En este campo, como sabe la mayoría de compatriotas, México se encuentra en la miseria, en un plano de gran vergüenza. La calidad de nuestras comunicaciones
, me refiero sobre todo a la sustancia de la comunicación masiva
que recibimos, en prácticamente todas las materias y las 24 horas del día, resulta un tremendo agravio para la inteligencia, el buen gusto e inclusive la moral de los receptores. Por supuesto que no es la excepción ni el único país: los medios de comunicación y su contenido (el mensajero y el mensaje
: Marshall McLuhan, y en sus propios términos: el medio es el mensaje
) han sido devorados por las leyes del mercado, por el negocio y el afán de lucro, por los números pintados de negro que suponen una acumulación impresionante de riqueza que es escándalo público. Inteligencia, buen gusto y moral barridos del horizonte humano por los medios masivos de comunicación y sus incontenibles afanes de ganancia.
Vivimos la oposición entre una aldea global y una aldea tribal (otra vez MacLuhan), ahora entendida esta última (originada por los medios electrónicos) en su sentido de miseria espiritual, degradación e ignorancia. Y lo anterior, porque somos capaces de imaginar (soñando un poco) lo que sería una sociedad que recibiera en un sentido verdaderamente constructivo, en lo educativo y cultural profundo, las posibilidades abiertas por las recientes revoluciones científica y tecnológica. Causa pena tanto desperdicio y tanta basura que llega a nuestros hogares (con las debidas excepciones), y la abismal distancia entre el potencial existente y la realidad lamentable que vivimos.
Cuando en México se habla del duopolio de la Tv, y más exactamente de un monopolio que se amplía brutalmente (ya contiene además a los cableros
de la República), hablamos exactamente de esta situación dramática, que se ha resbalado y dejado arrastrar por ignorancia y/o corrupción rampante, de todos lados, sin que se excluya a los gobiernos que se han sucedido durante décadas.
Uno de los actos más venales fue por ejemplo la privatización de Canal 13 y anexos que ahora forman Tv Azteca, con el ridículo pretexto de que no resultaba indispensable
para el gobierno porque de todos modos Televisa difundiría los hechos que le importaban y los defendería llegado el caso.
En perspectiva, no sólo cortedad de miras y aldeanismo
, sino seguramente afán de embolsarse algunos millonejos extras. Por eso no deja de resultar admirable que un conjunto de circunstancias ponga en situación de corregir, al menos en parte, el pasado y actual desastre, al haberse unido integrantes de los principales partidos políticos de México y presentar la iniciativa de una nueva Ley Federal de Telecomunicaciones y de Contenidos Audiovisuales, encabezados por el diputado del PAN Javier Corral, que se propone resolver, en la mejor perspectiva, muchas de las más notorias aberraciones en las más recientes décadas, que son también causa indudable de la descomposición de la República.
La convergencia de legisladores de prácticamente todos los partidos, y también el vergonzoso hecho de la llamada ley Televisa que se aprobó en 2006 como en un albazo, y que posteriormente fue declarada inconstitucional por la Suprema Corte en un buen número de aspectos, entre otros por los privilegios ilegales que concedía al duopolio, son algunas de las causas de esta nueva iniciativa.
No hay lugar para hablar de los abundantes aspectos positivos que entraña: fomentar la competencia, la diversidad entre los prestadores de servicio, apoyar fuertemente a la educación, a la salud, a la cultura y a la seguridad pública, fortalecer el derecho a la libre expresión de las ideas, ampliar la cobertura de los medios a la población de escasos recursos y a los pueblos indígenas, garantizar el derecho de réplica ciudadana, etcétera. Se establece la rectoría del Estado en materia del espectro radioeléctrico y las posiciones de órbitas satelitales asignadas al país, siendo tal dominio inalienable e imprescriptible. El Estado podrá permitir su aprovechamiento y explotación bajo las modalidades que establece esta ley
.
La iniciativa en cuestión contiene una excepcional promesa de futuro que no puede desaprovecharse. Por supuesto, existen ya observaciones válidas que los legisladores deberán tomar en cuenta: como muy importante señalaré la de Porfirio Muñoz Ledo, quien ve la necesidad de refomar al mismo tiempo varios artículos constitucionales que darían a la nueva ley, y a los medios masivos de comunicación, una fundamentación y un alcance mucho más sólido que el actual, incluso con la nueva ley. Y otras que proponen profundizar la participación ciudadana en el manejo de los medios (contenidos y otorgamiento de permisos), no a través de un órgano descentralizado del poder Ejecutivo, como propone la iniciativa, sino de un organismo plenamente autónomo. En todo caso hay enormes avances, pero ojalá los legisladores sean más radicales, como ya han sido en otros países (por ejemplo en Argentina).
