5/01/2010

Los periodistas pal café.....


Porfirio Muñoz Ledo
El derecho a migrar
A propósito de la afrentosa ley SB1070 del estado de Arizona, el Congreso hizo un exhorto al Ejecutivo a que “haga uso de todos los espacios de diálogo diplomático y de los instrumentos y mecanismos que sean necesarios para defender los derechos e integridad de los mexicanos”. El texto no refleja la indignación de los compatriotas que representamos pero va en la dirección acertada.

Arizona no es una ínsula Barataria ni un territorio exento de la aplicación del derecho de gentes. Es parte integrante de la Unión Americana. Diversos tratados de derechos humanos especifican que los estados nacionales de carácter federal son responsables de las violaciones que cometen las entidades que los componen y están obligados a proveer el acatamiento de los compromisos internacionales contraídos.

¿Qué ocurriría si un estado o provincia de la región, o muchos de ellos, transgredieran abiertamente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte? Para evitar semejante caos —que disolvería en la práctica el instrumento— intervendrían según las disposiciones aplicables los gobiernos federales y en su caso los poderes judiciales. Restaurarían el orden perdido.

En algún contencioso sobre la pena de muerte a uno de nuestros compatriotas el gobernador de Texas declaró que esa entidad no había suscrito ningún tratado internacional y se negó a rehacer el procedimiento. El presidente de Estados Unidos tuvo que enviar una misiva al mandatario local en cumplimiento de la resolución de la Corte Internacional de Justicia y la ejecución fue suspendida.

Las soluciones dependen de la energía e imaginación con que actúen el gobierno y la sociedad mexicana. En las relaciones exteriores como en las internas se miden y ponderan las acciones de la contraparte. Son numerosas las medidas que podríamos tomar, de modo concatenado y en estrecha alianza con los mexicanos del exterior, para poner un coto a la humillación y la impunidad.

Desde luego un tono diplomático más enfático y convincente hacia Estados Unidos y la comunidad de naciones, mediante el agotamiento de procedimientos bilaterales y la búsqueda de opciones multilaterales. Por ejemplo: la Corte Interamericana de Derechos Humanos, los comités de Naciones Unidas con jurisdicción en la materia, la Asamblea General de la Organización y la propia Corte Internacional de La Haya.

La criminalización de los migrantes va a contrapelo de los avances mundiales en este campo. Abre la vía para que las autoridades locales asuman, al margen de toda responsabilidad, competencias migratorias que por definición son nacionales. Desata un “nativismo histérico” contrario a la globalización y promueve el delito de xenofobia por la persecución fundada en identificación étnica.

Debiéramos sumarnos por entero a la lucha de nuestros compatriotas por su dignidad. Hemos propuesto que desde la Constitución quede estipulado que la nación mexicana trasciende sus fronteras territoriales, así como la obligación de proteger a los mexicanos en el extranjero. Tendríamos que consagrar cuanto antes el derecho universal a votar en elecciones nacionales para nuestros compatriotas del exterior y a ser votados en el marco de una sexta circunscripción.


Es urgente escapar de la trampa que nos tendió un tratado asimétrico e hipócrita de integración: libertad para la circulación de bienes, servicios y transacciones financieras, pero limitaciones aberrantes y maltratos para los migrantes. El TLC ha propiciado, en sólo 16 años, la salida de 11 millones de mexicanos, tantos como los que habían migrado durante nuestra historia, incluyendo los que quedaron del otro lado después de los Tratados de Guadalupe Hidalgo en 1847.

La relación bilateral y la estrategia regional han de ser replanteadas a la luz de los resultados lamentables alcanzados en el declive del crecimiento económico, la hemorragia laboral, la desigualdad y el drama de la inseguridad. Debe afirmarse también de modo inequívoco, como lo estipulan tratados internacionales, que migrar es un derecho humano inalienable y actuar en consecuencia con determinación.

Diputado federal del PT


María Teresa Priego
Se llamaba Elena Arizmendi
En 1970, las fundadoras del MLF se dieron cita en el Arco del Triunfo, ante la tumba del soldado desconocido. Para dejarle flores a su esposa. “Hay alguien más desconocido que el soldado desconocido: su esposa”. En esta larga búsqueda de tantísimas mujeres por reivindicarse como sujetos, se inscribe un oficio fascinante: la recuperación de la memoria en femenino. El trabajo minucioso de las/los historiadores feministas. Rescate del nombre olvidado. La presencia femenina diluida. “Deshistorizada”, más allá de las figuras emblemáticas.

El oficio de Gabriela Cano, investigadora en el Colmex: rastrear un texto extraviado, una breve mención, testimonios, una foto que indica que “Ella” sí estuvo allí. Participó. Lo que Bourdieu definió como: “Una reconstitución por parte de la historia, del trabajo histórico de deshistorización”.

