El neoliberalismo es mucho más que corrupción
Los macroproyectos desarrollistas no benefician a los pueblos originarios
Ahora la ‘mafia en el poder’ es asesora presidencial
Alejandro Álvarez Béjar (Manzanillo, Colima, México, 1947), profesor de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estimó sin concesiones que “en el arranque del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hay luces y sombras. Necesitamos hacer que las luces predominen y las sombras se disipen para que pueda dar un resultado mejor”.
Desde su perspectiva, la nueva administración ha dado pasos tremendamente importantes como el ataque al robo de combustibles y decretar la desaparición del Estado Mayor Presidencial; sin embargo, “AMLO dijo que no se iba a endeudar, pero la Secretaría de Hacienda ya realizó su primera emisión de bonos de deuda por 2 mil millones de dólares. No son cualquier cosa. Entonces –se preguntó–, ¿vamos a seguir arrastrando el problema de la deuda?”
En entrevista exclusiva, Álvarez Béjar no dudo en identificar el talón de Aquiles del nuevo proyecto económico: la falta de una política fiscal bien definida.
El gobierno de la Cuarta Transformación llega con “altas expectativas de cambio, porque el deterioro es brutal –enfatizó–. La gente quiere una salida pacífica, ordenada y confianza en las instituciones. Si esto se consigue aunque sea parcialmente, será un gran avance.”
“Pienso que el cansancio de la población es grande, por lo que las expectativas son enormes. La esperanza es colosal. Será la prueba de fuego para López Obrador”, manifestó.
Alejandro Álvarez Béjar cursó la licenciatura en Economía, la maestría en Estudios Latinoamericanos y el doctorado en Sociología en la UNAM. Ha sido catedrático por más de 40 años en materias como Economía política, Historia de las doctrinas económicas y Estructura económica de México. Profesor visitante de la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad Internacional de Andalucía y la Universidad de California-Berkeley. En 2012 fue distinguido con el Premio Universidad Nacional otorgado por su alma máter, en el área de Docencia en ciencias económico-administrativas. También se le reconoce como uno de los principales promotores del proyecto político y periodístico denominado Punto Crítico, que en los años 70 y 80 aglutinó a exdirigentes del Movimiento Estudiantil de 1968 y a exmilitantes del Partido Comunista Mexicano (PCM).
— ¿Cuál es su opinión sobre el proyecto económico del nuevo gobierno?
— Mi primera observación es que debemos distinguir entre lo que se dice y lo que se hace. López Obrador ha insistido en querer establecer un gobierno antineoliberal; pero al menos en esta primera etapa de su mandato, no se aleja para nada de los planteamientos neoliberales.
El eje medular es la lucha contra la corrupción. El neoliberalismo se identifica con la corrupción. Por tanto, el combate a la corrupción es el combate al neoliberalismo. Pero el neoliberalismo es mucho más que corrupción. El neoliberalismo fue una política pública para recuperar la ganancia de los empresarios y para avanzar desmantelando el Estado de bienestar. Modelo que en el mundo desarrollado incluye educación, salud y seguridad social universales. En nuestro caso, es un Estado social incompleto porque ninguno de los tres elementos fue universal. Aunque sí fue un Estado con una orientación social producto de la Revolución.
En la versión de los pensadores neoliberales más agresivos, se habla de que el problema es el gobierno, lo que se requiere es abrir el mercado a la empresa; quitar todas las trabas porque los mercados se ajustan solos. Los desequilibrios que vivimos son reflejo de intentos de control que terminaron por descomponer el sistema. Se busca avanzar hacia lo que llaman el Estado mínimo. Después de 25 años, mi conclusión es que avanzamos hacia un Estado oligárquico porque en realidad, la riqueza y el poder se concentraron. Los grandes grupos empresariales controlan el 50 por ciento del PIB. Y no son más de 25. Ahora, si lo medimos como distribución del ingreso y de la riqueza, solo cuatro familias tienen alrededor de 8 por ciento del PIB: Slim, Salinas Pliego, Baillères y Larrea. Ese es un megapoder. La inversión pública se ubica en cerca del 3 por ciento del PIB, con tendencia a la baja.
