La institución imperialista es racista, necesita las razas
La izquierda francesa acepta que ese concepto existe
De visita en México para presentar su libro, la francoargelina se define como la que llegó del Magreb, aquél que colonizaron los europeos y, cuando estuvieron ahí, a la población autóctona la llamaron indígena. Platica de su visión como migrante, ciudadana y activista en París.
Hermann Bellinghausen
Periódico La Jornada
Militante descolonial franco-argelina, Houria
Bouteldja es representante del Partido de los Indígenas de la República
(PIR). Vive en París. De visita en México para presentar la edición en
castellano de Los blancos, los judíos y nosotros. Hacia una política del amor revolucionario (Ediciones Akal, México, 2017), ofreció esta entrevista. De entrada explica qué significa ser
indígenaen Francia. “La noción es política. Efectivamente la palabra remite a lo autóctono; en apariencia contradice lo que en México se concibe como indígena. Para nosotros se refiere a los migrantes que proceden de las colonias y tienen nacionalidad francesa. Cuando los franceses llegaron al Magreb y al África negra, encontraron una población autóctona que llamaron ‘indígena’”.
Como el proyecto europeo buscaba poblar las colonias,
fue necesaria una distinción entre colonos y locales. Los indígenas quedaron reducidos por las armas, económicamente y por la ley del indigenato, privados de derechos, libertad y soberanía.
Las independencias nacionales en apariencia liberaron a los pueblos
del sur. “Las relaciones de dominio norte-sur se transformaron sin
desaparecer. Los pueblos del sur siguen siendo ‘los condenados de la
Tierra’, como los llamó Frantz Fanon. Y luego están los que emigraron,
nuestros padres y abuelos, obreros que tuvieron hijos en Francia y
confrontaron la realidad social, racial, imperial. En Francia se supone
que todos son ‘ciudadanos’. En los hechos, son discriminados y viven en
barrios pobres donde hay motines regularmente. El más grave duró tres
semanas en 2005”.
En el Magreb y otras regiones “los países hoy son ‘colonias
escondidas’, y los departamentos de ultramar, como las islas del Caribe,
directamente colonias. El ejército francés se despliega en numerosos
países africanos”.
Houria es una mujer enérgica, atrayente, de una firmeza que
reconforta. Para sus enemigos y críticos debe parecer temible. Respecto a
las relaciones entre los indígenas internos, dice: “Sus culturas son
diferentes. La palabra ‘indígena’ no remite a una cultura, sino a un
estatus. Un negro cristiano o musulmán argelino será reprimido, irá a la
cárcel o será desempleado más que el promedio. Compartimos una
‘comunidad de condición’. Con la conciencia política que abrieron Fanon y
Aimé Césaire, y la lucha pro palestina, hemos desarrollado un
pensamiento descolonial. Así, creamos la primera organización política
de los colonizados dentro de la República, haciendo alianzas autónomas,
no electorales, con la izquierda”.
Su libro apela a todos los franceses. En deliberado tono panfletario,
debate con la izquierda, el sionismo, el liberalismo, el feminismo y el
laicismo. Plantea los límites entre antijudío, antisemita, antisionista
y antisraelí.
No significan lo mismo.
El concepto de raza, repetido en el libro, ¿acaso no remite a algo
que no existe? Responde: “No soy yo quien habla de raza. Es la
estructura, el Estado. La institución imperialista es racista, necesita
que haya ‘razas’. La historia colonial impone una relación de dominio.
La izquierda francesa acepta que la raza no existe. Los humanistas
también. Abstractamente estamos de acuerdo. El problema reside en cómo
entendemos su efecto en la vida social. ¿Cómo defines un negro? ¿Un
árabe? Yo no lo sé, pero sí la policía, la burocracia, las empresas, los
medios. Las divisiones de clase, género, ‘raza’ son al interior de la
República. Un obrero blanco es más privilegiado que uno indígena”.
En suelo francés, la tierra es una mercancía más.
Económicamente el indígena no puede poseer la tierra. Somos recientes, venimos como trabajadores. El territorio está en ellos, son su territorio:
Seguimos enterrando a nuestros muertos en el Magreb. El país de origen está en nuestra cabeza, aunque cada vez menos, admite.
