Desde otras ciudades
▲ En todo el mundo el confinamiento por la pandemia ha afectado a las trabajadores sexuales.Foto Afp
Ana María violó la cuarentena para hacer
un domicilio; Estefanía fue más allá y salió para vender droga. Sus alacenas lucen vacías y las cuentas se amontonan. Sobrevivir es una odisea para las trabajadoras sexuales en una Colombia confinada por el coronavirus.
Antes de la emergencia, el dinero las conducía a calles o burdeles.
Ahora, con la mitad de la humanidad confinada y los prostíbulos
cerrados, apelan a la caridad o a lo poco que ahorraron.
Pero eso no basta. La necesidad apremia entre las prostitutas
colombianas, que en muchos casos desafían la prohibición de salir pese a
las multas y amenazas de prisión y a la posibilidad de contagiarse en
un país con 131 muertos y 3 mil contagiados.
“Estaba en cuarentena, pero me tocó ir a hacer
un domicilio(trabajo sexual), cuenta Ana María, de 46 años, quien vive en Facatativá, un municipio a 40 kilómetros de Bogotá.
¿Qué hago? Morirme de hambre no puedo.
Tomó un taxi que la llevó con un cliente. El gas con el que cocina
estaba por acabarse y en su despensa ya no había frutas ni verduras. Le
urgían los casi 10 dólares que cobra por servicio.
Me vi apurada porque la ayuda del Estado no ha llegado, señala. Hasta el 3 de abril, cuando atendió a su cliente, afirma haber cumplido a rajatabla la cuarentena, que empezó el 25 de marzo y se prolongará a fines de abril.
A veces el celular de Fidelia Suárez suena a las dos de la mañana. Al
otro lado de la línea se escucha la voz desesperada de alguna de las 2
mil 215 afiliadas al Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Colombia.
Estamos en una situación crítica, se queja esta sexagenaria que preside la organización.
Algunas están a punto de pasar hambre o que las saquen de donde viven porque no tienen para la renta, pese a la prohibición de desalojos por el confinamiento.
De día, Suárez entrega alimentos a colegas en Bogotá. Pero las
solicitudes sobrepasan la ayuda donada por la alcaldía y grupos
privados.
Nosotras somos las que mantenemos el hogar y nos ganamos la vida en el día a día. La situación ya se está volviendo más desesperante, sostiene.
En Bogotá, hay más de 7 mil personas que se dedican a esta labor,
según el único censo de 2017, asegura la secretaria distrital de la
Mujer, Diana Rodríguez. No hay cifras nacionales.
Rodríguez asegura que la mayoría de las prostitutas con las que la dependencia tiene contacto cumple el aislamiento.
Afp
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