Hoy,
en México, los partidos políticos son, para las grandes mayorías,
sinónimo de corrupción, de simulación, de traición. Son las cabezas más
visibles de los enemigos del proletariado y de los pueblos, culpables
directos, junto con empresaurios y demás lacras, de las tragedias que
vivimos los de abajo. La sola palabra “partido” suscita de
inmediato la desconfianza justificada de la gente, pues actualmente
todos los partidos políticos nacionales y estatales con registro
electoral y que aspiran a tenerlo, son los pilares del orden
estatal-capitalista en México, compuestos en sus estructuras y cuadros
y dirigidos por burócratas y funcionarios despreciables y millonarios,
encargados de facilitar el control, la explotación y el saqueo por
parte de la clase dominante de burgueses y oligarcas.
Los partidos políticos burgueses y aspirantes (como el caso de MORENA), son en la división moderna del trabajo, los profesionales de la política supuestamente encargados de gobernar y engañar al proletariado y los pueblos, que en gran parte engrosan las filas de los mismos, incluidas las del PRI. El carácter burgués de estos partidos no reside en sí hay o no militantes de la clase de abajo en sus filas, sino en las políticas que implementan, y la política no es el discurso, pues el discurso sirve para engañar, sino que la política son los hechos, las acciones y las decisiones que objetivamente siempre son en interés de la dominación de la clase burguesa, aunque parezcan lo contrario.
A partir de las pasadas elecciones, y la posterior formación del llamado “pacto por México”, la legitimidad de los tres principales partidos, el PRI, el PRD y el PAN, ha decaído aún más, haciendo que quienes antes creyeron en la supuesta oposición, sobre todo en la falsa izquierda del PRD, quedaran decepcionados y convencidos de que no importa el color, los partidos políticos representan únicamente a los ricos y poderosos. Es así que el sistema político “representativo” en México ha entrado en una profunda crisis, en la cual, aunque pretendan salir con más partidos, reforzando el papel de las televisoras en el lavado de cerebros, e imponiendo en amplias regiones la dominación violenta de las narco-organizadciones político-militares conocidas como “cárteles”, solo consiguen hundirse más y más, mientras se llevan a la población de abajo entre las patas.
Sin embargo, es preciso señalar que durante la historia de México, han existido diversos ejemplos de partidos verdaderamente revolucionarios, que lejos de servir los intereses de los de arriba, fueron organizaciones de los de abajo que lucharon por la revolución. Por mencionar dos, de los más sobresalientes, el Partido Liberal Mexicano, de ideales anarquistas y comunistas, organizador del ala radical de la revolución mexicana de 1910, y el Partido de los Pobres, una organización armada dirigida por el comandante Lucio Cabañas, que desarrolló el poder popular y la guerrilla socialista en la montaña de Guerrero. Ambos fueron derrotados, pero a pesar de las balas y el olvido impuesto por el poder, lograron resistir en la memoria y en la tradición de lucha de los pueblos, pues marcaron, cada uno a su modo, la historia del proletariado.
Actualmente, no son pocos los grupos que buscan construir o que se reivindican como un partido revolucionario, comunista, socialista, obrero y muchas otras cosas más, y que proclaman que un partido revolucionario vendría a ser la (única) solución. La mayoría de estos grupos toman sus ideas del estudio de la revolución rusa y de distintas experiencias, sobre todo europeas, en la que partidos comunistas tomaron el poder del estado e impusieron una serie de medidas políticas y sociales para la destrucción de la clase burguesa y su dominio. Son muchos los logros que se pueden adjudicar tales partidos, pero también muchos los errores y las consecuencias adversas que generaron, sobre todo, el hecho de que a pesar de que la clase dominante de ricos capitalistas desapareció, surgió una nueva clase o casta de dominantes y ricos burócratas que se mantuvieron arriba del proletariado y de los pueblos a través de la represión, la explotación, el desprecio, la opresión, el despojo, la destrucción de la naturaleza y demás prácticas que terminaron por reproducir las relaciones estatales-capitalistas dentro de los países gobernados por los partidos “comunistas”.
Los “partidos comunistas” se organizan desde el centro hacia fuera, y desde arriba hacia abajo, debido a que su objetivo político máximo es la toma del poder, la construcción de un nuevo estado, que ellos dirigirán, sin el cual, dicen, no será posible realizar las transformaciones y reformas necesarias que nos lleven a terminar con el capitalismo. El fracaso de construir una vida distinta, sin opresores ni oprimidos, la desaparición de estos estados supuestamente socialistas, y la transformación de la burocracia “comunista” en empresarios y oligarcas del viejo estilo burgués y capitalista, junto con una gran campaña mediática de mentiras y odio, sembraron una profunda decepción y desconfianza por parte del proletariado y los pueblos en los partidos comunistas y en sus métodos.
