Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
El
tono pedante y de regaño sistemático, o bien el estilo autoritario del
titular de la Secretaría de Educación Pública (Secretaría Especial del
Precandidato, la llama Helguera en La Jornada del día 5: “¿Los
politécnicos qué? Que venga a debatir conmigo López Obrador”), empieza a
hacer agua pese al ilimitado apoyo del oligopolio mediático, y frente a
su jefe y amigo que todo indica le interesa o interesaba más la
construcción de una candidatura que la supuesta madre de todas las
reformas, la educativa de Enrique Peña Nieto. La educación, como casi
siempre al servicio de objetivos coyunturales y políticos, por no decir
politiqueros.
Innecesariamente, Aurelio Nuño presentó la cita como
una gran concesión a los estudiantes en paro desde el 20 de abril, en
las vocacionales del Instituto Politécnico Nacional y los resultados,
como era de esperarse, están a la vista. Los representantes de los
paristas no acudieron a la cita exigida, que no solicitada como divulgó
“Aurelio”, así lo llaman los dirigentes del movimiento, y lo emplazó la
Asamblea General Politécnica para que acuda a “la mesa de diálogo” del
jueves 12, en el auditorio Alejo Peralta, del Centro Cultural Jaime
Torres Bodet, en Zacatenco, a las 14 horas y que demandan transmita el
Canal 11.
Con singular falta de tacto, para no llamarla torpeza
política, el joven maestro en relaciones latinoamericanas por la
Universidad de Oxford, un mes después de negarse a dialogar con los
estudiantes del IPN, recorrió los micrófonos del oligopolio radiofónico
para mostrar a los paristas su “músculo político”, forjado en los
últimos nueve meses en que impone el proyecto educativo presidencial
apoyado en forma decisiva por la Policía Federal, el Ejército y la
Marina, con miles de profesores cesados, decenas de activistas y
dirigentes presos y tratados peor que los capos del crimen organizado.
La reforma que mayor consenso requiere es impuesta a sangre y fuego
desde el poder sexenal del grupo gobernante.
Tres encuentros del
director general del IPN, Enrique Fernández Fassnacht, con la Asamblea
General Politécnica (el 27 y 29 de abril y el 4 de mayo) resultaron
insuficientes por la actitud tanto arrogante –para muchos insufrible–
como errática de Nuño Mayer, quien auspició involuntariamente el
conflicto al pretender reimplantar el 1 de marzo la “subordinación
discrecional” del Politécnico a la oficina del secretario nativo de la
colonia Condesa, ignorando lo elemental, que es una institución
desconcentrada que cuida con celo su estatus conquistado en 1981.
Y
luego vino el discurso del “No se dejen confundir o engañar”, como
también acostumbra decirles a los experimentados y combativos –a veces
rayando en actos vandálicos– militantes y líderes de la Coordinadora
Nacional, a los que difícilmente se les puede exigir mayor “urbanidad”
en su lucha cuando está en peligro el trabajo, la plaza, el salario y
los alimentos por una reforma mucho más laboral que educativa. Los
especialistas dicen que punitiva.
Es muy oportuna la pregunta de
Raymundo Riva Palacio (El Financiero, 5-V-16): “¿Qué estaría pensando
Nuño cuando de la nada autorizó retomar el control vertical de la
institución? Seguramente ni cuenta se dio”, dice el autor de
Estrictamente Personal que le “comentó un funcionario federal que
durante mucho tiempo tuvo relación con él. Es posible. Pero también el
joven secretario tiene un talante autoritario que no debe soslayarse en
la interpretación del porqué, parafraseando un dicho anglosajón, si no
estaba roto, para que componerlo”.
@IbarraAguirreEd
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