No solo eso: es el único gobernante que se le considera de izquierda que entró al poder diciendo “no voy a subir los impuestos”. El fondo de este argumento es que no se pueden subir los impuestos porque ha prevalecido la corrupción, los gobernantes gastan el dinero y lo dilapidan. Entonces, lo primero que se debe hacer es controlar el gasto. Aquí tenemos la paradoja de un planteamiento teórico programático concentrado en la base de recortar el gasto. Incluso ya dio los primeros pasos con propuestas complicadas, como bajar el impuesto en la frontera. El dinero no alcanza y a los que les baja el impuesto es a los empresarios del norte del país que han sido los más privilegiados.
También ha dicho que subirá los sueldos empezando por el mínimo. Mi impresión es la siguiente: está buscando recrear el mercado de la frontera norte en beneficio de los capitales nacionales. Pero es una receta muy vieja que ha dado resultados pésimos. En las condiciones actuales, ante un aumento de ingresos o un dólar barato, la gente se cruza la frontera y compra del otro lado (en Estados Unidos).
En el presupuesto de 2019, se ven algunos intentos de mejorar el gasto de inversión para Petróleos Mexicanos (Pemex); pero los dos grandes elementos del gasto que crecen son el pago de la deuda y el gasto militar; binomio que acompañó todo el planteamiento neoliberal desde 1983; es decir, del régimen de Miguel de la Madrid a la fecha.
Por otro lado, el eje de la austeridad es clave en el planteamiento neoliberal y López Obrador solo le puso el apellido de “republicana”. No obstante, dice el dicho que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. En este caso, se haya decidido donde sea, “austeridad es austeridad”. El énfasis está en que es una decisión autoimpuesta: que nadie podrá ganar más que el Presidente de la República. La agente lo aplaude porque se ven excesos demenciales. El problema es que ha generado resistencias como en los organismos autónomos que se han cohesionado. Han hecho un frente arriba. A decir verdad, es una medida que se agotará muy rápidamente. Se supone que el dinero ahorrado habrá de repartirse abajo. Pero no alcanzará. Por eso creo que el talón de Aquiles del nuevo proyecto económico es que no tiene una política fiscal bien definida.
— En consecuencia, ¿no todo el problema tiene que ver con la corrupción?
—Sigo sosteniendo que no. La corrupción es consustancial al capitalismo. Ocurre incluso también en experiencias socialistas. Las necesidades insatisfechas y las limitaciones de la oferta pueden desencadenar actos de corrupción. En muchos casos la corrupción está alentada por empresarios.
Creo que es un riesgo que el gobierno se la pase haciendo gestos que luego se le pueden cuestionar. Recordemos que el neoliberalismo ha respondido a los gobiernos socialdemócratas en Sudamérica acusándolos de corrupción. Se mueve en los márgenes denunciando la compra de departamentos, de propiedades, en fin. López Obrador no puede estar exento. El jefe de la Oficina de la Presidencia, el empresario Alfonso Romo tiene conflicto de interés en el sureste al poseer una empresa exportadora de alta tecnología que produce frutas transgénicas, y ahora quiere entrar al negocio de las maderas preciosas. El asunto es que todo lo que haga se lo observarán con lupa. Más vale tener claro que son frentes que la derecha podría abrir. La derecha no está perdiendo el tiempo.
— ¿Cuál es su punto de vista en torno a los vínculos imperantes entre los Poderes de la Federación?
—No es muy saludable la relación de Morena con el Presidente. El partido mayoritario solo es una ‘caja de resonancia’. ¿Tiene que votar lo que le mande el Ejecutivo? La respuesta es no. La ciudadanía quiere ver división de poderes. Jueces que impartan justicia. Gobernantes que no se roben hasta la cubeta cuando termina su periodo. Que la separación de poderes no sea un cuento. Ahora el Legislativo se ve totalmente subordinado, cuando se requiere de un Parlamento que ordene el cambio.
AMLO llegó diciendo que no iba a modificar la Constitución y lo primero que hace es eso. Si seguimos así, añadiendo cosas que no van en el sentido original, la Carta Magna de 1917 quedará irreconocible.
Pero si el Legislativo está subordinado, el Judicial es una cloaca nauseabunda. No hay narco que esté en la cárcel porque los jueces no encuentran elementos suficientes, se equivocan, las figuras legales no alcanzan, y luego quieren que se les dé un trato de gran respetabilidad.
— El Ejecutivo federal ha propuesto que se deben ‘barrer las escaleras de arriba hacia abajo’.
