Gustavo Esteva
Los Cinco parecen haber atrapado la atención general, para convencernos de que nada hay más importante que votar apropiadamente el primero de julio, que ese día podremos dar un paso al abismo o a la felicidad… Como siempre, las apariencias engañan. El balón está en nuestra cancha, no allá arriba. Nos toca hacer lo que falta.
Sólo El Bronco quiere que los tres poderes sean sus cómplices en la cortadera de manos de los corruptos, pero los Cinco querrían que manos, cabezas y corazones de todas y todos estuvieran atadas, salvo para votar: nos quieren inmóviles, colgados de la esperanza de que quien gane la carrera electoral nos salvará del desastre en que estamos.
Los Cinco están atrapados en las botargas construidas con lo que ha dicho y hecho cada quien y lo que se ha dicho y hecho sobre ellos y ella. Viven en la contradicción.
¿Cómo puede Meade tomar distancia radical del PRI, que produce rechazo general y lo tiene en el tercer lugar, y al mismo tiempo movilizar toda la fuerza de los priístas para que hagan las trampas y coerciones que acostumbran, sabiendo que sólo así puede llegar?
¿Cómo puede la Zavala dejar de ser la señora Calderón, que la seguirá manteniendo en la cola?
¿Cómo puede El Bronco dejar de ser quien es para salir de 3 por ciento?
¿Cómo puede Anaya ser el chico maravilla y al mismo tiempo vestir los peores trajes del PAN y el PRD? ¿Cómo puede atacar al sistema con ferocidad y defenderlo con pasión sin que todo mundo vea lo que hace?
¿Cómo puede AMLO, sin rendirse, quitarse el sambenito que le han puesto como peligro para México, o cómo puede rendirse –para que lo dejen llegar– sin traicionar a quienes creen en él?
Los especialistas se devanan los sesos tratando de explicar la estabilidad de las encuestas, a pesar de los altibajos de las campañas. Les preocupa especialmente que AMLO siga teniendo casi la mitad de las preferencias electorales, a pesar de la campaña en su contra y los triunfos aparentes o reales de los demás. Varios factores explican ese resultado. La mayoría de la gente está harta de lo que pasa y culpa de sus males a un sistema del que AMLO no formaría parte. Millones de personas que por más de una década vieron en AMLO una alternativa y se aferran a la esperanza de que encabece un cambio están contagiando a otras. Para estos millones, nada de lo que se diga o deje de decir alterará sus creencias. Cunde así la sensación de que esta vez sí llegará y corre el rumor de que la gente no permitiría de nuevo el fraude, por lo que intentarlo sería la chispa que incendiara la pradera. Como no se trata de una perspectiva descabellada, se están produciendo reacomodos y reconsideraciones que afectarán la evolución de mayo y junio y desde luego los comportamientos del primero de julio.
Tal evolución encierra diversos peligros, pero no debemos permitir que nos distraiga de lo que hace falta hacer aquí abajo, entre nosotros. Necesitamos adoptar el horizonte de cada quien, de cada grupo, de cada lugar, y desde ahí dar forma a la tarea: entender bien lo que pasa y hacer lo necesario para tomar el asunto en nuestras manos.
Mucha gente votará y creerá que el país tendrá un nuevo gobernante. Pero es cada vez más difícil dar algún sentido de realidad a lo que se sigue llamando país. Quienes disputan el poder parecen convencidos de que podrán cumplir la función de gobernarlo. Pero basta oírlos para darse cuenta de que es retórica vacía. No se sabe de qué hablan cuando se refieren al país que quieren gobernar y lo que dicen que harán con él, si ganan, resulta aún más etéreo e inasible. No interesa discutir alternativas, como si las hubiera. Lo que se requiere es recuperar el sentido, los sentidos, y concebir e implementar las acciones que cada quien, en su contexto, con su grupo, con su organización, puede llevar a la práctica, según las formas específicas que en cada lugar toma el despojo, la agresión, la destrucción, lo mismo que la resistencia, la rebeldía.
La invención de México fue desafortunada. Se le concibió como Estado cuando éramos muchas naciones. La obsesión de convertirlo en Estado-nación, la forma política del capitalismo que aseguró su expansión, fue inmensamente destructiva. El sistema educativo se creó para desindianizar a los indios, despojarlos de su cultura, y lo consiguió con millones de ellos. Persiste ese intento. Para Cárdenas, “nuestro problema indio no es conservar al indio como ‘indio’ ni indigenizar México, sino mexicanizar al indio”. Y así hasta hoy. Pero los pueblos que existían antes de que llegaran los españoles o se creara el Estado mexicano lograron sobrevivir. Su forma de ser y de vivir, arraigada en un territorio y una cultura propia, se convierte en fuente de inspiración y esperanza en la hora actual, cuando el capital globalizado desmantela todos los estados-nación y poco queda de lo que llamábamos México.
Es importante reconocer la naturaleza global de la ola de despojo, el inmenso ímpetu destructivo del capital globalizado. Pero el horizonte de resistencias y rebeldías, el de la acción real y concreta para enfrentar el horror y construir otra cosa es local y pegado al suelo, sensorial, nuestro…
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