Desde la Luna de Valencia
Por: Teresa Mollá Castels
Hasta
el pasado viernes, 4 de mayo, no había escuchado el término Incel en mi
vida. Fue mi amigo Antonio quien me descubrió esta verdadera
barbaridad. Bueno, pues al parecer los Incel (acrónimo en inglés de
célibes involuntarios) son un movimiento o comunidad misógina, machista y
racista que pretende que los Estados obliguen a las mujeres a tener
sexo con ellos. Eso sí, han de ser mujeres blancas y sin discapacidades.
En estos dos días he estado buscando información y al parecer el
despreciable ser que perpetró el atropello de Toronto era uno de ellos
gracias a lo cual se está poniendo el foco sobre ellos.
El tema está tomando tal cariz que en el New York Times ya se ha
publicado un artículo sobre el tema bajo el título “The Redistribution
of Sex”, escrito por Ross Douthat, donde se dice que hay que entender a
esta gente y se propone usar “prostitutas” o robots sexuales para evitar
que este movimiento siga cometiendo atentados.
Y yo me pregunto al leerlo ¿estaremos perdiendo el norte como sociedad?
El deseo sexual, es eso, deseo. Y como deseo puede o no ser cumplido.
Pero no es ningún derecho. Y mucho menos cuando se trata de utilizar a
las mujeres como herramienta para satisfacerlo. Y sí, he dicho
herramienta, porque el nivel de cosificación implícito en el discurso
misógino de estos “seres” que abogan por que el Estado les garantice el
sexo, es de tal magnitud, que es difícilmente soportable.
Es lo mismo que los vientres de alquiler: pretender que los deseos
(sexuales, parentales, etcétera) pasen a formar parte del ordenamiento
jurídico.
Deseos generalmente de hombres sobre los cuerpos y vidas de las
mujeres a quienes estos impresentables de los Incel quieren usar a su
antojo para desahogar sus instintos. No importa que sean mujeres
tratadas y “prostituidas” como propone el articulista del New York Times
cuando propone recurrir a la “prostitución” para frenarles. Solo le
faltó decir aquello de: “Total, solo son putas”.
La mirada y el deseo patriarcal sobre las mujeres siguen siendo sorprendentemente misógino y desconsiderado.
Nada les importan las vidas que puedan destrozar para satisfacer sus
deseos. Aquí tenemos a los cafres de “La manada” y tantas otras manadas
que, esencialmente buscan lo mismo: satisfacer sus deseos sexuales a
cualquier precio, puesto que pueden llegar a considerarlo un derecho.
En el Estado Español se denuncia una violación cada ocho horas. Y el número sigue al alza según datos oficiales.
Los Presupuestos Generales del Estado de 2017 contemplaron tan solo
31,7 millones para prevenir la violencia de género frente a 152 en
material de oficina.
Y los del 2018, pese al pírrico Pacto de Estado, van en esa misma
dirección. Lo que manifiesta una falta de voluntad política total por
parte de quienes nos gobiernan para atajar este tipo de violencias
específicas contra las mujeres.
Los Incel asesinan porque no satisfacen sus deseos sexuales con
mujeres blancas y no discapacitadas. O, como dice en su hilo de twitter
el periodista Ernesto Filardi, “matan por no follar”. Así de duro. Pero
también así de silenciado, como también denuncia este periodista en ese
mismo hilo del pasado día 3de mayo. O sea de solo hace unos días.
Al final la mirada patriarcal todo lo escruta y recorre. Al final las
mujeres somos las eternamente perjudicadas por esa mirada. El Gran
Hermano de Orwell es el patriarcado para las mujeres.
No tengo capacidad para imaginar el odio que se puede albergar para
realizar una acción como la de Toronto, el pasado 21 de abril, en donde
murieron diez personas y otras quince quedaron heridas. Pero este “ser”
lo hizo porque se sintió humillado por no ligar. Inimaginable para mi
hace solamente tres días.
Buscar convertir en derechos los deseos masculinos es una constante
histórica en donde nunca hemos salido bien paradas las mujeres. Pero
también como dice la frase activista feminista “somos las nietas de
aquellas que no conseguisteis quemar” y aquí estamos y seguiremos
denunciando. Orgullosamente de pie y reivindicando nuestros derechos
ante el Estado que no cumple, manadas varias y de distintos tipos,
incels, discursos misóginos de los de faldas largas y negras o
neomachistas disfrazados de falsos progresistas.
Seguiremos exigiendo a los poderes públicos de todo orden y condición
que se garanticen nuestras vidas de mujeres, como ciudadanas con
plenitud de derechos que somos. Porque el derecho a una vida digna y sin
violencias en un derecho también nuestro, de las humanas.
Porque no somos “coses” que se usan y se tiran. Somos personas
completas y nuestros cuerpos son nuestros y no se tocan sin nuestro
consentimiento. Porque somos libres de ligar o no con quien nos dé la
gana. Porque no somos productos permanentemente disponibles para
satisfacer los deseos masculinos de cualquier índole. Y una larga lista
de situaciones que no estamos dispuestas a seguir soportando.
Haber descubierto a esta comunidad me ha hecho saltar muchas alarmas.
Y no son buenas. Habrá que estar muy alerta de por donde andan y
plantarles cara porque la satisfacción del deseo sexual no es un derecho
de ellos ni una obligación para nosotras.
*Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent.
CIMACFoto: César Martínez López
Ontinyent, Esp.-
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