Gabriela encontró al personaje de “Adriana”, en las memorias de Vasconcelos. En Ulises criollo, y La Tormenta. “El título alude a la tormenta revolucionaria de la que Vasconcelos fue protagonista, como a la tormenta interior que le significó la relación pasional con ‘Adriana’ y la inevitable ruptura hacia 1916”. Gabriela, fue por ella.

“Adriana se convirtió en figura emblemática y referencia obligada en la cultura mexicana. En contraste, la personalidad histórica de Elena Arizmendi permanece casi desconocida”. Enfermera, militante maderista, feminista, periodista, escritora. Amó a Vasconcelos. “Un reto, tomar distancia crítica de la envolvente prosa autobiográfica de Vasconcelos y poder contradecir la figura poderosísima de ‘Adriana’ con una biografía histórica de Arizmendi”.

Nació en 1884. Estudió en el Colegio de la Paz. “Una de las principales instituciones de educación femenina del siglo XIX. La meta era ofrecer una educación objetiva y racional que hiciera de la mujer ‘un ser pensante y objetivo’… la impartición de las letras tenía por finalidad facilitarles el acceso a las obras pías, devocionarios y manuales de conducta y buenas maneras.”

Murió su madre y se hizo cargo de sus seis hermanos, a lo que Gaby atribuye su “don de mando”. Se casó adolescente, padeció violencia. Tuvo un “embarazo malogrado” que le impidió más tarde acceder a una maternidad que deseó mucho. Gaby escribe que la infertilidad de Elena fue atractiva para Vasconcelos (casado y con hijos) quien encontró en ella a “la amante cabal”. En esa clásica y extravagante escisión decimonónica entre “la esposa y madre de mis hijos” y “la compañera intelectual y sensual”.

Estudió enfermería en Texas, comenzó su amistad con Francisco y Sara Madero. Regresó a México. “Formó la Cruz Blanca Neutral, organismo de socorro médico cuya misión era atender a heridos y enfermos de guerra”. Cualquiera que fuera el bando. “El abandono en que se encontraban las víctimas de la guerra en el norte resultaba aún más indignante porque la Cruz Roja se había mantenido al margen”.

Conoció a Vasconcelos por los Madero. Escribió: “su rostro varonil con un aire dulce y triste”. Vasconcelos: “bailarina, bohemia y escandalosamente bella.” “Hasta 1916, cuando decidió establecerse en Nueva York, Elena estuvo sujeta a los vaivenes políticos que llevaban a Vasconcelos a viajar intempestivamente”. Europa. San Antonio. Nueva York. Lima. La ruptura. Elena no soportó más la tensión con un Vasconcelos casado. Todos sufrían. Regresó sola a Nueva York.

“Capital feminista de Estados Unidos, brindó a Elena las condiciones para encauzar sus intereses feministas, inquietudes intelectuales y literarias, rehacer su vida personal”. Gaby cita una carta de Henríquez Ureña a Alfonso Reyes: “Vasconcelos la persigue con horrendas amenazas y la denuncia ante personas que le dan trabajo, enloquecido por la huída de ella”. Diez años después Elena y Vasconcelos se encontraron. “El encuentro ‘enloqueció’ a Vasconcelos” (Mistral a Reyes).

“El mayor logro que obtuvo Arizmendi al contar con una habitación propia neoyorquina fue convertirse en periodista y escritora, y publicar una novela autobiográfica: “Vida incompleta. Ligeros apuntes sobre mujeres de la vida real (1927)”.

“Como figura literaria, Adriana corresponde a la imagen de la hechicera erótica o mujer fatal tropo generalizado en la cultura occidental del siglo XX”. La realidad: “La historia de Arizmendi está llena de intensidades y claroscuros; momentos de desesperación, angustia y sufrimiento, sin embargo, a diferencia de Kahlo, Rivas Mercado y Carmen Mondragón, Arizmendi no tiene un desenlace trágico”.

En Nueva York convocó a un feminismo hispanoamericano: “Las mujeres norteamericanas que ya ganaron sus derechos ahora son aliadas de la política dominadora de sus hombres”. Fundó “La Liga de Mujeres de la Raza”, un trabajo de veinte años. Regresó a México en 1938. Un personaje mítico. Una apasionante mujer de carne y deseos. Y su época.

“El cuerpo, el comportamiento y los deseos de una jovencita de familia de buena posición debían ajustarse a un doble corsé: uno de acero y otro metafórico que imponía restricciones en todos los aspectos”. Y sin embargo, tantas de ellas escribieron su parte —con frecuencia silenciada— de la historia.

Escritora

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