Festival de Cine de Mujeres – FEMCINE
Las producciones chilenas dirigidas por mujeres han recibido varias distinciones en los últimos dos años
Santiago
de Chile, 20 jun. 13. AmecoPress/ CLAM.- El Festival de Cine de Mujeres
– FEMCINE, es el primer certamen cinematográfico en Chile dedicado a
celebrar, difundir y premiar el cine hecho por, desde y sobre mujeres.
Nace a finales del 2010, de la inquietud de un grupo de mujeres
relacionadas con el mundo audiovisual chileno que creyeron que el cine
es una poderosa herramienta de reflexión y desarrollo social.
FEMCINE,
ha cumplido tres años de existencia, buscando propiciar un espacio de
encuentro diferente, que dé mayor visibilidad a las cineastas. Este año
contó con cerca de 5.000 personas asistentes, lo que significó todo un
éxito para sus organizadoras.
El cine, como
forma de arte, suscita experiencias en los espectadores y los interpela
de modos inusitados respecto a situaciones cotidianas. En ello reside
buena parte de su potencial transformador de la sociedad. Quien asiste
a una proyección cinematográfica puede habitar durante minutos u horas
‘la piel’ de otro e identificarse con los personajes no sólo a nivel
racional, sino también emotivo. Estas características lo singularizan
frente a otro tipo de discursos como los activistas y académicos, y
ofrecen posibilidades de transformar imaginarios sociales. Es por ello
que el cine ha desempeñado un importante papel para los movimientos
sociales, además de ser una herramienta de difusión y denuncia.
Pese a ello,
la industria cinematográfica sigue siendo dominada por hombres. En la
historia de los premios Óscar –que se remonta a 1929 con su primera
entrega– sólo una mujer ha recibido la mayor distinción como directora.
Se trata de Kathryn Bigelow, quien obtuvo este reconocimiento con su
película The Hurt Locker (2009) (traducida en algunos países como Vivir
al Límite), que trata sobre la guerra en el mundo contemporáneo. Antes
sólo hubo nominadas.
Hay una
importante omisión de directoras en este palmarés. Más allá de que la
industria de Hollywood sea vista como muy conservadora, es claro que
sostiene un “antiguo criterio patriarcal, de raza blanca y
esencialmente heterosexual”, afirma Felipe Blanco, programador y
crítico de cine. El certamen, explica, establece “un cierto tipo de
canon creativo y estético que ha tenido gran influencia cultural en la
medida que copa las pantallas de todo el mundo”.
A esto se suma
la baja proporción de mujeres directoras en todo el mundo y el hecho de
que la gran mayoría de miembros de la Academia de Hollywood sean
hombres. Según un estudio de Los Angeles Times efectuado en 2012, sólo
el 23 % de los más de 6.000 miembros de la Academia son mujeres, el 94%
es de raza blanca y el 2 % tiene menos de 40 años. Más del 90% de las
producciones de cine y televisión estadounidenses fueron dirigidas por
hombres.
Cineastas por el mundo
El panorama no
es muy diferente en el resto del mundo. Es por ello que en el Festival
de cine de Berlín de este año, por primera vez se reunieron mujeres de
varios países con el fin de analizar su rol en la industria audiovisual
y pedir mayor igualdad. El encuentro denominado You cannot be serious -
A discussion on the status of women (No puedes estar hablando en serio
- Un debate sobre el estatus de la mujer) fue impulsado por el
International Women’s Film Festival Dortmund/Cologne y el Athena Film
Festival de Nueva York, con el apoyo de la European Women"s Audiovisual
Network (EWA) y Mujeres Iberoamericanas del Cine y Medios Audiovisuales
(MICA).
En el contexto
regional, Chile vive un auge de producciones cinematográficas. En 2012
se filmaron cerca de 40 películas, una cifra inédita hasta ese momento.
Este hecho llama aún más la atención si se compara con la producción
durante la dictadura de Pinochet, que entre 1973 y 1990 registró 8
filmes. Además, este año el cine y la televisión chilena participarán
en 18 festivales y mercados del mundo.
Junto con el
aumento exponencial de las producciones nacionales, el cine chileno fue
reconocido en importantes festivales internacionales. Recientemente, la
película No (2012) fue nominada a mejor producción extranjera en los
Óscar, y la actriz Paulina García ganó el Oso de Plata por su papel
protagónico en Gloria (2013), en la última Berlinale. Pero las
auspiciosas cifras no son las mismas cuando se analiza el sexo de los
directores/as. Entre 2001 y 2010, sólo el 15% de las películas chilenas
fueron dirigidas por mujeres, un 5% más que en Estados Unidos y Europa.
