Un resultado muy claro
tuvieron las políticas neoliberales en México: la agudización de la
pobreza, llegando a los niveles extremos en que millones de seres
humanos fueron condenados a la miseria y a la ausencia total de
seguridad en sus vidas, siendo además, arrojados al olvido gubernamental
y a la exclusión de las estadísticas reportadas (por los gobiernos
anteriores) para maquillar la realidad y simular avances en un país que
ha ido para atrás durante décadas, un país arrojado al barranco sin
paracaídas. Los lamentables hechos ocurridos en Tlahuelilpan, Hidalgo,
deben ser un llamado serio y urgente para discutir y replantearnos la
realidad en que viven millones de seres humanos en México.
La
corrupción en México es una expresión violenta de las formas políticas
sistémicas, es decir, la corrupción tuvo origen en las cúpulas del
poder, en las instituciones dirigidas por gente sin escrúpulos sociales,
la corrupción es practicada por muchos políticos con fraudes y desvíos
millonarios, con robos como el que se efectuaba en PEMEX durante
décadas, la corrupción es el común de las acciones de muchos
funcionarios que se han servido de los recursos de la nación para
beneficio propio o de sus amigos y cómplices, la corrupción esta
instituida en las formas de representación y las maneras en que se
efectúan cientos de acciones en el marco del gobierno. El viejo régimen
carente de toda moral, dejó una enorme llaga que urge sanar con la
reconstitución de la sociedad y su bienestar. No olvidemos que la
corrupción realizada por los políticos y empresarios ha contado desde
siempre con el silencio conveniente de medios de comunicación y de sus
pares institucionales.
Es real que la necesidad de comer, sí,
así literalmente dicho: la necesidad de comer , ha conducido a miles de
personas a caer en actos ilícitos, a practicar por fuera de las normas
morales y legales del sistema actos que le proporcionen dinero o
recursos materiales para satisfacer sus necesidades básicas, así se
refleja en la historia humana, no es una práctica exclusiva de nuestro
país, es un hecho registrado en todas las naciones del orbe, pero en
México, ha alcanzado manifestaciones específicas que lo distinguen,
llegando a encabezar las listas de los países más corruptos del mundo.
Reconocer estos hechos es poner en movimiento el inicio de la búsqueda
de soluciones. La realidad es clara: el incremento de la corrupción en
México es reflejo directo del incremento de la pobreza y miseria
padecida por millones de seres humanos. El incremento de la pobreza es
resultado de la deshumanización del sistema que ha procurado la
acumulación de la riqueza nacional en pocas y muy corruptas manos.
No se piense que la corrupción es culpa o resultado natural de la
pobreza, la corrupción es sistémica en México, fue instituida por los
diferentes gobiernos, fomentando de diversas maneras las prácticas
ilegales como válvulas de escape, los gobiernos y empresarios fomentaron
la corrupción para evitar respetar las leyes laborales y cumplirlas,
así evitan pagar salarios justos y procurar las condiciones idóneas en
los centros o lugares de labor. La corrupción está tan interiorizada
como la violencia de género o el racismo, es una forma de violencia
institucional, gubernamental y de Estado.
La pobreza no es
culpa de los pobres ni tampoco culpable de la corrupción, es cierto que
su existencia hace proclive su práctica, pues el hambre y la
desesperación desmoralizan a muchos seres humanos conduciéndolos a la
búsqueda de salidas alternas para sus condiciones de vida, la corrupción
es una forma de violencia que se ha impuesto a la sociedad, es un
agente divisorio, es un hecho tan recurrido que ha perdido su dimensión
real, no únicamente en términos de cantidad o frecuencia, sino en
términos de su sentido ético y moral. Pero si bien es verdad que un
sector de la población ha llegado a ser corrompido, la gran mayoría de
los millones de mexicanos son honestos, buenos y dedicados en su lucha
diaria por sobrevivir, resisten la imposición de prácticas sistémicas
que pretenden deshumanizarlos y fragmentarlos de su propia condición
humana, la corrupción al ser efectuada niega al ser humano, es un
acontecer contradictorio y reflejo sistémico de la realidad. La
restauración moral de la sociedad, la transformación moral de los seres
humanos, necesita indispensablemente la revolución en las condiciones de
vida: la erradicación de la pobreza y la explotación.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
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