Son tiempos agitados en América Latina. Eso ya era verdad antes de la emergencia de la pandemia global.
En octubre, un levantamiento de 11 días paralizó a Ecuador y una
protesta estudiantil se convirtió en un estallido social prolongando en
Chile. En noviembre la derecha tomó el poder en Bolivia, en diciembre
Argentina volvió a ser gobernado por el kirchnerismo. Este año ya,
asumieron nuevos presidentes en Guatemala y Uruguay. Y luego, vino la
pandemia.
Pero en todo el continente, mientras cambiaban las caras de los gobernantes, ha habido una constante: las mujeres han tomado y han vuelto a tomar las
calles de forma masiva, repudiando la deuda, el capital y la violencia.
El 8-9 de marzo las mujeres mostraron que tienen una capacidad inmensa
de lucha y despliegue de múltiples estrategias feministas en todo el
continente.
En México, desde Ciudad Juárez hasta Tapachula, fuimos nosotras las
que, de forma masiva, rechazamos la violencia y desafiamos el gobierno
de la Cuarta Transformación.
En Santiago de Chile, salieron dos millones de mujeres y hombres a
las calles el 8 de marzo en una huelga general, en apoyo a un programa
feminista.
En Montevideo, fueron 350 mil mujeres en la calle, casi la mitad de
las que viven en la capital uruguaya. Miles también tomaron las vías en
la ciudad de Guatemala, denunciando el machismo, rememorando las
víctimas de violencia, y clamando contra políticas de despojo.
El 9 de marzo, las mujeres armaron un paro en toda Argentina, con
medio millón tan sólo en Buenos Aires. “La deuda es con nosotras y con nosotres,
ni con el FMI ni con las iglesias”. Ese fue el lema bajo el cual
cientos de miles mujeres se movilizaron allá. Fue el cuarto año de
huelga feminista, un día de rebelión en medio de un año repleto de
encuentros, asambleas y articulaciones entre mujeres.
En las ciudades más grandes de Bolivia, miles de mujeres se
manifestaron el 8 de marzo, a pesar de una coyuntura polarizada y
violenta. En Cochabamba, las mujeres salieron a las calles con el
eslogan
no tenemos miedo, tenemos fuego.
A pocas semanas de las masivas concentraciones, marchas y juntas del
8-9 de marzo, vino lo que ahora vivimos: órdenes de cuarentena, toques
de queda, distanciamiento social y estados de emergencia, a raíz de la
llegada al continente de un nuevo virus sumamente contagioso y con
efectos complicados y a veces letales en el cuerpo humano.
Las contradicciones, las tensiones y las injusticias se han ahondado
en tiempos de pandemia. Hoy día, los temas al centro de la revolución
feminista nunca han sido más relevantes.
Nosotras en general con el movimiento feminista y el movimiento social dijimos no al pago de la deuda directamente, por ser deuda ilegítima por que la toma de deuda no pasó por el parlamento cuando es un requirimiento constitucional, me dijo Verónica Gago en una entrevista por Zoom desde Buenos Aires. La mayor parte de la deuda fue tomada por Maurico Macri durante los pasados cuatro años.
Al escala global ahora hay una posibilidad de suspender la deuda, y además hay una necesidad acá de derivar fondos para el gasto social y público que hace actualmente imposible pensar a los términos de negociación anterior a la pandemiadijo Gago, miembro del colectivo Ni Una Menos y autora del libro La potencia feminista.
Mientras que cuerpos envueltos en plástico se pudren en las calles de
Guayaquil y los barrios marginados se militarizan, las redes de mujeres
en Ecuador se siguen organizando. El Parlamento Plurinacional y Popular
de Mujeres y Organizaciones Feministas ha surgido como resultado de la
revuelta de octubre y ahora es un nodo para coordinar mujeres en todo el
país.
Las ollas populares, forma de protesta pública que a la vez es
estrategia alimenticia, han vuelto a ser parte de la cotidianidad en
Argentina y Uruguay, debido a la profunda crisis alimentaria actual.
A principios de la llegada de la pandemia, el gobierno de Luis
Lacalle Pou decretó alzas en las tarifas de luz, agua y telefonía.
Después de 15 años de progresismo, regresaron las ollas en 15 días, me comentó Mariana Menendez, feminista uruguaya e integrante del colectivo Minervas en la ciudad de Montevideo.
En Chile, el movimiento feminista ha sido central en el sostenimiento del estallido social.
Lo que abre la revuelta en Chile desde el 18 de octubre, marca de manera muy radical una idea, que es que la vida en su conjunto es la que estaba en cuestión, la forma en la que se organizaba la vida en Chileme comentó Javiera Manzi de la Coordinadora Feminista 8m desde Santiago.
Y eso es precisamente lo que nosotras veníamos hablando cuando nos referíamos a la reorganización de la vida.
No queda duda que las ideas sobre el cuidado y la reproducción de la
vida se han vuelto todavía más centrales con la pandemia. La historia de
la lucha abierta en América Latina durante los pasados años nos deja en
claro que serán las mujeres, algunas feministas pero todas movilizadas,
las que marquen el paso y las formas de seguir transformando la
sociedad y la economía.
*Periodista canadiense y autora de Capitalismo antidrogas: Una guerra contra el pueblo (Libertad Bajo Palabra, 2018).
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