Pese a ello,
advierte Felipe Blanco, las producciones chilenas dirigidas por mujeres
han recibido varias distinciones en los últimos dos años. Joven y
Alocada (2012) de Marialy Rivas, ganó el premio a mejor guión en el
Festival de Sundance; De jueves a Domingo (2012) de Dominga Sotomayor
fue la película ganadora del Festival de Rotterdam. Este año II Futuro
(2013) de Alicia Scherson fue también premiada en Rotterdam. El verano
de los peces voladores (2013) de Marcela Said y Asunción (2013) de
Camila Luna representarán a Chile en Cannes 2013. “Entonces, hay que
considerar no sólo la paridad en números, sino también la calidad de
las películas que están siendo rodadas por mujeres en la actualidad”,
consigna el experto.
La directora
del Festival de Cine de Mujeres de Santiago – FEMCINE, Antonella
Estévez, afirma que el espacio chileno está siendo tomado por mujeres
con mucha fuerza, pero advierte que aún no se cuenta con la misma
cantidad de hombres y de mujeres filmando. “Durante los últimos tres
años hemos visto como nunca antes una cantidad de mujeres empoderadas,
con cámara en mano contando sus propias historias. Sospecho que eso
está pasando en otros lugares del continente, pero todavía es un
fenómeno minoritario, y las mujeres –como en casi todos los ámbitos–,
tienen menos representación que los hombres”, señala. En este sentido,
FEMCINE, que cumple tres años de existencia, ha buscado propiciar un
espacio de encuentro diferente, que dé mayor visibilidad a las
cineastas. Este año contó con cerca de 5 mil asistentes, lo que
significó todo un éxito para sus organizadoras.
Las mujeres en el cine chileno
La presencia
de realizadoras chilenas data de la época del cine mudo, con la obra de
Gabriela von Bussenius. No obstante, durante muchos años, el cine
sonoro no registró mujeres directoras. En este panorama se destaca
Valeria Sarmiento, viuda del reconocido director Raúl Ruiz que, además
de trabajar como montajista en casi todas las películas de su marido,
fue conocida por Mi Boda Contigo (1984). A finales del año pasado
estrenó en París Las Líneas de Wellington.
Durante la
dictadura, Tatiana Gaviola fue prácticamente la única cineasta activa.
La acompañaron la documentalista Carmen Castillo y la realizadora de
cine animado Vivianne Barry. “Soy una de las primeras mujeres en el
cine chileno, en la vanguardia; y en esa época era súper difícil crear
un espacio para el desarrollo del cine”, relata Gaviola. Recuerda que
en esos años el cine era militante. En 1983, su obra Tantas Vidas, una
historia registró el quehacer de mujeres pobladoras en plena dictadura
que participaban en talleres de desarrollo personal. “Era una época en
la que teníamos tanto miedo, y no sólo a la dictadura. Estaba el miedo
a ser mujer y a tener la capacidad de pelear un espacio”, recuerda.
La directora
siente que hoy esas dificultades se han superado y que el cine también
se ha beneficiado de los cambios sociales y políticos. Su generación
jamás imaginó una mujer Presidenta, ni la existencia de una
institucionalidad que promoviera el desarrollo de las artes.
En 2004,
gracias a una serie de políticas públicas implementadas por el Estado
chileno, se promulgó una Ley de Fomento que establece un fondo
destinado a la producción y un consejo para administrarlo. Esta ley
representó un estímulo para un importante grupo de cineastas, en su
mayoría menores de 40 años. Gaviola trabajó en este proceso. “Las
mujeres de hoy cuentan con esta infraestructura, hay más escuelas de
cine, por lo que creo que las nuevas cineastas graban con más soltura y
usan un lenguaje más libre. En mi caso, hubo una represión externa e
interna, así como obstáculos reales para producir cine”, precisa.
Nuevas generaciones
En los últimos
años ha crecido el número de cineastas mujeres. A partir del año 2000
se dieron a conocer nombres como el de Alicia Schersony el de nuevas
realizadoras con formación profesional: Nayra Ilic, Elisa Eliash,
Constanza Fernández, Marialy Rivas, Dominga Sotomayor, entre otras.
