Nos fuimos acostumbrando a que las cabezas declararan: “Más periodistas asesinados en México que en Iraq", “México, líder mundial en el 2010 en asesinatos de periodistas”
Javier Hernández Alpízar | Zapateando
Una canción de David Haro lo recuerda más o menos así: “Por el Paseo de la Reforma va un hombre que necesita ser joven y hacer pacto con los relojes…” Y más adelante: “En esta cafetería de nombre sin trascendencia hubo pájaros brillantes y asesinatos premeditados y está esa mancha de sangre del gatillero que asesinó al periodista. Y esa voluntariosa película, que fue el refugio en la oscuridad circunstancial… Los hechos hablan, y las axilas son hermosas y la puerta está entreabierta…”
Cuando el periodista michoacano, autor en Excélsior de la columna Red privada, Manuel Buendía fue asesinado, el 30 de mayo de 1984, hubo protestas de periodistas exigiendo el esclarecimiento del crimen, que no se esclareció jamás realmente, y hasta se creó una Fundación Manuel Buendía. Tiempo después un monero de La Jornada caricaturizó al presunto homicida con dos guaruras: los expresidentes Miguel de la Madrid y Portillo, si la memoria no nos falla.
En esos tiempos el asesinato de un periodista era un escándalo. Se relacionaba –de ahí la exigencia de justicia– con los textos en la columna de Buendía sobre temas como la CIA en México, la derecha fascista, la corrupción gubernamental e incluso ya el narcotráfico, al menos según Wikipedia. El columnista tenía un argumento, algo así como una reducción al absurdo en positivo: “Si camina como pato, tiene pies palmípedos y hace cuac, tengo elementos para decir que es un pato”, con el que insinuaba por ejemplo que si algo tenía varias características fuertemente identificadas con la ultraderecha… podíamos sacar la conclusión…
De ese asesinato en 1984 a este ya viejo nuevo año de 2011 ha pasado mucha sangre bajo el puente: los hechos hablan y la puerta está entreabierta. Siguen sueltos los gatilleros que asesinan periodistas, pero ahora las muertes ya no son un gran escándalo. Son muchos para ser un acontecimiento extraordinario: Ya ni siquiera tenemos cifras de consenso, pero los hechos siguen hablando: Proceso publicó que en 2010 se duplicaron los asesinatos de periodistas. En marzo de 2010, El Universal contaba 13 asesinatos de periodistas en los más recientes seis meses; para septiembre, W Radio decía que eran 14. Contradictoriamente en julio Fundalex contaba solamente 10 periodistas asesinados. En mayo de ese año, también El Universal, citando a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, contaba 61 homicidios de periodistas desde el 2000.
Nos fuimos acostumbrando a que las cabezas declararan: “Más periodistas asesinados en México que en Iraq (revista Este País), “México, líder mundial en el 2010 en asesinatos de periodistas” (Eje Central). Y a afirmaciones como “9 de cada 10 asesinatos de periodistas, impunes”.
Al igual que en contar cuántos pobres hay en México, todo depende de a partir de cuánta hambre, desprotección y vulnerabilidad comienzas a contar, así hay más o menos pobres: Para eso existen los asesores de imagen de presidentes y gobernadores, los encargados de maquillar cifras.
En el contexto de más de 30 mil muertos durante este sexenio, ¿quién puede llevar la cuenta de cuántos fueron líderes sociales y defensores de derechos humanos? ¿Quién define cuál es un periodista y cuál un defensor de derechos humano o activista? A las locutoras triquis asesinadas en 2008, Teresa Bautista y Felícitas Martínez, los funcionarios de gobierno federal les negaban el estatus de periodistas o comunicadoras.
Con la defensora de derechos humanos Susana Chávez, el gobierno de Chihuahua usó el mismo falaz recurso que con los cientos de feminicidios: criminalizar a la víctima y negar que su feminicidio esté ligado a su actividad en pro de los derechos humanos de las mujeres y en especial contra los feminicidios. Con los periodistas es un recurso también usual: su muerte, secuestro, desaparición o la agresión “no está relacionada con su actividad profesional”, eso en el caso de que se le reconozca como periodista.
La complicidad del Estado, por ser quien comete la mayor parte de las agresiones y quien asegura la impunidad de todas o casi todas, ha movido a otros grupos a ser quienes pongan en discusión el tema y traten de aportar algo para solucionar el problema. Recientemente presentaron en Xalapa el Manual de autoprotección para periodistas de Andrés A. Solís Álvarez, muy práctico, muy útil, bien documentado, adecuado a México, el país más peligroso del mundo para ejercer esa actividad, profesión, oficio o como gusten llamarle. Es un manual que todo reportero, no solamente el que cubre la fuente militar, policiaca o política, todo comunicador, especialmente si es free lance, si es comunicador autónomo, libre, alternativo o militante, debe conocer y usar. Incluso les sirve a otras personas como defensores de derechos humanos o ciudadanos preocupados por el tema.
En internet está disponible el documento Derecho a la libertad de expresión y el ejercicio periodístico , un dossier de ensayos, con textos de Darío Ramírez, Ricardo Raphael, Isaín Mandujano, Sanjuana Martínez, Brisa Solís y Marcela Turati, presentación de Javier Hernández Valencia, publicado por la Oficina en México del Alto Comisionado de Derecho Humanos de la ONU. Se descarga en PDF dehttp://bit.ly/hFtUZC
El tema desafortunadamente no dejará de estar vigente, nos veremos obligados a comentarlo, discutirlo, informar. Así que documentarse con materiales como los arriba citados será importante: Cuando callan a quien informa o expresa opiniones también violan el derecho de lector a estar informado. El argumento central de John Stuart Mill sigue vigente: la libertad puede corregirse con discusión libre, lo dañino es la censura. (Sobre la libertad, On liberty. 1859)
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