Recordemos todavía la frase de Karl Popper: o el Estado regula efectivamente a las televisoras o éstas aniquilarán nuestras democracias
.
José Antonio Crespo
Límites políticos a la lucha antinarco
Para interpretar la creciente violencia derivada del combate a los cárteles de la droga, predominan dos tesis esenciales, una de ellas asumida por el gobierno y, la otra, por los críticos de la estrategia de Felipe Calderón. Los creyentes de cada una consideran ingenuos a quienes avalan la contraria. Pero no hay datos contundentes para validar, más allá de toda duda, a ninguna de las dos.
A) La oficial es la “teoría de las ratas” (que Calderón adaptó con “boleros”, a saber por qué): si no se ataca a la rata cuando merodea el traspatio, pasa a la cocina y de ahí a la sala y de ahí a la recámara. Cuando los dueños de la casa finalmente deciden sacar a la rata a escobazos, ésta responde con furia y genera destrozos en la casa. Pero, al final del día, se habrán librado del pestilente roedor. En la práctica, eso supone que el incremento de la violencia de estos años preludia el desmantelamiento de los cárteles, lo cual permitirá en el futuro eliminar dicha amenaza, descendiendo significativamente la narcoviolencia y recobrándose el control y la seguridad en las calles. El enorme costo de la estrategia habrá valido la pena.
B) La teoría antagónica es la del “avispero”: un panal que pende en un rincón de la casa resulta incómodo, pero no afecta esencialmente a sus habitantes en tanto no se le moleste a las avispas. Ante la imposibilidad de remover el panal, mejor rodearlo. Si de pronto se decide deshacerse de ellas a escobazos, eso provocará que las diez avispas que revoloteaban se conviertan en 200 y picoteen a los habitantes como reacción natural: mientras más escobazos se les propinen, más avispas —y más furiosas— invadirán la casa hasta hacerla crecientemente inhabitable. De continuar con esa táctica, los habitantes quedarán fuertemente picoteados y quizás hasta tendrán que abandonar la casa (como ya ocurre con el éxodo de Ciudad Juárez). Ambas teorías ofrecen una explicación al incremento de la violencia.
¿Cuál es la buena? Si la primera, en algún momento la violencia y los delitos asociados a ella empezarán a descender. Si la segunda, la violencia, el descontrol y la ingobernabilidad asociadas a ella seguirán en ascenso. No tenemos elementos suficientes aún para asegurar con certeza cuál es la buena (aunque tiendo a creer que lo es la del avispero).
El problema político que enfrenta la actual estrategia, incluso de resultar buena la teoría de “las ratas”, es que mientras más se tarde en arrojar los resultados positivos, de manera inequívoca, más gente tenderá a creer que la válida es la contraria, la de las “avispas”. Es decir, que se pueda llegar al límite de tolerancia ciudadana a dicha estrategia antes del tiempo que presuntamente se requiere para ver resultados positivos (si es que los hay). Si tales avances se empezaran a sentir pronto, el respaldo ciudadano a la estrategia se renovaría. Pero conforme tarden en verse, el apoyo ciudadano se irá minando y, en esa medida, la estrategia se hará políticamente insostenible.
El consultor Joaquín Villalobos, asesor de Calderón en este tema, sostiene que, en efecto, existe un límite de tolerancia a las guerras no convencionales contra el terrorismo: en cuyo caso la guerra, aunque fuese ganable, podría perderse: “Las guerras se ganan generando bajas al enemigo y se pierden cuando se tienen más bajas de lo que el entorno político social propio puede tolerar” (Nexos/II/10).
Es decir, aunque los sicarios constituyan 90% de las bajas (suponiendo que sea la cifra correctar), conforme el restante 10% empiece a verse como un costo inaceptable por la mayoría de la sociedad, la continuación de la estrategia se dificultará hasta hacerse imposible. Probablemente por eso Calderón incita a los candidatos para 2012 a que “den color” en este tema y advierte que quien no prometa continuar con su estrategia, será castigado en las urnas. Pero quizás ocurra a la inversa. Es seguro que, en 2012, los candidatos evalúen si la mayoría de los electores desea continuar con esta estrategia o prefiere buscar opciones (que las hay, aunque el gobierno no las vea). Es decir, verán si la mayoría ciudadana cree aún en la teoría de las “ratas” o ya considera buena la del “avispero”. Un indicio de ello es que tanto Santiago Creel como Fidel Herrera proponen explorar la legalización de la mariguana. Si Calderón desea que su estrategia anti-narco se convierta en “transexenal”, deberá empezar a descender muy pronto el número de muertes derivadas de la narcoviolencia, de los errores cometidos por el gobierno, de los retenes y los “fuegos cruzados”.