En el caso de
documentalistas, el número es un poco mayor: Marcela Said, Macarena
Aguiló, Pamela Pequeño, Lorena Giachino, Pachi Bustos, Tiziana Paniza,
Paola Castillo, María Elena Wood, Catalina Vergara, Tatiana Lorca,
Paula Rodríguez, Patricia Correa, Valentina Mac-Pherson, Teresa
Arredondo y Maite Alberdi. Esta última, con sólo 28 años, dirigió El
Salvavidas (2011) que fue premiada en el Festival de cine de Valdiviay
participó en el IDFA de Amsterdam.
Para Nayra
Ilic, directora de Metro Cuadrado (2011), este aumento en el número de
cineastas se corresponde con el avance general de las mujeres en otras
áreas profesionales. “Hay mujeres que son directoras de fotos y conozco
grandes productoras ejecutivas. Antes, esos eran universos masculinos
vetados para nosotras. Creo que las mujeres hoy estamos mucho más
presentes y más activas que antes”, indica la realizadora.
Teresa
Arredondo, directora de Sibila (2012), coincide en que el arte se está
consolidando en un espacio de mayor libertad para las mujeres, donde
“las latinoamericanas, y en especial las chilenas, tanto en el arte en
general como en el cine en particular, se están apropiado poco a poco
de ese lugar”.
Lo que ocurre
en el cine está en sintonía con la posición de las mujeres en otras
áreas de la economía, según Blanco. El especialista explica que en la
última década el aumento de directoras en el país se debe
exclusivamente a la proliferación de escuelas de cine, lo que ha
incidido en el número de estudiantes de artes audiovisuales y en la
oferta laboral en disciplinas afines como dirección de fotografía,
dirección de arte, asistencia de dirección, montaje, etcétera.
No obstante,
el aumento de escuelas de cine no es garantía de una enseñanza a favor
de la equidad de género. Ilic recuerda que estudió en una escuela en la
que “casi todos los profesores eran hombres y en la que catalogaban las
producciones audiovisuales que hacíamos las mujeres como cine femenino,
pero en un tono menospreciador”.
¿Mirada de mujer?
En los últimos
años se ha popularizado el uso muchas veces indiferenciado de términos
como ‘cine feminista’, ‘cine de mujeres’ y ‘cine femenino’ para
referirse a la producción cinematográfica de mujeres. El primero, está
enmarcado en posturas políticas concretas y es un hecho que el cine
dirigido por mujeres no es necesariamente feminista, ni el cine
feminista es dirigido por mujeres.
Por su parte,
‘cine de mujeres’ no describe más que un corpus relacionado con el
género de sus autoras. El último término, ‘cine femenino’, apuntaría
más a las características sociales atribuidas a las mujeres (lo
sensible, lo sentimental, lo emotivo), así como al tono del relato
fílmico o del público al que va dirigido, más que al sexo de su autora.
Al respecto,
Blanco advierte que le cuesta pensar en términos de un cine de mujeres
por ser una “distinción reduccionista frente a la riqueza de la obra de
cineastas como Elisa Eliash, Nayra Ilic, Alicia Scherson o Marialy
Rivas”.
Con frecuencia
se señala que existen rasgos comunes en las realizaciones de mujeres
cineastas, como el hecho de hacer protagonistas a otras mujeres. Sin
embargo, para el especialista “las películas son mucho más amplias que
sus líneas argumentales esenciales”, y afirma que aunque puede existir
“una visión de mujer que organiza y prioriza las vetas narrativas, los
temas abordados son universales y no tienen por qué ser asociados a un
hombre o a una mujer”.
Ilic tampoco
se siente cómoda con la etiqueta de ‘cine de mujeres’ o ‘femenino’.
Para la joven directora, “ser mujer y hablar sobre temáticas de mujeres
plantea unas propiedades de las cuales los hombres estarían excluidos,
pese a que hay grandes películas dirigidas por hombres que abordan la
temática ‘femenina’ y la desarrollan muy bien”, precisa.
Por su parte,
Arredondo afirma que en algunos casos es posible hablar de ‘cine de
mujeres’, aunque aclara que ella no se siente parte del mismo. “Más
allá del género, cada director o directora decide contar lo que le
resulta imprescindible en cierto momento”, opina. Respecto a su trabajo
señala que si bien el género no juega un papel central en el abordaje
de los temas, sí reconoce en él una “mirada femenina”.