Sin embargo, ni afirmar ni negar que el partido sea la solución soluciona nada. Algunos partidos y organizaciones populares que aspiran a serlo, contribuyen con su solidaridad y su trabajo a la lucha del proletariado y los pueblos, y algunos otros, más que contribuir, estorban, se separan de la clase a la que dicen representar, y al tratar de buscar sus intereses sectarios, terminando trabajando en contra de los intereses de los de abajo. El partido no es garantía de victoria, pero tampoco es garantía de derrota. El desarrollo de la lucha depende de lxs seres humanos reales y concretos, de sus decisiones, de su capacidad, no de estructuras políticas ni de formulas mágicas que pretenden predeterminar la historia. El partido encierra el peligro del autoritarismo y de la burocracia, sin duda, pero no significa que los partidos que surjan estén condenados a repetir y reproducir estos males. Los ejércitos, por ejemplo, son organizaciones que en casi cualquier otro lugar se consideran como necesariamente verticales, pero que en Chiapas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, hace posible la horizontalidad y la autonomía libertaria.
Con todo, nuestros enemigos no discriminan entre quienes quieren partidos y quienes no. En contra de la población de abajo y de la vida natural, el estado-capital ha reforzado sus tácticas y estrategias, y aunque los pueblos han desarrollado diversas formas de organización, como lo son el EZLN, las Policías Comunitarias, Ciudadanas y Populares, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, el Movimiento Popular de Guerrero y otros más, que expresan una gran capacidad y voluntad de lucha, las grandes mayorías en todo el país siguen a merced de los partidos políticos burgueses, de las televisoras, de los cárteles, de los paramilitares, y de toda institución y agresión del estado-capital, recibiendo los golpes que imponen las reformas estructurales, la explotación cotidiana, el desprecio, el despojo y la represión.
A pesar de que a nivel local, en diversas regiones, la construcción de la autonomía, la autogestión y el poder popular avanza, lenta pero segura, a nivel nacional, nos encontramos al borde del precipicio. La situación es de vida o muerte, y para quienes luchamos por la revolución, se nos plantea de forma urgente la necesidad política, independientemente de nuestra ideología y de nuestras formas de organizarnos, de responder dos preguntas fundamentales: ¿cómo le hacemos para defendernos y resistir entre todos? y ¿cómo le hacemos para avanzar entre todos y vencer finalmente a nuestro enemigo, el estado-capital?
No tengo las respuestas, ni creo que sean preguntas que se contesten de forma teórica, por algún argumento intelectual o algo así. Considero necesario que estas preguntas se respondan en la acción, en la realidad concreta. Que nos organicemos para que la fuerza de unos sea la fuerza de todos, y cada paso adelante que den en cualquier lugar, sea un paso adelante que demos todos juntos, de la misma manera que la fuerza de todos apoye a los unos cuando les haga falta.
Que seamos capaces de coordinarnos para llevar a cabo acciones que desarticulen el poder de la clase burguesa, como huelgas generales, tomas de plazas, edificios y ciudades, bloqueos de carreteras, puertos y aeropuertos, y la generalización de la autogestión en todos los ámbitos (salud, trabajo, educación, cultura, vivienda, etcétera, etc.). Que seamos capaces de derrotarlos en plano político y militar, en cada batalla, y de esa manera ganar la guerra. Que seamos capaces de liberar a los presos políticos, de conquistar la justicia y arrancar de raíz las “reformas estructurales” que nos despojan de nuestros derechos y bienes comunes. Considero que por ahí es posible empezar a resolver la cuestión de la táctica y de la estrategia.
Por eso, para finalizar estas lineas, considero valioso suscribir el llamado que hacen los presos políticos David Venegas y Efrén Hernández, conformados como el Club Liberal Ricardo Flores Magón, “a todos quienes compartan nuestra preocupación, nuestros sueños de una patria digna, fuerte y libre donde todos los trabajadores disfruten los frutos de su trabajo a conformarse en clubs liberales en todo el país, siguiendo la tradición magonista liberal y revolucionaria con miras a la conformación de un partido u organización nacional que nos de rumbo y objetivos claros en este mar de confusión que hoy es México.” Me sumo, junto con nuestro equipo de liberación, a este esfuerzo.
No sé si termine por llamarse “partido”, el nombre es realmente lo de menos, lo importa la es la organización. Una organización nacional cuyo poder resida en la base, no en la cúpula, que respete la diversidad de sus integrantes sin buscar la homogeneidad y la obediencia, que es lo que buscan nuestros enemigos, una organización que se plantee como una alternativa, con una táctica y con una estrategia claras. No sé si vaya a ser la solución, pero será más fácil encontrar la solución si estamos organizados y unidos, no en una suma mecánica y cuantitativa de organizaciones, sino en base a una coordinación real y concreta. No es tiempo para tener miedo a equivocarnos, si no intentamos nada, si no hacemos nada, por tener miedo a equivocarnos, y seguimos en la misma línea de división, de separación entre nosotros mismos, y de las masas, terminaremos por fracasar, sin duda alguna. Es tiempo de organizarnos y luchar. Es tiempo de vencer.
