Venezuela, en la encrucijada
Para nadie es secreto que, desde hace seis años, la economía venezolana está en crisis. Su dependencia del ingreso petrolero es prácticamente total, y en esa nación sudamericana se juntaron roto con descosido: en 2013 murió Hugo Chávez, y ese mismo año comenzó el colapso de los precios internacionales de los hidrocarburos.
Por aquellos ayeres el precio de la canasta petrolera venezolana rondaba 120 dólares por barril, pero de ahí en adelante se hundió, con las previsibles consecuencias económicas. Algo similar sucedió en México, aunque aquí la dependencia del ingreso petrolero rondaba 40 por ciento del total. En el caso de la nación sudamericana, se aproximaba a 90 por ciento.
La década previa al colapso de los precios petroleros la economía venezolana registró un crecimiento de 5.9 por ciento (estadística de la Cepal) como promedio anual, pero a partir de dicho desplome la situación fue empeorando y desde entonces reporta números negativos. Además, Nicolás Maduro ni de lejos es Chávez.
En ese contexto, Estados Unidos ha metido el acelerador hasta el fondo y refuerza su intentona golpista de 2002, siempre disfrazada decruzada por la democraciay presionando a la comunidad de naciones para que le vistan su descarada intervención, sin olvidar, desde luego, que Venezuela cuenta con las mayores reservas petroleras del mundo.
¿Cómo va la economía venezolana? La Cepal nos ofrece un paseo temático: en 2018 el producto interno bruto (PIB) se redujo por quinto año consecutivo (15 por ciento), lo que supone una contracción acumulada de 44.3 por ciento respecto del registro de 2013. Por otra parte, desde noviembre de 2017 presentó tasas mensuales de inflación mayores a 50 por ciento, y en 2018 el índice mensual promedió 128 por ciento.
El año pasado se introdujeron modificaciones al sistema cambiario y el tipo de cambio oficial del bolívar respecto del dólar se depreció por quinto año consecutivo a tasas que superan 200 por ciento anual. Además, las reservas internacionales registraron una caída por cuarto año seguido, y entre diciembre de 2017 y noviembre de 2018 el retroceso fue de 9.1 por ciento.
Asimismo, 2018 representó el cuarto año sucesivo en que disminuyó la producción petrolera, y la contracción acumulada entre enero de 2013 y octubre de 2018 supera 50 por ciento. Esto ha provocado que, a pesar del aumento de precios de la canasta petrolera venezolana, durante 2017 y los primeros nueve meses de 2018 el sector público venezolano siga dependiendo de las transferencias de recursos provenientes del banco central.
El mencionado aumento de los precios del crudo ha permitido que las exportaciones crezcan 9 por ciento, lo que junto con el descenso de las importaciones (26 por ciento) produjo un pequeño superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, de acuerdo con estimaciones de la Cepal.
En agosto de 2018 el Poder Ejecutivo venezolano hizo público el Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad, consistente en un conjunto de medidas de política destinadas a estabilizar la inflación y retomar la senda del crecimiento de la economía.
Para 2019, de mantenerse la severa restricción externa que enfrenta el país, se espera una nueva caída del PIB (alrededor de 10 por ciento), inflación creciente, cuantioso aumento de los agregados monetarios y una depreciación significativa de la moneda.
Como se observa, el panorama es por demás complicado, pero en lugar de consensuar ayuda para superar la crisis económica, la fórmula mágica de Trump es la de siempre: golpismo, con factura petrolera.
Las rebanadas del pastel
Por cierto, la agencia rusa de noticias Sputnik divulgó un balance (Dos siglos: de la invasión a México en adelante) para dejar en claro qué tipo de democratización es la que Estados Unidos ha impuesto a América Latina. Ahora que Venezuela está en el ojo del huracán, bien vale recordarlo (consulte).
Twitter: @cafevega
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