No obstante lo
anterior, las directoras coinciden en la importancia de realizar
festivales y muestras de cine en torno a estos temas, así como en
emplear el cine como un lenguaje para cuestionar las desigualdades
entre hombres y mujeres. Para Ilic esto resulta notable en tanto
destaca el esfuerzo de las mujeres para difundir sus producciones,
aunque advierte el peligro de que estas distinciones puedan contribuir
a la segregación de temáticas según el género.
Contrario a lo
que afirman algunos, Estévez cree que la discusión sobre la existencia
o no de un cine de mujeres aún no está superada, ya que los modos
culturales a través de los cuales se define lo masculino y lo femenino
se ponen en juego en las narraciones cinematográficas. De ahí que su
apuesta sea cuestionar estas estructuras acudiendo al mismo lenguaje:
“a través del cine hecho por mujeres buscamos demostrar que tenemos
distintos intereses, distintas miradas, distintos gustos y distintas
formas de acercarnos a la realidad”, afirma.
En este
sentido considera reveladora la obra de Bigelow, quien no hace
películas acerca de la maternidad o el amor. “Es una mujer contando
historias de guerra, pero claramente con una sensibilidad y un punto de
vista femenino”, señala. Estévez entiende que muchas realizadoras no
quieran ser identificadas con estas categorías, ni mucho menos un trato
especial por el hecho de ser mujeres. “Creo que hay mucho temor a la
‘discriminación positiva’. Es difícil hacer tu película y que después
te digan que estuviste ahí por el hecho de ser mujer”, comenta.
Mujeres representadas
Para Felipe
Blanco, las luchas feministas de la década de 1970 tuvieron gran
impacto en los modos de representar a las mujeres en el cine. “La obra
de Chantal Akerman, Marguerite Duras y antes la figura de Agnes Varda
fueron fundamentales, pero sus obras sólo se explican en el contexto de
las nuevas olas y de lo que hoy entendemos como cine moderno”, explica.
En opinión de
Estévez, el aumento en el número de realizadoras en Chile ha
contribuido particularmente a la diversificación de las imágenes sobre
las mujeres. Una muestra de ello son las películas proyectadas en
FEMCINE, entre las que se cuentan un documental de Pamela Pequeño sobre
una profesora mapuche que enseña mapudungun en un colegio; así como el
documental Rosita: la favorita del Tercer Reich (2012) de Pablo
Berthelon, que narra la historia de una cantante chilena (Rosa Serrano)
muy popular en la Alemania Nazi, pero que luego de ofrecer un
espectáculo musical a niños judíos en Suecia fue considerada traidora.
Al respecto, Estévez señala que estos y otros personajes muestran
“mujeres empoderadas, conscientes de su espacio y exigentes respecto
del lugar que deben ocupar en el mundo”.
Teresa (2009),
la última película de Tatiana Gaviola, narra la historia poco conocida
de la escritora Teresa Wilms Montt, amiga del poeta Vicente Huidobro,
que fue recluida en un convento por un Tribunal Familiar como castigo
por haberle sido infiel a su esposo. El personaje de Sibila, es una
mujer que estuvo encerrada durante 14 años en cárceles de alta
seguridad del Perú, tras ser acusada de militancia en Sendero luminoso.
Su vida se enmarca en la lucha por sus convicciones, explica Teresa
Arredondo.
El filme Joven
y Alocada, por su parte, cuenta la vida de una adolescente bisexual que
mantiene un blog donde relata su vida y sus conflictos en el seno de
una familia evangélica. Turistas (2009) de Alicia Scherson, tiene como
protagonista a una mujer que durante unas vacaciones es abandonada por
su esposo luego de que le confiesa haber abortado sin consultarle.
En general,
son personajes que están en crisis con lo que les rodea y con lo que
les toca vivir. Algunos tienen la posibilidad de decidir si quieren
estar allí o no, mientras que otros están condenados. Para Blanco, las
películas cuyos personajes centrales son mujeres “hablan de conflictos
permanente con su entorno”. Sin embargo, señala, esa es una
característica del cine chileno reciente y una impronta generacional
que poco tiene que ver con el género.
Al respecto,
Estévez difiere. La directora defiende la existencia de un cine de
mujeres y aboga por la implementación de acciones afirmativas que
permitan acabar con la participación desigual de las mujeres en el cine
chileno y cambiar la forma en que son retratadas. “Si bien más
películas sobre mujeres no quiere decir que éstas serán mejor
representadas, al aumentar el número de películas realizadas por ellas
crece también la probabilidad de ver personajes femeninos interpretando
roles diferentes”, concluye.
Fotos: Archivo AmecoPress.
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