Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río: Heráclito.
No se trata de usar máximas como pautas, sino sólo dejar claro que desde tiempos inmemoriales la lección de la necesidad del cambio constante, de la adaptación, está presente. No para Felipe Calderón y sus doctores del saber. Él inauguró su guerra intentando tirar a topes un muro más recio que el de Berlín. Vamos para cinco años de muertos, sangre, desprestigio como nunca, miles de millones corruptores gastados sin transparencia, y seguimos y seguimos obsesivamente lidiando una guerra no sólo sin fin, sino sin un objetivo claro.
Calderón no ha podido o no ha querido decir cuál es el objetivo que busca. ¿Exterminar al crimen por la vía de la aniquilación? ¡No habría quien tomara en serio tal propuesta! La verdad silenciada es que su meta es la fijada por la agenda estadunidense: ¡que no pasen drogas hacia el norte! Tal cómo Nixon lo impuso hace 40 años.
Mientras tanto en aquel país se esparcen las adicciones, principalmente de drogas de diseño: benzodiacepinas, barbitúricos, anfetaminas y mariguana, todas de producción local. El consumo de cocaína se estabiliza. Ésa es la verdad. Aquella sociedad poco le importa el consumo, y sus gobiernos estatales están aplicando como solución y con enorme sigilo la permisividad: no aprueban nada, pero lo permiten todo. A cambio de tal absurdo, para cumplir la consigna de Washington, Calderón ha hundido al país en una perturbación nunca por nadie imaginada.
Para México la historia empezó mal. Nuestra primera acción, la Operación Cóndor, fue una respuesta a una imposición estadunidense decretada por Nixon bajo la forma de un cierre de la frontera norte, a lo que llamaron Operación Intercepción. La justificación oficial de Washington era detener el flujo de droga procedente del sur, mariguana y opio; sin embargo, como efecto colateral se abrió de forma impresionante el mercado estadunidense de la cocaína. Nixon fue el primer presidente en declarar la ofensiva a las drogas y la perdió, tan absolutamente como perdió Vietnam.
En México plácidamente, sin advertir aún las dimensiones futuras del problema, en aquellos días todavía se hablaba con cierto candor de fechorías de gomeros y mariguaneros que exportaban sus productos a Estados Unidos. No había daño político, ni de salud, escasísimamente de seguridad, y todo muy localizado en partes de Sinaloa, Durango y Chihuahua. Sí tenía fama la mariguana Golden Acapulco, pero era para turistas, había un mercado local insignificante. Todas las miras estaban en enviar el producto al norte.
En Estados Unidos la situación fue cambiando, creció la demanda exponencialmente de heroína y mariguana, gracias a las tropas que regresaban de Vietnam, y naturalmente México adaptó sus cuasi litúrgicos cultivos a una expansiva visión de producción empresarial y por supuesto con los empresarios del caso. La adaptación oficial a eso fue crecer los efectivos militares encargados de la erradicación de aquellos cultivos ilícitos y a endurecer la persecución del delito especializando agentes federales en la cacería de maleantes asociados.
Todavía en los años 80 y a partir de la transformación de antiguos contrabandistas en narcotraficantes, como Juan García Abrego, empresario asentado en Reynosa a la manera de un respetado padrino, toda la frontera tamaulipeca se fue transformando. Él fue, si puede llamarse así, quizá el primer líder de un cártel, el del Golfo. Se le persiguió con el Código Fiscal y con el Código Penal.
Años después el gobierno se anticipó, tecnificando sus operaciones de erradicación de cultivos ilícitos y adoptando medios de intercepción aérea con base en inteligencia electrónica (radares) desde Colombia y Honduras: Ajustó sus medios con relativa eficacia a una concepción orgánica y sistemática de represión de las bandas todavía nacientes y muy locales en aquel tiempo. Al tecnificar la persecución del delito, eludiendo el contacto personal, un logro significativo fue la baja en denuncias por violación a derechos humanos.
Obsérvese que todas esas decisiones oficiales, aun sin un plan maestro y sin una gran eficacia, lo que comprueba lo volátil del problema, eran de cambio, de actualización. Fue en aquel entonces cuando se iniciaron las reuniones periódicas entre procuradores y surgió por parte de México una actitud de búsqueda de una relación igualitaria. Principales protagonistas fueron el procurador Sergio García Ramírez y el procurador estadunidense Edwin Meese, que aportaron dignidad a la relación. La relación empezó a cambiar positivamente hasta que el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena en Guadalajara llevó las cosas hasta agrias pero firmes discusiones entre Miguel de la Madrid y Ronald Regan.
Durante la administración 1988-1994, a partir del Espíritu de Houston entre Salinas y Bush, se adoptaron medidas más armonizadas y se hicieron cambios de estrategias y estructurales. Se realizó la cumbre de San Antonio en febrero de 1992 con el presidente Bush y los presidentes de países sudamericanos involucrados como Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina. De ahí emergió por primera vez el concepto de corresponsabilidad y cooperación, aunque nunca fue satisfactorio en la realidad.
