Gabriela Barcaglioni (ARTEMISA)
Los femicidios de Natalia Di Gallo, Paulina Lebbos y Sandra Gamboa están impunes, como otros tantos en los que las familias siguen penando pidiendo justicia. Cómo se sigue después de que una hija, hermana o amiga fue asesinada por ser mujer. En estos casos, para no repetir las historias, el dolor se transformó en denuncia.
Y es donde las historias vuelven a unirse porque, como dicen desde la organización 'Nuestras hijas de regreso a casa', al recordar sus inicios, 'volcamos esta indignación, este dolor y coraje en una fuerza buscando además de la Justicia que no hemos logrado, disminuir las causas de tantas muertes absurdas como las de nuestras hijas'.
Insistir en que los femicidios no deben reducirse a un dato cuantitativo es reparar en que cientos de historias, de proyectos y de recuerdos se condensan en cada uno de ellos. El hecho de que historias personales, individuales, se transformen en hechos políticos que nos interpelan como sociedad, lleva a pensar qué sucede con las personas que conocieron, amaron y disfrutaron de la amistad o la compañía de las víctimas: integrantes de sus familias, amistades, quienes trabajaron o estudiaron con ellas. Cómo sigue la vida sin esas personas queridas, cómo exigen o esperan Justicia, cómo los años van transformando el dolor en lucha.
'Nuestras hijas de regreso a casa' es un paradigma de la búsqueda de la verdad en una ciudad emblemática, si de femicidios hablamos, como lo es la ciudad mexicana de Juárez. Se trata de una organización que iniciaron en 2001 Marisela Ortiz y Norma Andrade cuando comenzaron a demandar y exigir el esclarecimiento de la desaparición y posterior asesinato de Lilia Alejandra García Andrade. La indignación se transformó en coraje, como ellas mismas señalaron, 'para soportar todo el aparato de la burocracia, y poder enfrentar a las dependencias corruptas e ineficaces, funcionarios cómplices y a la impunidad del poder político y económico.'
En nuestro país, relatos similares abundan, solo cambia el escenario geográfico, pero el dolor y la impunidad se repiten.
Natalia Di Gallo
Natalia tenía 16 años, cuando salió con Nicolás Gómez, de 19, la noche del 29 de Diciembre de 2003. El 1 de Enero de 2004, su cuerpo apareció en el Parque Pereyra Iraola, ubicado entre los partidos de La Plata y Berazategui, provincia de Buenos Aires.
Gómez fue detenido, se lo procesó por los delitos de 'privación ilegal de la libertad agravada por el resultado de la muerte, falsa denuncia y abuso sexual agravado, en calidad de partícipe necesario', pero fue liberado a los tres meses por falta de mérito; aunque la familia de Natalia cree que miente sobre lo que ocurrió aquella noche.
Eduardo Di Gallo resume en la frase 'Solo me dediqué a investigar el crimen', cómo han transcurrido los últimos seis años de su vida, desde el momento en que su hija desapareció. Sin embargo al referirse a su esposa, señala 'se quería ir del mundo', ahora, 'la veo en pie, ha tomado la decisión de salir, se exige al máximo en el tema de trabajar para estar ocupada', explica.
Respira profundo y contesta con una pregunta, cómo interrogándose a si mismo, tratando de buscar una respuesta en medio de tanto dolor: 'Cómo se hace; quedamos cerca papá, mamá, hermana y punto, cada uno tiene que seguir su vida. Es normal, pasó a ser nuestro problema'.
Aunque afirma que ya no esperan nada, los resultados que arrojen las pericias sedimentológica que por estos días realiza el centro de investigaciones geológicas de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, pueden darle un nuevo impulso a la causa por el asesinato de su hija.
'Hace años que estamos esperando que pongan preso a Nicolás Gómez. Esperamos que con este resultado, alguien se digne a quedar preso'.
Paulina Lebbos
Paulina tenía 24 años, cuando la mañana 26 de febrero de 2006, tomó con su amiga Virginia Mercado, un remise en la ciudad de Tucumán, ella siguió viaje a la casa del padre de su hija, querellante en la causa y principal sospechoso para la familia de la joven. Apareció asesinada, trece días después, en un zanjón a la vera de la ruta 341, que conduce a Raco. Dos policías fueron detenidos y liberados inmediatamente por falsificar documentos en la etapa de reconocimiento del cuerpo, en Marzo de 2006.
A partir de las marchas organizadas por el centro de estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras –Paulina estudiaba Comunicación Social- que comenzaron a reclamar Justicia por el femicidio, se formó la Comisión de Familiares de Víctimas de la Impunidad que no solo encuentran en este espacio contención, sino herramientas judiciales e institucionales para activar la resolución de los casos.
Todos los martes, a las 19, se congregan en la Plaza Independencia En un volante advierten: '¡¡¡CUIDADO!!! Los asesinos están sueltos en Tucumán'.
