César Navarro
La Jornada
El revuelo generado por
el anuncio de un acuerdo político-electoral entre grupos magisteriales
de Oaxaca y Andrés Manuel López Obrador para impulsar la campaña
electoral de Morena en esa entidad, desató la voz de alarma entre la
élite política gubernamental y los grupos empresariales que han apoyado
la imposición y exigido la aplicación de la reforma educativa,
privilegiando las acciones de represión, persecución y el despido
laboral de miles de profesores opositores a la medida. El primero en
poner el grito en el cielo fue el propio secretario de Educación,
Aurelio Nuño, quien durante una conferencia con los socios empresariales
de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en México advirtió que aun
cuando la reforma
marchaba a buen paso y estaba respaldada en la ley, no estaba garantizada su permanencia durante los siguientes años, ya que un
precandidato presidencial ha planteado abiertamente que si gana la echará abajo; por supuesto, se refería a López Obrador, sin mencionarlo por su nombre.
El acuerdo de Oaxaca finalmente se concretó a finales de marzo y fue
signado por el presidente nacional de Morena y los profesores que, a
título personal, determinaron participar al lado de ese partido –en el que varios maestros han sido postulados al Congreso local– en el proceso electoral para elegir diputados, presidentes municipales y gobernador. El denominado Acuerdo para la transformación de la Educación de Oaxaca señala que de triunfar Morena, el futuro gobierno local asumirá el compromiso de derogar la reforma en la entidad; expedir una nueva ley estatal de educación, sustentada en el Plan para la Transformación de la educación de Oaxaca (PTEO), elaborado por el magisterio democrático de esa entidad; la creación de una nueva Secretaría de Educación Pública Estatal, cuyo titular será propuesto por los docentes, y poner fin a la represión al magisterio oaxaqueño, entre otras cuestiones.
La decisión política de los maestros de Oaxaca ha conjurado el retorno del manoseado espectro del
peligro para Méxicocomo pretexto para defender la desprestigiada y declinante reforma educativa. Sin embargo, y pese a la campaña de Nuño y sus reiteradas declaraciones alarmistas y condenatorias relativas a la determinación política adoptada por profesores de esa entidad sureña en varios estados del país (Zacatecas, Tlaxcala y Durango, entre otros), grupos docentes y bases del magisterio disidente opositor a la reforma educativa han arribado también a acuerdos políticos con la dirección de Morena, similares al convenido en Oaxaca.
Esta nueva estrategia adoptada por segmentos magisteriales que han
luchado en contra de la medida educativa y planteado su abrogación, así
como de toda la secuela de las acciones de persecución laboral sobre su
desempeño docente, trasciende y va más allá de las múltiples y
persistentes formas de movilización desplegadas por la resistencia
magisterial durante todos estos años, y en modo alguno resulta
intrascendente o desdeñable.
Este primer paso quizá pueda proyectarse nacionalmente a corto
o mediano plazos y lograr la confluencia y aglutinar a un espectro más
amplio de movimientos sociales independientes que se propongan entrar a
la disputa del poder político y construir un amplio frente
político-social que disponga de la fuerza necesaria para desmontar las
reformas regresivas impulsadas por el gobierno y los consorcios
monopólicos nacionales y extranjeros, atentatorias de los derechos
sociales y el patrimonio común de los mexicanos; en primer término, la
abrogación de la reforma educativa. Un proyecto que no se reduzca al
ámbito de la negociación electoral o la obtención de cargos o puestos
dentro del espacio estatal, ni subsuma al movimiento magisterial dentro
de una organización política partidaria o erosione la independencia y
autonomía de su movimiento; en todo caso, un proyecto formado en torno a
una agenda y al compromiso de llevar a cabo cambios sociales profundos
que reviertan el deterioro de las condiciones de injusticia, pobreza y
exclusión que padece la mayoría de la población mexicana.
La fuerza y dinámica del movimiento magisterial pueden constituirse
en el referente articulador de muchas otras resistencias y luchas
sociales. La derogación de la actual reforma educativa sería una
cuestión ineludible que debería incluirse en primer término dentro del
programa de un gobierno surgido de una alianza político social y
popular. Quizá resulte aleccionador reconocer y valorar las
experiencias, participación e incidencia de los movimientos sociales
independientes en la transformación política de otros países de América
Latina.
Sin embargo, nadie puede garantizar a los maestros que éste sea el
único camino seguro para derrotar la reforma educativa. Bien sabe el
magisterio que el fraude y el robo electoral son prácticas permanentes
dentro del sistema político de nuestro país. A partir de su larga
trayectoria y experiencia políticas, el magisterio democrático
independiente seguramente sabrá definir si este camino puede ser viable o
si existe otra alternativa política posible a corto plazo.
Los caminos y senderos de la lucha magisterial sólo pueden ser determinados y caminados por los propios maestros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario