El Premio Nacional de Derechos
Humanos Sergio Méndez Arceo tiene desde 1992 el objetivo de reconocer
el trabajo de personas luchadoras sociales, y el de destacar el
compromiso que Don Sergio, VII Obispo católico de Cuernavaca,
historiador mexicano y teólogo de la liberación, tuvo con la defensa de
los derechos humanos en México, América Latina y el Caribe.
Como cada año, las organizaciones y personas convocantes tienen el
arduo compromiso de distinguir a una persona y a una organización
ganadoras, teniendo en cuenta el análisis de cuatro ejes: la coyuntura
actual de México, la visibilidad de la persona o agrupación, la temática
que trabajan y su trayectoria. Este año fueron postuladas 11
agrupaciones y siete personas; Irinea Buendía Cortés fue galardonada en
la categoría individual, y en la grupal, los Defensores del Agua del
Pueblo Indígena Náhuatl, de San Pedro Tlanixco.
De nueva cuenta el premio, en su edición 26, reconoce el trabajo y la
defensa de los derechos humanos desde abajo. Doña Irinea, por ejemplo,
es madre de Mariana Lima Buendía, víctima de feminicidio en 2010. A raíz
del asesinato de su hija, esta mujer realizó con tesón una
investigación de manera autodidacta para esclarecer los hechos de la
muerte de su hija.
De esta manera se especializó en derecho y criminalística, con lo
cual pudo desmentir las pruebas que se construyeron para armar la teoría
oficial de un suicidio, cuando en realidad se trató de un feminicidio.
El caso fue tan indignante, que en septiembre de 2013 llegó hasta la
Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), constituyéndose en un
precedente histórico, pues fue el primer caso de feminicidio atraído por
el máximo tribunal de justicia en México.
En efecto, en 2015 la SCJN resolvió que las instancias
correspondientes del gobierno del estado de México debían realizar,
nuevamente, con la debida diligencia, las investigaciones, considerando
la perspectiva de género (Sentencia 554/2013) y siguiendo la línea de
feminicidio.
Los Defensores del Agua del Pueblo Indígena Náhuatl de San Pedro
Tlanixco, Dominga González Martínez, Marco Antonio Pérez González,
Lorenzo Sánchez Berriozábal, Pedro Sánchez Berriozábal, Teófilo Pérez
González y Rómulo Arias Mireles, defienden su derecho a la justicia y el
derecho humano al agua. Desde la década de los años 80, cuando llegaron
a su municipio en Villa Guerrero empresas floricultoras, la comunidad
de San Pedro Tlanixco ha mantenido su lucha.
El río Texcaltenco, que nace en San Pedro Tlanixco, fue entonces
concesionado por la Comisión Nacional del Agua a empresarios
floricultores, impidiendo con ello el acceso al agua de la comunidad, a
pesar de que cuentan con documentos válidos que los acreditan para hacer
uso de ésta.
En 2003 la población de San Pedro Tlanixco fue agredida y en apego a
sus usos y costumbres resistieron el embate. Aunque desde entonces este
hecho acarreó también una fuerte criminalización en contra de la
comunidad, y desde esa fecha los defensores de derechos humanos de San
Pedro Tlanixco llevan resistiendo legalmente la falsa acusación que pesa
en su contra, misma que denota, además, actos discriminatorios.
El acceso a la justicia, tras los feminicidios y la defensa de
la tierra y el territorio, fueron las luchas que este año cobijó el
Premio, entregado el pasado 21 de abril en Cuernavaca. Para enmarcar la
entrega del mismo se realizó el Foro Agenda de los Derechos Humanos Ante
la Realidad Actual, que tuvo como objetivo construir una agenda mínima
de derechos humanos como demanda y exigencia de la colectividad que
acompaña el premio a los contendientes en las próximas elecciones.
En esta línea, el foro transcurrió a partir de cuatro ejes temáticos:
Ley de Seguridad Interior; agresiones a personas defensoras y
periodistas; defensa de la tierra y el territorio, con especial énfasis
en los pueblos y comunidades en resistencia, y feminicidios.
En el foro se confirmó la necesidad de que sean más las personas y
organizaciones que se sumen a las luchas desde debajo de las izquierdas
sociales y democráticas. Permitió también entretejer tres retos
importantes que, de cara a la coyuntura electoral, se tienen que
afrontar.
El primero tiene que ver con el reconocimiento de mantener puentes
con la memoria histórica. La juventud tienen el compromiso de aprovechar
los logros de las luchas de otras generaciones y hacerse cargo de la
realidad actual.
Las generaciones con más experiencia tienen, a su vez, el compromiso
de acompañar las nuevas luchas de la juventud, muchas de ellas
relacionadas con la identidad y las diversidades. Ninguna lucha es más
importante que la otra. Todas ellas son diversas formas de acción.
Otro reto relacionado tiene que ver con la importancia de reconocer
el diálogo intergeneracional, el cual implica escucharse, acompañarse y
descubrirse los pensamientos y sentires.
Por último, es importante reconocer la mirada interseccional en las
luchas. Es decir, la manera diferenciada como impacta la violencia según
la identidad de las personas y grupos, apreciando al mismo tiempo la
forma como construyen sus estrategias de resistencia y defensa frente a
las distintas expresiones de la dominación.
Esto implica reconocer que no se vive de la misma manera la defensa
de la tierra y el territorio siendo mujer, mujer joven o indígena, que
siendo varón. Por ello hay que insistir en que es necesario escuchar y
preguntar por los propios
sentipensares. Lo cual implica llevarse este compromiso a los espacios organizativos y conversar sobre la importancia de construir estos puentes, estas miradas y, más que nada, construir colectivamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario