Previsible en buena medida, nos aproximamos a condiciones similares a
las de 2006, en cuanto a la manipulación para el arrebato de ciudadanos
que se posicionan conforme a su percepción, generada la mayoría de las
veces en información tergiversada o magnificada.
Se trata del intento por colocar verdades a medias o mentiras
absolutas en la opinión pública para despertar emociones colectivas como
la ira y el miedo, antes que procurar empatía o debate. Polarizar al
electorado, facilita la imposición de decisiones cupulares contrarias a
la democracia y al pluralismo.
El fenómeno no es privativo de México y lo que hasta ahora se ha
documentado sobre Cambridge Analytica deja ver el grado de perversión
que, mediante el empleo del big data y otras sofisticadas herramientas
tecnológicas, se puede conseguir frente a un electorado siempre
vulnerable a la manipulación.
Naturalmente, las fórmulas tradicionales no están en desuso y la
magnificación de asuntos de la agenda pública para favorecer a uno
deteriorando a otro, sigue vigente. O en su caso, es un amasijo entre el
uso perverso de la tecnología y las formas viejas de incidir en la
opinión pública.
Ejemplo de estos días es la conferencia de Carlos Slim, que defendió
el aeropuerto y dijo temer las decisiones del presidencial Andrés Manuel
López Obrador. La alineación fue evidente en los otros candidatos, así
como en quienes le concedieron a Slim –el hombre que llegó a ser el más
rico del mundo con negocios mexicanos al amparo del poder– trato de
autoridad, omitiendo que el diseño del proyecto aeroportuario
peñanietista fue contratado a su yerno, Fernando Romero, que lleva la
gerencia de obras en las que el propio Slim es el principal contratista
beneficiado.
Claro que todo va por destronar al puntero en los estudios de opinión
y así es como se magnifica la renta de un avión privado de gama
económica, que el propio López Obrador hizo público, como lo había hecho
en noviembre en una gira por Nayarit. O que se le haga ver como enemigo
de los niños por no asistir a la firma de un compromiso impuesto por
sociedad civil filoempresarial, al que además saludó y ofreció opciones
para suplir su ausencia que no fueron aceptadas.
Del otro lado, la embestida en redes sociales al diario Reforma tiene
el sello de la presión que desde el lado lopezobradorista suele
desplegarse en contra de aquello con lo que no están de acuerdo, no les
gusta o les resulta incómodo, especialmente, luego de la descalificación
que el propio candidato hiciera a ese diario el lunes, antes de que
publicara el sondeo polémico.
En tiempos de confusión, cuando más expuesta está a noticias falsas y
firmas opacas, lo que menos necesita la sociedad es perder la dimensión
real respecto de los medios informativos serios y necesarios como
Reforma.
En cualquier caso, es momento de actualizar aquellas interrogantes de
Laswell (quién dice qué, a quién se lo dice y con qué efecto), pero eso
es tarea de los ciudadanos para evitar la manipulación y aun la
polarización nociva a la que intentan conducirlos quienes se disputan el
poder.
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