Foto Cristina Rodríguez
México aprobó la creación del Centro Nacional para el Control de Drogas (Cendro), del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, habiendo quedado pendiente crear el Centro Nacional de Inteligencia Criminal, (Cenic). Fue entonces cuando se redefinió por parte de México una política más firme, que reconocía el carácter expansivo del problema y simultáneamente se mantuvo en busca de soluciones integrales, relaciones relativamente más proporcionadas y a la vez más comprometidas y dignas.
Innecesario describir el momento actual, pero sí avizorar al futuro. El problema de las drogas asociado al crimen organizado no cesará, menos por el obtuso camino que se está siguiendo. Sus mutaciones serán a cual más sofisticadas. Ya se dio la gran expansión del consumo/narcomenudeo. A raíz de la muerte o detención de grandes capos, se ve la proliferación atomizada del delito común pero con gran agresividad social, con la multiplicación de microbandas fuera del alcance de las rudimentarias formas de inteligencia criminal de que se dispone. Mañana serán otras formas.
Deplorablemente el crimen organizado se está sofisticando, haciendo más agresivo y ambicioso, y en regiones ha optado por la atomización casi imperceptible. El ejemplo sería el multicrimen de Cuernavaca. A semanas de él la autoridad ha sido incapaz de obtener ningún avance. Su único logro es la entrega de un supuesto criminal por una banda rival.
Ejemplificativa, la lógica del desarrollo de problemas equivalentes en otros países nos debería alertar para enfrentar con innovaciones expresiones delincuenciales distintas, siempre mutantes pero con el mismo origen: el rentable narcodelito.
Ya la secretaria Janet Napolitano ha hecho contundentes declaraciones asegurando que nuestro país podría ser objeto de terrorismo asociado al crimen organizado o de camino hacia Estados Unidos. La amenaza continúa evolucionando. Esos grupos están reclutando estadunidenses, europeos y, por qué no, latinos vinculados con cárteles, posiblemente zetas para llevar a cabo los supuestos atentados.
Esto significa que la amenaza está evolucionando. Hoy agentes estadunidenses de DEA, FBI, CIA y ICE y especialistas militares del (US Northen Commmand) Comando Norte de Estados Unidos. Están presentes principalmente en el aeropuerto de la ciudad de México y frontera norte, señalando, deteniendo e interrogando a los que llaman special interest aliens (SIA), extranjeros de especial interés para ellos, originarios de 34 países en principio, que son identificados en el país de origen del vuelo e informados a México para ser trabajados.
El objetivo es proporcionar al Departamento de Seguridad Interior una referencia para determinar la validez de la opinión del país que declaró a un individuo sospechoso de origen y ayudar a identificar a los que son de interés especial. Todo ello con el beneplácito de la SRE.
En México tenemos la ventaja de que hasta donde se observa no hay movimientos revolucionarios significativos. Esto es, la combinación crimen organizado/corrientes políticas por hoy no se da, pero no puede despreciarse un súbito surgimiento. Existen inquietudes similares que sí deben preocuparnos, vinculadas básicamente a la crispación social, la pobreza extrema y la marginación.
Colombia podría ser un ejemplo de lo que nunca debiera suceder en México: la aparición melliza narco/guerrilla. En aquel país son ya más de cuarenta años de lucha y no se ha logrado desarticular el binomio, el que ha venido a fortalecerse paradójicamente con las fuerzas paramilitares, organizadas y sustentadas por los grandes capitales y toleradas por los gobiernos para combatirlos y que acabaron siendo un enemigo más a vencer.
Similar amenaza presenta el movimiento cocalero en Bolivia y Perú, que aun sin la presencia de grupos armados hoy conjuga importantes movimientos de reivindicación social con la producción de cocaína. Existe el temor de que esos movimientos atraigan nuevamente la violencia de grupos narcoterroristas como Sendero Luminoso, en Perú.
Lo significativo de los párrafos anteriores debería ser que los gobiernos pasados, que han enfrentado diferentes formas de crimen organizado, han sabido actualizar y hasta anticipar sus recursos a las evoluciones de ese crimen, aunque con sólo relativa efectividad. Este gobierno, no. Nada ha cambiado en casi cinco años y estamos encarando los resultados. Cada día, ante la evolución del crimen, seremos más ineficaces.
Los elementos fundamentales para una innovación: un plan integral con objetivos general e intermedios claros, un sistema de inteligencia confiable y eficaz, abandonar las inhibiciones del gobierno para perseguir el lavado de dinero, mayor efectividad en el control del trasiego ilegal de armas, combate a la corrupción oficial y particular, y educación policiaca, podían ser algunos de sus segmentos, pero con la errática dirigencia, desorganización, falta de cooperación e incompetencia actuales, Señor Calderón: Garbage in, garbage out.
