierra buscando huesos de sus
familiares desaparecidos.
El viaje de Dante podría continuar hacia Morelos, donde no hay día
que pase sin asaltos, ejecutados y asesinados por los pueblos indígenas
donde las drogas han sustituido al alcohol.
Como si fuera un deporte de alto riesgo, el poeta italiano podría
seguir por Veracruz, mirar los cuerpos incinerados del complejo
petroquímico de Coatzacoalcos y luego seguir la ruta de los migrantes
centroamericanos para contemplar las violaciones a las mujeres, las
golpizas a los hombres y jóvenes que son extorsionados por criminales y
policías que, al final, son lo mismo.
Posteriormente, podría dirigir sus pasos hacia el Estado de México o
hacia Tamaulipas donde la gente ya no sale a la calle o a las carreteras
en la noche porque son controladas por hordas motorizadas de criminales
que transportan droga, armas e ilegales con la anuencia de policías y
militares que les cuidan la retaguardia.
También podría tomar la ruta del pacífico y virar hacia Michoacán,
donde los Caballeros Templarios y sus coterráneos del Cartel de Jalisco
Nueva Generación cocinan miles de pastillas psicotrópicas que
transportan por tierra, mar y cielo hacia Estados Unidos. Lo mismo que
el Cartel de Sinaloa o el de Tijuana.
Pero en la nueva obra de Dante ya no habría nueve infiernos, sino
decenas porque en cada uno de los rincones del país hay miles de
tragedias humanas con pecados como la abulia, la lujuria, la gula, la
ira, la envidia, la avaricia y el orgullo convertidos en virtudes
públicas entre los gobernantes.
Tampoco sería una divina comedia con un final feliz, pues tendría que
contemplar los círculos del infierno en los cuales al final de uno se
empieza describiendo el absurdo infernal en que se ha convertido vivir
en México en este arranque de siglo.
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