A la pregunta de si ve una solución o la confrontación es irremediable, responde:
El sueño es encontrarnos, detener la guerra entre nosotros, abolir la raza.
Los feminismos
Houria manifiesta divergencias con el feminismo occidental.
Éste abreva a fin de cuentas en sus privilegios sociales. Por lo demás, no padecemos feminicidios como aquí. No quiero caer en comparaciones gruesas, pero supongo que se trata sobre todo de mujeres pobres. El punto de vista descolonial es que todos los movimientos se deben contextualizar: el feminismo es fruto de la modernidad occidental.
Cita a Dominico Losurdo, quien ha dicho que la línea que
divide al blanco del que no lo es produce igualdad entre blancos. “El
feminismo se deriva de la conquista colonial y la construcción del
Estado-Nación europeo. El imperialismo debe otorgar ciertos derechos al
interior de la Nación para que los pobladores sean aliados. La burguesía
considera hoy ‘blancos’ a quienes originalmente no lo eran: sus pobres,
sus proletarios”. Destaca que
el feminismo permite la igualdad entre blancos sin cuestionar la dominación imperial; el comunismo europeo fue blanco.
Ofrece una lectura peculiar del Holocausto.
Lo que horrorizó a los europeos es que se trajera a Europa lo que ésta practicaba en las colonias, y que las víctimas fueran europeas. La culpa es una de las explicaciones del apoyo incondicional de Europa al país judío. Los judíos fueron siempre un sujeto revolucionario. Al integrarlos, el imperialismo mató la revolución en ellos, al fin fueron admitidos como blancos. Los judíos son ahora imperialistas, lo cual no impide que los Estados europeos sigan siendo antisemitas aunque se sientan filosemitas. El filosemitismo es una forma nueva y sofisticada de antisemitismo. Los judíos están protegidos, mas no legitimados como franceses.
Houria tampoco ignora el colonialismo interno en Europa.
Las reivindicaciones regionales del presente son de dos dimensiones: nacionalismos de derecha, o de izquierda y descoloniales. Cataluña ilustra ambos.
En tanto, “las colonias de ultramar se descolonizaron de manera
ambivalente. Durante las independencias el nacionalismo tuvo
importancia, pero Fanon alertó de ‘no imitar a los europeos’, pero el
mayor error de las independencias” fue hacerlo.
El amor revolucionario
Cita a James Baldwin:
Cuando él pensaba en los años sesenta que los negros se vengarían de los blancos, se preguntó qué pasaría con toda su belleza. Convencido de que los negros eran bellos en el sentido espiritual, Baldwin temía que el odio los hiciera feos y reemplazara su riqueza interior, su amor. Yo me hago la misma pregunta. Ante la opresión, los indígenas de Francia se vuelven racistas. Negros, árabes, gitanos. El antisemitismo vive en nosotros, mientras enfrentamos misoginia y creciente islamofobia. Podemos percibir el olor de los malos sentimientos, contrarios a nuestra belleza. Esa energía negativa se vuelve contra los indígenas y puede anular el proyecto revolucionario.
El amor revolucionario es, en principio, amor a uno mismo. No en el sentido de los blancos, que se aman tanto. Me refiero al que sustituiría a la desvalorización colonial: me amo porque reivindico lo que soy. Es Malcolm X preocupado por la humanidad de los afroestadunidenses. De ahí nace el amor revolucionario, una conciencia incapaz de reproducir el racismo contra el judío o el blanco. Un proyecto político. Cuando hablamos de amor con los judíos y los blancos, necesitamos poner condiciones. No vamos a convertirnos en ellos.
Sobre las redes de comunidad entre los indígenas de la República,
explica: “Tenemos conciencia del peligro individualista. Occidente nos
pone en conflicto con la comunidad. Lo primero para nosotros es
conservar la comunidad, la colectividad. Cuando escribo: ‘mi cuerpo no
me pertenece’, entro en contradicción con las feministas blancas, que no
entienden que mi cuerpo pertenece a mi comunidad. El de ellas no. Esa
individualidad no me interesa. El concepto liberal de individuo
justificó al capitalismo desde el principio”.
Entrevista completa en Ojarasca de abril:
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