Arte y Tiempo
Raúl Díaz
Héctor Bonilla (al centro) interpreta a José Manuel Mireles, fundador de las autodefensas en MichoacánFoto José Antonio López
La muy conocida obra Fuenteovejuna,
de Lope de Vega, está basada en hechos reales ocurridos en esa
localidad, en 1476, y narra la historia de un pueblo que se une y
levanta contra la injusticia y atropellos del poder, representados en la
figura y autoridad del comendador. A más de 400 años y miles de
kilómetros de distancia, con las necesarias adecuaciones de tiempo y
espacio, la historia parecería repetirse en un lejano país llamado
México, cuya vasta extensión podría llamarse Fuenteovejuna.
En nuestra Fuenteovejuna contemporánea se desenvuelve la historia de
hoy que, gracias al talento de Fernando Bonilla en su doble papel de
dramaturgo y director, nos coloca frente a una realidad de horror en la
que el comendador ha dejado de ser un individuo para convertirse en ese
pulpo colectivo que se conoce como narco y crimen organizado que, por supuesto, está íntimamente ligado a las esferas públicas de poder.
Arriba –literalmente, en unos balcones escenográficos–, la
clasepolítica contempla y dirige todo. Abajo, su representante, el capo (comendador) y sus sicarios, auténticamente hacen lo que les da la gana y son el poder real en los muchos y extensos territorios que dominan.
Ante la impunidad de los criminales y la complicidad oficial, no
queda otra salida para la gente, sino crear su propia Fuenteovejuna, su
todos a una, y combatir así a sus depredadores.
Esto es lo que hace vigente la Fuenteovejuna de Lope de Vega que
Bonilla retoma y recrea espléndidamente, utilizando incluso el verso en
algunos pasajes y combinándolo con los modismos y acentos propios del
norte mexicano, donde las acciones se desenvuelven, pero que igualmente
podrían suceder (de hecho, ocurren) en cualquier otra parte del
territorio nacional.
Manejando muy bien la dualidad de personajes, comendador-capo,
Ortuño-sicario, Laurencia y Frondoso, villanos-pareja de chavos y
Alcalde-doctor (en claro homenaje al doctor José Manuel Mireles,
fundador de los grupos de autodefensa, policía comunitaria de
Michoacán), el director se apoya en un estupendo elenco. Sin demérito
para los demás, quienes se multiplican interpretando varios personajes,
destacan Héctor Bonilla (Mireles) y Carlos Corona (capo), así como un
equipo técnico igualmente de primera: Tenzing Ortega, iluminación y
escenografía; Libertad Mardel, máscaras y vestuario; Leonardo Soqui,
música original, y Juan Carlos Beyer, asesor de verso, quienes nos dan
una versión en la que hábilmente se entrevera lo duro del relato con
momentos de necesario relajamiento gracioso, ya que, como ocurre en la
cotidianidad, la vida continúa y los pueblos tienen una enorme capacidad
de resiliencia.
Denuncia clara de un estado de cosas existente, Algo en Fuenteovejuna,
nombre que Bonilla dio a su versión, no es, sin embargo, panfleto, sino
una obra de teatro perfectamente bien estructurada y escenificada que,
por un lado, demuestra la perennidad de un clásico cuando lo es de veras
y, por otro, la posibilidad de, sin desvirtuarlo, otorgarle toda la
contemporaneidad de cualquier tiempo.
Algo en Fuenteovejuna que merece ser vista por todos, se
presenta jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 horas y
domingos a las 18 horas en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro
Cultural Universitario de la UNAM, en Ciudad Universitaria.
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