Silvia Ribeiro*
La adquisición de
la megaempresa transgénica Monsanto por la vieja fabricante de venenos y
farmacéuticos Bayer fue aprobada en marzo de este año por la Dirección
General de Competencia de la Unión Europea y la semana pasada por el
Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Aunque falta la aprobación de otros países, estas decisiones marcan
la consolidación de la última de las megafusiones de las industria de
semillas y agrotóxicos que comenzó en 2015. Las otras fueron la de las
trasnacionales estadunidenses Dow y DuPont, que formaron una nueva
división agrícola para sus negocios de semillas y agrotóxicos llamada
Corteva Agrisciences y la de la trasnacional de origen suizo Syngenta
con la empresa nacional de ChemChina, que planea fusionarse además con
Sinochem, otra estatal china.
Las oficinas de competencia consideraron que las tres fusiones eran
problemáticas, pero especialmente la de Monsanto-Bayer. Para aprobar las
fusiones, plantearon a todas que debían deshacerse de parte de sus
negocios
para evitar el dominio del mercado, una expresión a todas luces retórica y sin sentido real.
En efecto, quien ha cosechado las actividades de las que se han ido
desprendiendo las otras empresas ha sido BASF, otra rancia trasnacional
alemana fabricante de venenos químicos.
Bayer accedió a vender a BASF su negocio de semillas y una parte del
negocio de agrotóxicos, especialmente glufosinato, ya que varias de sus
semillas transgénicas son tolerantes a este herbicida. Pero de ninguna
manera abandona el terreno: seguirá con el negocio de semillas
transgénicas y nuevas biotecnologías –como CRISPR-Cas9– que tiene
Monsanto, y agroquímicos aún más tóxicos como Dicamba, también de
Monsanto.
Quedan así solamente cuatro megaempresas que tendrán entre ellas más
de 60 por ciento del mercado global de semillas comerciales, 100 por
ciento del de semillas transgénicas y más de 70 por ciento del mercado
global de agrotóxicos. Las supuestas
condicionesde las oficinas de competencia parecen más bien una broma, ya que en realidad engordaron a BASF, la única empresa de agrotóxicos y transgénicos que quedaba fuera de la ronda de fusiones que inició en 2015.
Otro motor de las fusiones ha sido acaparar el manejo de datos masivos (big data)
agrícolas y climáticos. Por esta razón, Estados Unidos le planteó a
Bayer que debía vender parte de sus activos en agricultura digital, cosa
que finalmente Bayer accedió, pero manteniendo la licencia de uso de
éstos. Básicamente, todas los probables movimientos que anunció el Grupo
ETC desde 2015 sobre las fusiones se han cumplido. Sigue ahora la
próxima ronda de fusiones, en la cual las empresas de maquinaria –como
John Deere, AGCO y CNH– probablemente se tragarán a las cuatro
anteriores, para pasar a tener control de todos los primeros eslabones
de la cadena agrícola: semillas, agrotóxicos, maquinaria, datos
agrícolas y climáticos, y seguros. (https://tinyurl.com/y9dnpano)
Este es el contexto real de las semillas transgénicas: cuatro
empresas gigantes y sin escrúpulos, cuya fuente principal de lucro ha
sido fabricar venenos, y todas con con un historial negro de crímenes
contra el ambiente y la salud, incluyendo catástrofes como el derrame
químico en Bhopal, India, que mató a miles de personas y envenenó a casi
medio millón.
Es un contexto que no se puede olvidar, no sólo porque son las mismas
empresas y el mismo afán de lucro a cualquier costo, también porque
significan una garra de acero cada vez más apretada sobre los mercados
agrícolas en todo el planeta.
Cualquiera que defienda las semillas transgénicas sin referirse a
este contexto está ocultando la realidad. No existen semillas
transgénicas en el mercado que no sean propiedad de esas cuatro
megaempresas. Es tan claro que su interés es la venta de agrotóxicos,
que por ello la aplicación de éstos, sobre todo glifosato, ha crecido
exponencialmente, más de mil por ciento en los pasados 20 años en los
países donde se producen más transgénicos, como Estados Unidos,
Argentina y Brasil.
Es por ello falaz y cínica la charla de Francisco Bolívar Zapata en el reciente seminario Los alimentos transgénicos a debate
(UNAM, 11-13 abril, https://tinyurl.com/y9hq2y84), en la que afirma que
el uso de transgénicos disminuye el uso de agrotóxicos. Se refiere en
forma notablemente anticientífica a datos parciales para falsear
conclusiones: asegura que el maíz transgénico Bt, usa menos herbicida
que el convencional. Oculta decir que la cifra total de agrotóxicos
(herbicidas, funguicidas, etcétera) en maíz de Estados Unidos aumentó
con el uso de transgénicos y que las empresas de transgénicos ahora
venden maíz Bt con tolerancia a herbicidas, con lo que el aumento de uso
de agrotóxicos está asegurado.
En el mismo debate, Rosaura Ruiz, quien moderó la mesa, afirmó que
disentir en ciencia es sano y que cada uno seguirá luchando por su
posición. Por supuesto, la duda y el debate honesto es la base de la
ciencia. Pero para que eso sea válido la premisa debe ser que no se
libere ningún transgénico al ambiente ni al consumo hasta que exista
consenso sobre sus riesgos. De lo contrario, no es un debate científico,
sencillamente se está usando a la población, la biodiversidad y la
naturaleza como conejillos de Indias de cuatro megaempresas
trasnacionales y unos cuantos científicos que se alquilan para ellas.
*investigadora del Grupo ETC
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