En circunstancias normales un debate dentro de una contienda
electoral es una faceta importante, pero no determinante para los
contendientes y, aunque han tomado como parámetro los debates en Estados
Unidos, en México estos ejercicios no han marcado el rumbo para alguno
de los participantes.
No obstante, para José Antonio Meade y su equipo de priistas, el
debate del próximo domingo pareciera ser un asunto de sobrevivencia
debido al fracaso que han tenido en lograr un mejor posicionamiento a
través de las acusaciones de lavado de dinero y riqueza inexplicable en
contra del panista Ricardo Anaya, y de las acusaciones hacia López
Obrador de que es “un peligro para el país”.
Meade y su equipo se están jugando en una sola carta si continúan o
no en el juego electoral con posibilidades de ganar. Están centrados en
lograr un mejor posicionamiento a partir del debate luego de llevar a
cabo una campaña caótica y gris, con actos cerrados a la ciudadanía,
vigilados en exceso por el Estado Mayor Presidencial (EMP) y la exigua y
desanimada participación de la militancia en los estados.
López Obrador se ha convertido en el enemigo a vencer para Meade,
Ricardo Anaya, y los “independientes” Margarita Zavala y Jaime
Rodríguez, “El Bronco”. Todos ellos están muy abajo en las encuestas y
sus respectivas campañas no han logrado el mejor resultado, pues no se
han movido del lugar con el que arrancaron.
Seguramente al tabasqueño lo querrán atacar por sus propuestas de
cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, la
amnistía para algunos productores de enervantes en el campo, sus
propiedades y los recursos con los cuales ha hecho campaña en los
últimos años, así como por la selección de algunos de los candidatos de
Morena, como el líder del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia.
Cada uno de ellos, sobre todo Meade, querrán conseguir con el debate
lo que no han podido lograr en la campaña y precampaña. Es decir, jugar
una buena parte de sus aspiraciones en una sola carta.
En el caso de Meade, jugar su futuro en una sola carta es más que
peligroso, pues si no sale bien librado en el debate, se desfondará su
campaña, y con ésta Enrique Peña Nieto y el PRI perderán la esperanza de
gobernar otros seis años más.
El fracaso que ha tenido hasta ahora la campaña de Meade ha sido por
la falta de organización interna en el equipo dirigido por Aurelio Nuño,
la pesada losa de la corrupción en el PRI y los malos resultados del
gobierno de Peña Nieto.
Pero también por las incapacidades de Meade como político, pues en
cada uno de sus actos de campaña se sigue comportando como funcionario
dando conferencias o como profesor dando clases. Su voz no tiene matices
al hablar y, cuando tiene oportunidades de destacar sus cualidades,
repite el mismo discurso pidiendo confianza a los asistentes.
Por cierto… se han difundido versiones de un cambio de candidato
presidencial en el PRI, aunque de hacerlo sólo se aceleraría la derrota,
pues el nuevo llegaría con el signo del fracaso y no tendría margen
para recuperar el tiempo y el dinero ya invertido en Meade. En tanto
que, de un pacto del PRI y Peña con Anaya para impedir el triunfo de
López Obrador, las probabilidades de éxito tampoco estarían aseguradas
si en el debate del domingo próximo el tabasqueño sale bien librado.
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