Vilma Fuentes
El movimiento de mayo
de 1968 en Francia cumple 50 años. Es un aniversario. Llegó la hora de
las conmemoraciones. Si se recuerda que el espíritu de mayo 68 deseaba
hacer tabla rasa de todas las ceremonias, ritos, celebraciones o
desfiles organizados por las instituciones del orden establecido, la
primera exigencia sería inventar una nueva manera de celebrar este
aniversario mostrándose fiel a ese espíritu.
Esto lleva a preguntarse cuál era el espíritu de mayo 68.
Historiadores y sociólogos describen y explican la situación del mundo
en esa época: manifestaciones en Estados Unidos, Latinoamérica y Europa
de la juventud opuesta a la guerra de Vietnam, aparición de una nueva
generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial, el pelo largo de
los muchachos, chicas que descubren la pastilla anticonceptiva,
verdadera revolución de las costumbres y sismo de la estructura familiar
tradicional, tan bien encarnada por la figura tutelar y patriarcal de
Charles de Gaulle, envejecida y maltratada por la ola de grupos
musicales como los Beatles, nacimiento de movimientos radicales en
Polonia, Italia, la Fracción Armada Roja en Alemania, e incluso la gran
revolución cultural proletaria dirigida por Mao en China. Pero, ¿hay
acaso un denominador común entre estos movimientos tan diferentes y
puede hablarse de un espíritu de mayo 68 característico de este
terremoto mundial?
Se han publicado muchos libros sobre esta cuestión. Cada uno aporta
su punto de vista, contradictorio, polémico: algunos glorifican el
maravilloso liberador mes de mayo, otros muestran su aborrecimiento
hacia un movimiento destructor de todos los valores y prueba
incontestable de decadencia. La polémica sigue viva en 2018. El hecho de
que prosiga, prueba una cierta fidelidad a este espíritu rebelde e
insatisfecho.
Un análisis interesante, admitido hoy día por muchos comentadores,
descubre quizás el aspecto más original y novedoso de la ideología del
movimiento de mayo. Al contrario de los movimientos revolucionarios
movidos por un ideal de emancipación colectiva, la ideología de mayo 68
situaba en primer rango la liberación individual de los rebeldes más
determinados. El ideal propuesto era claro:
¡Vivir sin obligaciones, gozar sin trabas!
Prohibido prohibir.
Sé realista, pide lo imposible. La antigua reivindicación libertaria y anarquista se impuso al colectivismo de los comunistas, pronto acusados de estalinianos y, por tanto, enemigos que deben combatirse con tanta cólera como se combate el orden burgués. Este individualismo tendrá consecuencias contradictorias.
La sociedad de consumo era denunciada como el peor estado de
alienación, pero la necesidad de saciar los deseos favorecía los
progresos comerciales de la consumición. En el terreno de las paradojas
se ven mutaciones aún más ambiguas, tales como las de antiguos maoístas
convertidos en partidarios de los neoconservadores estadunidenses.
Más allá de los torbellinos de la Historia, es indiscutible que mayo
68 dejó su huella. Tanto en el plano judicial como en el de las
costumbres, algunas leyes (abolición de la pena de muerte, matrimonio
entre personas del mismo sexo), votadas bastante después del 68, fueron
sin embargo propulsadas por este movimiento. En 1968 existía el FHAR,
frente homosexual de acción revolucionaria. Este grupo, horror de
burgueses y comunistas, da una idea de la conmoción ideológica de la
época, así como de los cambios sociales que siguieron. Aún ahora, estas
cuestiones siguen siendo el objeto de ásperas controversias.
Signo revelador de estas contradicciones: el presidente actual de
Francia, Emmanuel Macron, nacido después de 68, pensó conmemorar este
aniversario en un primer momento. Renunció después. Los franceses se
hallan demasiado divididos sobre la interpretación de estos
acontecimientos como para esperar compartir una versión única. François
Mitterrand decía:
Yo creo en las fuerzas del espíritu. ¿Pensaba en el espíritu de mayo 68?
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