Ni para un kilo de tortillas
FRAGUA
A partir del 1 de
diciembre de 2017, el salario mínimo general aumentó $ 8.32! De $ 80.04
pasó a $ 88.36 diarios. Como es sabido por muchos de nosotros, este
ridículo aumento al salario mínimo no contribuyó al bolsillo del pueblo
mexicano ante el alza de los precios a los productos de primera
necesidad que se detonó con el fin de año.
El salario mínimo
mensual de un mexicano es de 139.84 dólares, por debajo de Argentina con
506 dólares, Brasil con 290 dólares, Colombia con 272 dólares y Perú
con 255 dólares mensuales. Sin embargo, el problema es que más allá del
nivel de la remuneración, ante la inflación, explicada en el número
anterior de FRAGUA, y la devaluación de nuestra moneda, el poder de
compra es cada vez más débil: algunas fuentes han revelado que al tercer
trimestre del 2017 un 41.8% de la población no pudo adquirir la canasta
básica con sus ingresos laborales, a lo cual nosotros preguntamos: ¿en
realidad esperan que esto cambie con un aumento de ocho pesos?
Se define como canasta básica al conjunto de bienes y servicios
indispensables y necesarios para que los trabajadores y sus familias
puedan satisfacer sus necesidades básicas, es decir, recuperar la fuerza
de trabajo invertida. Para determinar el precio de la canasta básica se
toman en cuenta familias promedio, ingresos y encuestas. En nuestro
país, la Encuesta Ingreso-Gasto de los Hogares (EIGH) emitida por el
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) proporciona los
gastos asociados de los hogares en 580 bienes y servicios. A su vez,
dentro del grupo de alimentos que componen la canasta básica encontramos
lácteos, carnes, huevos, cereales, legumbres, azúcares, grasas,
verduras y frutas. Sin embargo, no debemos olvidar que representan un
mínimo alimentario a partir de un patrón de consumo de un grupo de
hogares de referencia y no una dieta suficiente con todos los
nutrientes.
En México, la garantía al acceso a la canasta
básica se encuentra implícita desde que se estableció la Constitución de
1917, exactamente en el artículo 123, fracción VI, en el cual se
establece: “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para
satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden
material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria
de los hijos […]”. Sin embargo, cuando el salario real decae en
forma significativa después que se ha mantenido relativamente constante,
comienzan a darse a conocer propuestas y versiones de canasta básica,
ajustada a los salarios. De ahí que nos encontremos con las cínicas
declaraciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de
Desarrollo Social (Coneval), según las cuales un mexicano que vive en
una zona urbana requiere de $94.06 al día para alimento, vivienda,
transporte, vestido, salud, comunicación, artículos de esparcimiento,
educación, cultura y recreación. Siguiendo esta argumentación se plantea
que con ese dinero un mexicano podría tener una vida digna, ya que
plantean el gasto del transporte en $7.7 diarios, $178 al mes en
vestido, calzado y accesorios, y $46 al día en la línea de bienestar
alimentaria, pero ¿dónde queda el presupuesto para la educación? ya ni
se diga para la cultura, la recreación y el esparcimiento.
¿En verdad se puede hablar de vida digna cuando vamos al supermercado o a
los tianguis y contrastamos la realidad que nos impone el sistema
capitalista? Nosotros creemos que no, pues nos encontramos con aumentos
que van desde el 20% hasta el 50% en alimentos como carne, huevo,
frijol, azúcar, frutas y verduras, sin mencionar los efectos que ha
causado la liberalización del precio de los combustibles, pues este
costo lo pagamos nosotros, el pueblo trabajador.
Con los
ocho pesos que le aumentaron al salario únicamente se podría comprar un
boleto del metro, o cuatro bolillos, o unos chicharrones del metro, ya
ni siquiera alcanza para una bolsa de papas de $10. Tampoco alcanzan
para un kilo de frijoles que cuesta $28.50, ni para uno de tortillas, o
un garrafón de agua. Y si realizamos un análisis amplio, es decir,
contemplando el salario total por día con el aumento, observamos que se
podrían comprar 12 huevos rojos San Juan, un litro de leche alpura, un
kilo de tortillas, un kilo de jitomate bola y 75 gr de chile morita. O
bien 17 boletos del metro, 14 viajes en metrobús y un kilo de muslo de
pollo. O también un boleto de cine sin contar las palomitas ni el
refresco.
Viéndolo de esta manera, hasta parece una burla el
dichoso aumento o ¿cómo lo ve usted? Para nosotros, esta situación a la
vez de ser una muestra más del desprecio que siente la burguesía hacia
nosotros, el pueblo trabajador (pues qué mejor para ellos que nos lleve
el diablo de la miseria), también es una muestra de que no están
dispuestos a darnos ni un centavo más de todo lo que nos roban si eso
llega a afectar sus ganancias. Total, si pagándonos $88 seguimos
yendo a trabajar a sus despachos, a sus campos y a sus fábricas, ¿por
qué habrían de pagarnos un poco más de los primeros siete minutos de
nuestra jornada laboral que es el tiempo en el que producimos nuestro
salario?
Porque únicamente la organización consciente y
tenaz del pueblo trabajador forjará un futuro en el que el fruto de
nuestro trabajo sirva para satisfacer nuestras necesidades y no para
engordar los bolsillos de la burguesía, desde la Organización de Lucha
por la Emancipación Popular los invitamos a organizarse y luchar por un
salario justo que nos permita el acceso a los bienes y servicios dignos,
a organizarse en torno a uno de los puntos de nuestro Programa Mínimo
de Lucha de la Ciudad de México, “Tarifas justas para todo el pueblo”, y
en los Comités contra el Neoliberalismo que hemos estado impulsando.
NOTA:
Este artículo fue publicado en el No. 33 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Marzo-Abril 2018.
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