—Esa es la figura que usó, pero el polvo cae parejo, se riega igual. Ayuda no tener un gobierno en las garras de la corrupción; sin embargo, transitar a un país con instituciones es un problema cultural, de contrapesos y transparencia. Por ello, es cuestionable cuando dice que evitará proceder contra los corruptos del pasado porque no es vengativo. No es eso, el Estado de derecho se debe construir fincando responsabilidades cuando haya los motivos suficientes.
— ¿Cuál es su perspectiva de la estrategia implementada para combatir el robo de combustibles?
—Desde el momento en que toma posesión el nuevo gobierno empezaron los primeros brotes de escasez de gasolina en Guanajuato, Querétaro, Michoacán y Puebla. Ya se veía venir el problema para restarle legitimidad alentando la inconformidad de la clase media que usa el automóvil. Paradójicamente, el político tabasqueño tiene un altísimo nivel de aprobación a pesar de todo. Hay versiones de que López Obrador montó esto; pero no, abrieron el problema del huachicol para meter correctivos. No tenían ni idea –quizás el presidente sí, pero no su equipo– del tamaño del problema. Y al enfrentarlo, se dan cuenta que es de magnitudes colosales.
Ahora ya hay un debate sobre la compra de 570 pipas (carros tanque), sin licitación, por la urgencia. Y solo les entregan 7 unidades de inmediato. ¿Qué es eso? La medida no va a funcionar de la noche a la mañana. Yo diría que un elemento clave es el control de los ductos porque son infinitamente más baratos para transportar los combustibles.
Creo que hay un intento por recuperar el control nacional sobre los recursos energéticos. Este es un elemento importante. Es super estratégico. Sin embargo, por otro lado, no veo que haya ningún distanciamiento de la cultura de los hidrocarburos. Al revés, se decide abrir la Refinería Dos Bocas, en Tabasco. Pero ya se había planteado otra (en Tula, Hidalgo), con inyección de recursos y el avance en algunas cosas.
—Otro tema polémico ha sido el del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM).
—El planteamiento del NAIM en Texcoco era uno de los excesos del ‘jeque árabe’ del Estado de México, Enrique Peña Nieto y su grupo. Querían desarrollar toda la parte del oriente de la Ciudad de México. Aunque es un proyecto que no está empezando. Basta darse una vuelta por Ecatepec: grandes centros comerciales, cadenas, unidades habitacionales, etcétera. Ahí está recreado el esquema del capital financiero y comercial.
El NAIM tenía dos problemas: el costo –el cual estaba super inflado y además requeriría de un mantenimiento escandaloso–, y un reparto del presupuesto federal ‘a la brava’, porque se lo estaban repartiendo entre los grandes empresarios inmobiliarios y financieros. Utilizaban los fondos públicos de las Afores para financiar ese proyecto. Aunado al agravante de que la zona es un acuífero de recarga, por donde sale el agua de lluvia y las aguas negras de la Ciudad de México. Iba a una catástrofe segura con inundación en la siguiente temporada de lluvias.
López Obrador empezó por ahí. Tuvo un costo político muy alto. Con la presión de que los tenedores de bonos estaban reclamando un precio muy elevado sobre esta inversión fallida. Lo mismo le ha pasado al gobierno de Macri en Argentina.
— Y no menos controvertidos han sido proyectos tales como la construcción del Tren Maya.
—Los macroproyectos desarrollistas están cuestionados desde el año 2000, con Vicente Fox que propuso del Plan Puebla-Panamá y el Corredor Transístmico. Mientras que el Tren Maya fue planteado desde hace tiempo. La crítica es que esos macroproyectos –en la minería, las presas y carreteras– se han hecho sobre los pueblos originarios. Ahora los pueblos originarios están en alerta por todo el país, desde Sonora hasta Yucatán. Se planean y se dice que ‘van porque van’. Lo cuestionable es que esos proyectos no se han hecho en beneficio de las poblaciones. Donde se requieren caminos vecinales, escuelas, infraestructura sanitaria. Los megaproyectos ofrecen el progreso, pero la experiencia de la gente es que éste nunca llega. Han firmado, han dicho o se los han impuesto y el resultado es igual.
— ¿Cuál es su valoración sobre el programa de empleo para los jóvenes?
—Se trata de una beca temporal en beneficio de un empresario. Es un apoyo para el entrenamiento, pero no es una política de empleo. Los primeros empleos que ofrece el gobierno son 50 mil como policías o militares dentro del ejército. Esta parte del empleo es un desastre.