Los pasos han sido claros y constantes, sólo no los ve quien no quiere ver. La llamada reforma judicial introdujo en nuestra Constitución, con el señuelo de los juicios orales
y otras novedades, la facultad investigadora de los delitos a cargo de las policías, en forma indiscriminada y poniéndolas a la misma altura que el Ministerio Público; la Policía Federal Preventiva, ahora Policía Federal, se integró con soldados que únicamente cambiaron de uniforme, y finalmente, en meses recientes, hemos visto ya franca y abiertamente a militares y marinos haciéndose cargo de investigar delitos: levantan cuerpos, buscan indicios y preservan los lugares en que se cometen homicidios, como si fueran la autoridad ministerial.
Otros detalles graves de estos pasos al Estado policiaco es que ya nos hemos acostumbrado a ver por todos lados armas largas de todo tipo que se ostentan sin recato; policías y soldados circulan enmascarados y armados hasta los dientes, y los retenes militares y policiales se multiplican lo mismo en carreteras que en poblaciones.
En los aeropuertos guardias privados hacen que los pasajeros coloquen todos sus objetos metálicos en charolas de revisión, que hombres y mujeres se quiten sacos y chamarras, para que todo pase por los aparatos de rayos equis, y aun a pasajeros que lo permiten los obligan a quitarse el cinturón con que se fajan los pantalones. Es una forma más de domesticar
a los ciudadanos, so pretexto del miedo que debemos tener, según la propaganda oficial, al terrorismo y a la delincuencia organizada.
Un nuevo paso hacia el control de la población es el invento que está de moda llamado control de confianza
, que pretende justificarse con la necesidad de servidores públicos encargados de la seguridad y la procuración de justicia, debidamente calificados y certificados por las autoridades federales; nadie se ha preguntado quién certifica a los certificadores.
Las pruebas de control de confianza son violatorias de la intimidad y la dignidad de quienes son sometidos a ellas; son intimidatorias y, a la postre, la calificación de quienes pasan por ese trance es totalmente subjetiva. He sabido de dependencias estatales completas en las que nadie aprueba.
La prueba de control de confianza se inicia por aislar y encerrar a quien está sometido a ella en una habitación con doble puerta y separada de cualquier contacto o comunicación con otras personas; la sensación, cuando autoridades federales la llevan a cabo con servidores públicos locales, es la de una detención o prisión preventiva y la actitud de los interrogadores es muy similar a la de los investigadores que tratan de obtener del interrogado una confesión.
Las preguntas penetran, con el polígrafo conectado, hasta las cuestiones más íntimas y personales del interrogado y a toda costa se trata de demostrar que miente y que no es persona digna de confianza. En la Inquisición al menos se trataba de convertir al hereje y darle la oportunidad de reconciliarse; en el llamado control de confianza se trata de demostrarle al que pasa por la prueba que precisamente no es de confiar.
Lo grave es que las respuestas personales, muchas relacionadas con la vida de la infancia o de la juventud del interrogado, pueden ser mal usadas, como ya ha sucedido; si venden los datos de los archivos y registros públicos, como se ha probado recientemente, qué nos asegura que la información confidencial que se proporciona va a guardarse y preservarse sin nunca hacerse pública.
Recuerdo que una subprocuradora federal en el gobierno de Fox pasó por ese examen y confesó haber hurtado, en su adolescencia y como integrante de un grupo de extrema derecha, un portafolios del inolvidable obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo. Pues bien, tal confesión de una funcionaria de tan alto nivel no tardó en circular y hacerse pública.
El Partido Acción Nacional en sus olvidados principios de doctrina defendía como valor superior la eminente dignidad de la persona
, ¿como es posible que ahora, en un gobierno emanado de ese partido, se atropelle de tal manera la dignidad humana? Es también muy preocupante que gobiernos surgidos de partidos de avanzada, contagiados por la sicosis del miedo a la delincuencia organizada, estén copiando los esquemas y aplicando el invasivo polígrafo y el atentatorio control de confianza.
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