Por: Sergio Rincón
(05 de mayo, 2016).- Es la tarde del 4 de mayo de 2006. Adán Espinoza, uno de los líderes del Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT)
de Atenco, se encuentra mal herido en la clínica del pueblo. Mientras
el Sol cae y las llamas arden en aquel municipio del Estado de México,
un grupo de personas entran por el hombre de costillas rotas y pecho
inflamado por el golpe de una cápsula de gas.
“Mi familia y otros compañeros entraron por mí y me llevaron a la
sierra. Ahí me escondieron. Pude descansar, fue el descanso más
reparador de mi vida. En aquel momento todas las policías ya me andaban
buscando”, comenta Adán a Revolución TRESPUNTOCERO, mientras los
dedos de su mano izquierda se extienden por su barbilla y con su mano
derecha empuña un machete que tiene pintado en sus caras y en su filo la
frase “Zapata vive”.
En aquel 2006, él ya vivía con otra mujer, eso provocó que no lo
buscaran en su antiguo hogar. “Por algo pasan las cosas. Qué bueno que
ellos sabían que ya no andaba en la otra casa. Porque si hubieran
llegado, habrían violado a mi hija”, opina Adán.
Justo en algún sitio del valle que se extiende por todo Texcoco fue
donde inició su vida como prófugo de la justicia. Pasaron cuatro años de
caza y escape para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)
pidiera la liberación de los líderes del FPDT y se dejara de perseguir a
los hombres, que como Adán, se encontraban en el exilio.
A 10 años de aquel episodio, Adán cuenta esta historia y dice que no
guarda odio, porque justo “el odio mata a quien lo experimenta, no al
agresor”. Mientras avanza en la marcha por los 10 años del “mayo rojo”,
comenta que esa energía la destina a la lucha en defensa de la tierra,
que desde hace 15 años surgió en Atenco, ante el proyecto de la creación
de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México.
El contingente marcha sobre Paseo de la Reforma. Los cuetones
estallan en el cielo y las consignas, acompañadas del ruido de tambores y
trompetas, llaman la atención de los paseantes. “Disculpe por
interrumpirlos, pero tenemos que informar que nos quieren acabar. Que no
quieren dar marcha atrás con el aeropuerto de la muerte”, dice por el
micrófono América del Valle, quien hace 10 años tuvo que exiliarse para
impedir su captura.
Los machetes de Atenco una vez más están en las calles. Una vez más
en medio de la exigencia de castigo contra quienes ordenaron aquel
“operativo rescate” que dejó un sinfín de violaciones a derechos
humanos, entre ellas tortura, violaciones sexuales y le arrebató la vida
a dos jóvenes, uno de ellos menor de edad.
“Le decimos a Patricia Mercado que los cuetones no contaminan a
comparación de la destrucción ambiental que dejará el aeropuerto”,
expresa América. Entre las filas, decenas de activistas, luchadores
sociales, personas sin afiliación, entre muchos, caminan padres de los
43 normalistas de Ayotzinapa y también jornaleros de San Quintín.
“Estamos con Atenco, nos hermanamos”, grita alguien al micrófono. Una
década ha pasado. Cientos de detenidos, decenas de prófugos, dos
jóvenes asesinados y cientos más de heridos. Por eso salen a la calle,
dice Ignacio del Valle. “No es fiesta, conmemoramos la fecha para
decirle al mundo que no olvidamos y que seguimos pidiendo justicia”,
refiere el líder del FPDT.
A “Nacho” lo mantuvieron preso más de cuatro años en una cárcel
federal. “La tortura fue sistemática y de diferentes maneras. Yo no tuve
oportunidad de visita (por dos años), no podía salir al patio, me
agredieron por medio de la comida, más las lesiones”, narró Del Valle a Revolución TRESPUNTOCERO.
El luchador social asevera que a 10 años no se les olvida que los
golpearon, que violaron a sus mujeres y que esa orden vino del entonces gobernador Enrique Peña Nieto y del gobierno federal.
Hace 10 años, a esta hora, ¿dónde estaba?, se le preguntó. “Parecía
todo un sueño. No sé bien dónde, pero a estas horas estaba golpeado,
herido de todo el cuerpo, tirado en un charco de sangre en el
Altiplano”, cuenta Del Valle. Por esas agresiones, que como él,
sufrieron cientos de habitantes, no existen a la fecha culpables.
“Queremos justicia, porque no ha llegado”, grita “Nacho”, mientras el
Sol de mayo cae, mientras la marcha llega al Zócalo de la Ciudad de
México.
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