Los partidos políticos burgueses y aspirantes (como el caso de MORENA), son en la división moderna del trabajo, los profesionales de la política supuestamente encargados de gobernar y engañar al proletariado y los pueblos, que en gran parte engrosan las filas de los mismos, incluidas las del PRI. El carácter burgués de estos partidos no reside en sí hay o no militantes de la clase de abajo en sus filas, sino en las políticas que implementan, y la política no es el discurso, pues el discurso sirve para engañar, sino que la política son los hechos, las acciones y las decisiones que objetivamente siempre son en interés de la dominación de la clase burguesa, aunque parezcan lo contrario.
A partir de las pasadas elecciones, y la posterior formación del llamado “pacto por México”, la legitimidad de los tres principales partidos, el PRI, el PRD y el PAN, ha decaído aún más, haciendo que quienes antes creyeron en la supuesta oposición, sobre todo en la falsa izquierda del PRD, quedaran decepcionados y convencidos de que no importa el color, los partidos políticos representan únicamente a los ricos y poderosos. Es así que el sistema político “representativo” en México ha entrado en una profunda crisis, en la cual, aunque pretendan salir con más partidos, reforzando el papel de las televisoras en el lavado de cerebros, e imponiendo en amplias regiones la dominación violenta de las narco-organizadciones político-militares conocidas como “cárteles”, solo consiguen hundirse más y más, mientras se llevan a la población de abajo entre las patas.
Sin embargo, es preciso señalar que durante la historia de México, han existido diversos ejemplos de partidos verdaderamente revolucionarios, que lejos de servir los intereses de los de arriba, fueron organizaciones de los de abajo que lucharon por la revolución. Por mencionar dos, de los más sobresalientes, el Partido Liberal Mexicano, de ideales anarquistas y comunistas, organizador del ala radical de la revolución mexicana de 1910, y el Partido de los Pobres, una organización armada dirigida por el comandante Lucio Cabañas, que desarrolló el poder popular y la guerrilla socialista en la montaña de Guerrero. Ambos fueron derrotados, pero a pesar de las balas y el olvido impuesto por el poder, lograron resistir en la memoria y en la tradición de lucha de los pueblos, pues marcaron, cada uno a su modo, la historia del proletariado.
Actualmente, no son pocos los grupos que buscan construir o que se reivindican como un partido revolucionario, comunista, socialista, obrero y muchas otras cosas más, y que proclaman que un partido revolucionario vendría a ser la (única) solución. La mayoría de estos grupos toman sus ideas del estudio de la revolución rusa y de distintas experiencias, sobre todo europeas, en la que partidos comunistas tomaron el poder del estado e impusieron una serie de medidas políticas y sociales para la destrucción de la clase burguesa y su dominio. Son muchos los logros que se pueden adjudicar tales partidos, pero también muchos los errores y las consecuencias adversas que generaron, sobre todo, el hecho de que a pesar de que la clase dominante de ricos capitalistas desapareció, surgió una nueva clase o casta de dominantes y ricos burócratas que se mantuvieron arriba del proletariado y de los pueblos a través de la represión, la explotación, el desprecio, la opresión, el despojo, la destrucción de la naturaleza y demás prácticas que terminaron por reproducir las relaciones estatales-capitalistas dentro de los países gobernados por los partidos “comunistas”.
Los “partidos comunistas” se organizan desde el centro hacia fuera, y desde arriba hacia abajo, debido a que su objetivo político máximo es la toma del poder, la construcción de un nuevo estado, que ellos dirigirán, sin el cual, dicen, no será posible realizar las transformaciones y reformas necesarias que nos lleven a terminar con el capitalismo. El fracaso de construir una vida distinta, sin opresores ni oprimidos, la desaparición de estos estados supuestamente socialistas, y la transformación de la burocracia “comunista” en empresarios y oligarcas del viejo estilo burgués y capitalista, junto con una gran campaña mediática de mentiras y odio, sembraron una profunda decepción y desconfianza por parte del proletariado y los pueblos en los partidos comunistas y en sus métodos.