Alberto Lebbos, comentó que desde la formación de la citada Comisión, se realizaron 200 marchas y que solo confía en la 'lucha popular' para esclarecer el asesinato de su hija. 'No tengo la menor duda, la verdad siempre triunfa; se necesita una fuerte convicción de lucha para llegar a la verdad'.
Lebbos, quien fue funcionario del gobierno de José Alperovich y renunció al cargo tras el asesinato de su hija, denuncia que el crimen fue encubierto por el poder político y judicial. 'No nos cansamos de denunciar a este gobierno encubridor', asegura.
El caso descabezó a la cúpula de Seguridad, el ministro Pablo Baillo y el Secretario de Seguridad, Osvaldo Nieva debieron renunciar. Baillo declaró que había que investigar si Paulina no había muerto por ingerir sustancias prohibidas, antes de que se conocieran las causas de la misma.
Sandra Gamboa
'Hay una trama siniestra de encubrimiento, donde se entremezcla la Justicia, la policía y la política, le doy responsabilidad directa a Alperovich' afirma.
En Ancón, Perú, Nélida Gamboa Guillén, jamás pensó que algún día tomaría un micrófono frente a la Casa de Gobierno bonaerense para exigir Justicia por el femicidio de su hija Sandra Gamboa. Encabeza desde hace tres años las marchas que se inician cada 22 de febrero frente al edificio del Ministerio de Economía provincial donde fue encontrada asesinada su hija de 22 años, el 22 de febrero de 2007, unos meses después de haber llegado a La Plata convencida por su novio Augusto Menaye de que en esa ciudad universitaria podría estudiar Medicina y trabajar para poder ayudar económicamente a su madre.
Justamente, minutos antes de iniciar la marcha de este año por los tres años del femicidio de Sandra Gamboa, Nélida recibió la noticia de que el presunto asesino de su hija está detenido.
Diego José Cadícamo, maestro mayor de obras de 33 años, no solo sería responsable de la violación y asesinato de Sandra Gamboa, sino de otras ocho violaciones en la ciudad de La Plata y una en la localidad de Apóstoles, Misiones, donde fue encontrado.
'Hoy los necesito más que nunca', pidió Nélida a quienes estaban en el lugar participando de la jornada cultural y la marcha para reclamar Justicia. 'Quiero que caigan el entregador y los encubridores; desde que mi hija fue violada y masacrada, entraron al lugar seis personas, entre encargados, cerrajeros y electricistas y nadie vio nada', denunció y recordó que el lugar donde fue encontrada asesinada su hija, estaba siendo reparado, en construcción.
Estrategias para seguir
Las tres historias tienen puntos en común, frente al dolor, la necesidad de saber la verdad genera estrategias para seguir viviendo. Tanto en Tucumán como en La Plata frente a los femicidios de Paulina y de Sandra, hay un acompañamiento constante y creciente de la sociedad civil, de otras personas que en la misma situación o sensibles a la impunidad, a la falta de esclarecimiento se unen al reclamo.
Eduardo Di Gallo dice 'cada marcha que hago, cada vez que visito al cementerio vuelvo destruido; en su momento me ha sorprendido mucha gente, gente que yo no contaba', pero prefiere no pelearla desde ahí. Nélida cuenta con el apoyo de organizaciones de Derechos humanos, centros de estudiantes, grupos feministas y 'paisanos', como gusta llamar ella a otros migrantes peruanos que llegaron a la zona en busca de trabajo.
Con firmeza, dice que 'no hay una sola Sandra, son muchas' y por ellas es necesario saber quienes mataron y encubrieron el femicidio de Sandra. La Justicia, el circuito que deben recorrer los familiares de las víctimas para lograr su objetivo, tener a los culpables entre rejas, se convierte en su desvelo y lo señalan como un obstáculo en su lucha por la verdad. 'Todos los casos tienen el mismo problema: la Justicia. Por qué la hacen tan complicada', se interroga Di Gallo, al pensar en los años que lleva recolectando pruebas para saber qué pasó con su hija aquella noche del 29 de diciembre de 2003.
'El problema es la inacción de la Justicia, de la policía, no les interesa llegar a la verdad', repite como una letanía Lebbos. No muy lejos de esta posición está Nélida que a pesar de tener un dato cierto, el posible asesino y violador de su hija detenido, vislumbra un largo y sinuoso recorrido para llegar a saber realmente el último día de su hija.
Y es donde las historias vuelven a unirse porque, como dicen desde la organización 'Nuestras hijas de regreso a casa', al recordar sus inicios, 'volcamos esta indignación, este dolor y coraje en una fuerza buscando además de la Justicia que no hemos logrado, disminuir las causas de tantas muertes absurdas como las de nuestras hijas'.
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