Por supuesto que tales normas son ya en gran medida letra muerta, ya que la guerra contra el crimen organizado
, con la salida masiva del Ejército a las calles de gran parte de la República, se efectúa sin cumplirse ninguno de los requisitos constitucionales. Pero, según ha sido señalado, la reforma propuesta dejaría en las libres manos del Ejecutivo actuar a discreción y juzgar
si un determinado movimiento social constituye una amenaza a la seguridad interior del país. Estamos regresando al tiempo del delito de disolución social
, que no sólo propició en los años sesenta y antes innumerables crímenes y arbitrariedades de corte fascista, sino que condujo a la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco.
Con esta iniciativa de reformas a la Ley de Seguridad Nacional, el Ejecutivo se prepara y vela ya sus armas para lo que pudiera ofrecerse en 2012. Porque la reforma no sólo se refiere a la actual guerra contra el narcotráfico
, sino que se dicta en previsión de lo que pueda acontecer políticamente el año que viene, considerando sobre todo el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), de Andrés Manuel López Obrador, que podría ser no sólo una amenaza
a la seguridad interior del país, sino un peligro cierto para los resultados electorales presidenciales próximos, en que perdería tal vez su poder político y económico el estamento de los intereses que dominan el cuerpo de la nación.
Hace cinco años se aplicó el desafuero
a AMLO, pero ahora llega esta nueva legislación de seguridad nacional reformada para abrir a voluntad el camino de la represión a los movimientos sociales, que son esencialmente políticos, y que también darán lugar a innumerables violaciones de los derechos humanos. Vivimos en una mayúscula incertidumbre de seguridad cívica y política.
Estamos en un tiempo en que en muchas partes se precipitan los movimientos sociales que exigen libertad, democracia, fin de las dictaduras, nuevas perspectivas económicas. Tenemos el ejemplo más reciente en los países del norte de África: Túnez, Egipto, Libia, y en un buen número de los de Medio Oriente. Revueltas al borde de la revolución, cuyas características vale la pena precisar, ya que se trata de verdaderas experiencias universales
que no pueden pasar desapercibidas.
Diría que dos son las identidades fundamentales de esos movimientos (del que no escaparía el de López Obrador): uno, que sobre todo hayan sido promovidos por jóvenes (las últimas generaciones han estado en su vanguardia), y el hecho de que, al parecer, ninguno de ellos haya sido dirigido por un partido político específico, y menos por alguna especie de comité central con una cabeza pública y notoria.
Subrayemos este aspecto: desde hace algún tiempo, en todas partes del mundo, las más importantes transformaciones han derivado de movimientos sociales relativamente
espontáneos y no de la ingeniería revolucionaria
puesta a punto por los partidos políticos, desde luego no por los partidos de izquierda en general y menos por los partidos comunistas. Eso sí, en innumerables ocasiones éstos se han sumado a los movimientos sociales, tal vez marcándoles de un contenido más radical, y probablemente participando en momentos avanzados de los mismos y contribuyendo a su orientación y organización definitivas
. Creo que pudieran mencionarse algunos ejemplos latinoamericanos (Bolivia, Ecuador, Venezuela) y de otras regiones.
Tales características han proporcionado a los movimientos sociales fuerza y debilidad: fuerza porque es imposible detenerlos o desbaratarlos eliminando sus cabezas u organizaciones de vanguardia, que no tienen: sus consignas
movilizadoras han aparecido en el movimiento mismo y en su desarrollo se refuerzan y cobran nuevo sentido, no se debilitan. Pero ese espontaneísmo
resulta también a la postre su debilidad
, puesto que no hay una forma organizada
prevista de antemano, sino que el movimiento y sus objetivos resultan siempre cambiantes
y tal vez demasiado plásticos. Es la dinámica del movimiento la que precisa objetivos, finales y provisionales al mismo tiempo. A diferencia de lo anterior, el movimiento de López Obrador ha formulado ya un Proyecto Alternativo de Nación que constituye su programa y su plan maestro
esencial.
Otro elemento que los aproxima es el hecho de que la revolución tecnológica actual, con sus intensos canales de comunicación, tiende a extender y a intensificar los lazos y el impulso entre quienes buscan objetivos semejantes. No hay duda de que tales medios intensifican la presencia de los movimientos, propiciando su dinamismo y ampliando su dimensión.
Me interesa subrayar que en este tiempo los movimientos sociales son la clave
de las transformaciones, sin decir que han desaparecido otras formas organizativas como los partidos, pero teniendo éstos hoy una función política, digamos, subalterna. En el caso de México la actualidad de un movimiento social como Morena pudiera ser decisiva en 2012. Y al traer consigo los peligros represivos que señalamos antes, convertirse en algo así como la chispa que incendiaría la pradera.
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