Sin embargo, ni afirmar ni negar que el partido sea la solución soluciona nada. Algunos partidos y organizaciones populares que aspiran a serlo, contribuyen con su solidaridad y su trabajo a la lucha del proletariado y los pueblos, y algunos otros, más que contribuir, estorban, se separan de la clase a la que dicen representar, y al tratar de buscar sus intereses sectarios, terminando trabajando en contra de los intereses de los de abajo. El partido no es garantía de victoria, pero tampoco es garantía de derrota. El desarrollo de la lucha depende de lxs seres humanos reales y concretos, de sus decisiones, de su capacidad, no de estructuras políticas ni de formulas mágicas que pretenden predeterminar la historia. El partido encierra el peligro del autoritarismo y de la burocracia, sin duda, pero no significa que los partidos que surjan estén condenados a repetir y reproducir estos males. Los ejércitos, por ejemplo, son organizaciones que en casi cualquier otro lugar se consideran como necesariamente verticales, pero que en Chiapas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, hace posible la horizontalidad y la autonomía libertaria.
Con todo, nuestros enemigos no discriminan entre quienes quieren partidos y quienes no. En contra de la población de abajo y de la vida natural, el estado-capital ha reforzado sus tácticas y estrategias, y aunque los pueblos han desarrollado diversas formas de organización, como lo son el EZLN, las Policías Comunitarias, Ciudadanas y Populares, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, el Movimiento Popular de Guerrero y otros más, que expresan una gran capacidad y voluntad de lucha, las grandes mayorías en todo el país siguen a merced de los partidos políticos burgueses, de las televisoras, de los cárteles, de los paramilitares, y de toda institución y agresión del estado-capital, recibiendo los golpes que imponen las reformas estructurales, la explotación cotidiana, el desprecio, el despojo y la represión.
A pesar de que a nivel local, en diversas regiones, la construcción de la autonomía, la autogestión y el poder popular avanza, lenta pero segura, a nivel nacional, nos encontramos al borde del precipicio. La situación es de vida o muerte, y para quienes luchamos por la revolución, se nos plantea de forma urgente la necesidad política, independientemente de nuestra ideología y de nuestras formas de organizarnos, de responder dos preguntas fundamentales: ¿cómo le hacemos para defendernos y resistir entre todos? y ¿cómo le hacemos para avanzar entre todos y vencer finalmente a nuestro enemigo, el estado-capital?
No tengo las respuestas, ni creo que sean preguntas que se contesten de forma teórica, por algún argumento intelectual o algo así. Considero necesario que estas preguntas se respondan en la acción, en la realidad concreta. Que nos organicemos para que la fuerza de unos sea la fuerza de todos, y cada paso adelante que den en cualquier lugar, sea un paso adelante que demos todos juntos, de la misma manera que la fuerza de todos apoye a los unos cuando les haga falta.
Que seamos capaces de coordinarnos para llevar a cabo acciones que desarticulen el poder de la clase burguesa, como huelgas generales, tomas de plazas, edificios y ciudades, bloqueos de carreteras, puertos y aeropuertos, y la generalización de la autogestión en todos los ámbitos (salud, trabajo, educación, cultura, vivienda, etcétera, etc.). Que seamos capaces de derrotarlos en plano político y militar, en cada batalla, y de esa manera ganar la guerra. Que seamos capaces de liberar a los presos políticos, de conquistar la justicia y arrancar de raíz las “reformas estructurales” que nos despojan de nuestros derechos y bienes comunes. Considero que por ahí es posible empezar a resolver la cuestión de la táctica y de la estrategia.
Por eso, para finalizar estas lineas, considero valioso suscribir el llamado que hacen los presos políticos David Venegas y Efrén Hernández, conformados como el Club Liberal Ricardo Flores Magón, “a todos quienes compartan nuestra preocupación, nuestros sueños de una patria digna, fuerte y libre donde todos los trabajadores disfruten los frutos de su trabajo a conformarse en clubs liberales en todo el país, siguiendo la tradición magonista liberal y revolucionaria con miras a la conformación de un partido u organización nacional que nos de rumbo y objetivos claros en este mar de confusión que hoy es México.” Me sumo, junto con nuestro equipo de liberación, a este esfuerzo.
No sé si termine por llamarse “partido”, el nombre es realmente lo de menos, lo importa la es la organización. Una organización nacional cuyo poder resida en la base, no en la cúpula, que respete la diversidad de sus integrantes sin buscar la homogeneidad y la obediencia, que es lo que buscan nuestros enemigos, una organización que se plantee como una alternativa, con una táctica y con una estrategia claras. No sé si vaya a ser la solución, pero será más fácil encontrar la solución si estamos organizados y unidos, no en una suma mecánica y cuantitativa de organizaciones, sino en base a una coordinación real y concreta. No es tiempo para tener miedo a equivocarnos, si no intentamos nada, si no hacemos nada, por tener miedo a equivocarnos, y seguimos en la misma línea de división, de separación entre nosotros mismos, y de las masas, terminaremos por fracasar, sin duda alguna. Es tiempo de organizarnos y luchar. Es tiempo de vencer.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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