Además, tanto en el sector privado como en el público hay una cadena de despidos asociados a la reducción del gasto o al cambio tecnológico. Por ejemplo, en el sector financiero hay ajustes en los bancos porque están consolidando operaciones y eliminando trabajadores. En el sector público, con el pretexto de que se había contratado mucho personal, están haciendo recortes. El resultado: miles de despedidos.
— ¿Considera que era necesario crear un consejo asesor empresarial para orientar la toma de decisiones gubernamentales?
—Son todos los grandes capitanes del capital. Cuando AMLO pidió el voto se refería a la ‘mafia en el poder’. Ahora la ‘mafia en el poder’ la puso de asesora. Creo que el país necesita reducir el peso de la oligarquía y aumentar el espacio económico para el pequeño y mediano capital. Así como la ampliación de los derechos y los ingresos de los trabajadores. Los neoliberales fueron tan eficaces que hundieron el mercado interno ahorcando a los trabajadores con los bajos salarios.
— ¿Cómo juzga la iniciativa de crear la Guardia Nacional?
—Desde el gobierno de Felipe Calderón se decidió la militarización del combate a las drogas. Tenemos ahora una crisis humanitaria de proporciones colosales. La solución intermedia que se encontró es la creación de la Guardia Nacional, con un criterio totalmente distinto a lo que dice la Constitución (un cuerpo civil, destinado a defender eventualmente la soberanía nación y cuidar las instituciones), bajo una figura turbia de ‘policía’ para combatir al narco. La ruptura no es muy convincente.
Ahora bien, la pregunta es: ¿vamos a darle todo el control al Ejército en el combate al huachicol si durante 16 años no hicieron absolutamente nada y cuando se sabe que mandos castrenses están coludidos en este delito? El robo a Petróleos Mexicanos (Pemex) viene desde hace tiempo.
— El analista Enrique Quintana ha escrito: “Hasta hace poco más de un mes imaginábamos una transición tersa y sin mayores conflictos. Hoy, lamentablemente, hay barruntos de tormenta”. ¿Qué le sugieren éstas previsiones?
—Ciertamente, la transición fue tersa en cuanto al reconocimiento del resultado electoral; después ya no ha sido tan ‘tersa’. Y no creo que haya más 'tersura'. Al revés, creo que se van agudizar algunos de los conflictos entre los grandes grupos económicos, ya que por todos lados hay problemas.
— ¿Cómo observa las relaciones México-Estados Unidos?
—Donald Trump abrió una ventana para cambiar de énfasis y aventarnos toda la caballería encima, con orientaciones totalmente interesadas. Quiere construir un muro porque es un empresario inmobiliario. Ha peleado que le autoricen 6 mil millones de dólares.
Y un aspecto que es muy delicado: desde 2001, tras la caída de las Torres Gemelas, Estados Unidos ha ido incorporando la seguridad de México dentro del paraguas de su propia seguridad.
— ¿Cuál es su lectura sobre las expectativas de crecimiento económico mundial para 2019?
— La tendencia mundial es recesiva porque los tres grandes motores de la economía mundial se están frenado: Estados Unidos, China y la Unión Europea. Quiere decir que sin haber salido plenamente de la crisis de 2018, regresamos a un entorno de lento crecimiento o de estancamiento. Donde el estancamiento tiene un componente inflacionario. Lo que plantea un escenario brutal. Creo que la idea de querer crecer hacia adentro es correcta. No porque se quiera aislar del mundo, sino por las fuertes tendencias a la desaceleración. Por ello es razonable recrear el asunto de la expansión del mercado interno. En economía solo se puede crecer hacia adentro o hacia afuera. Durante 32 años crecimos para afuera. Eso está agotado. Necesitamos darle la vuelta. Lo cual no se puede hacer de la noche a la mañana. Requiere mucho tiempo. Y de manera central, es preciso cambiar la política de empleo y la política salarial. Sin estos elementos no vamos a ningún lado.
— Finalmente, ¿cómo percibe la dinámica económica de América Latina?
—Veo problemas muy fuertes en el Cono Sur. Las perspectivas no son nada buenas. En Brasil y Argentina ha habido caída del crecimiento y presiones inflacionarias. Claro, no como en Venezuela. Lo conveniente es ver a la región en su conjunto: si la demanda de los países centrales baja, Latinoamérica entera reciente porque el componente básico de las exportaciones es de materias primas. En el caso de México es un poco distinto porque tenemos exportaciones dominantes manufactureras, pero si la economía de Estados Unidos se desacelera, se pierde el dinamismo.
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