Entrevista con Jairo García Jaramillo, autor del ensayo "La mitad ignorada"
La mitad ignorada es el nuevo ensayo del joven profesor y ensayista Jairo García Jaramillo. Con él obtuvo el Premio Miguel de Unamuno, del ayuntamiento de Bilbao y en sus páginas podemos conocer aspectos ignorados de la "mitad ignorada" del mundo intelectual republicano.
En 2011, publicó el ensayo La poesía de Javier Egea
(Zumaya). Es, además, autor del prólogo al volumen II de la obra
completa del citado poeta, en el que se recoge supoesía inédita y
dispersa. El pasado mes de mayo presentó en Madrid su nuevo ensayo, La mitad ignorada (Editorial Devenir). A Jairo García Jaramillo,
licenciado en Filología Hispánica, granadino de 1982, profesor e
investigador, hemos trasladado las siguientes preguntas acerca de su
nuevo libro.
Jairo García Jaramillo: Bueno, como suele decirse uno intenta escribir los libros que quisiera leer y este es el caso de La mitad ignorada, que surgió de una investigación académica y acabó por transformarse en este breve ensayo que obtuvo el XIII Premio Miguel de Unamuno. Al final, ahora que lo tengo entre las manos, creo que conseguí en gran medida el libro que buscaba. Ahora que está tan de moda la memoria histórica, esa que disgusta tanto a algunos gobernantes, libros como el mío creo que sirven para apuntar lo mucho que aún queda por hacer.
NT: ¿Consideras que no ha habido suficientes estudios que aborden la relegación de las mujeres intelectuales de la República?
JGJ: La Segunda República es uno de los periodos culturales más interesantes de la historia de España y por descontado uno de los más estudiados, no obstante aún queda, como digo, mucho por hacer. Porque, claro está, no sólo es obvio que hay trabajos mejores y otros peores que tratan este asunto, sino que está el problema del enfoque: cuando uno observa la realidad importa mucho dónde se sitúa y hacia dónde mira.
NT: ¿En qué diferenciarías tu texto de otros que han abordado ese aspecto de nuestra realidad cultural? JGJ: En mi caso, el libro intenta aproximarse a la cuestión de las mujeres intelectuales desde un punto de vista amplio, esbozando un panorama general de lo sucedido en las primeras décadas de siglo XX, desde el arte a la política o el derecho. Este tipo de estudios no están de moda: ahora lo moderno es la especialización, casi diría la atomización del saber. Y el mío está lejos de sus modelos, pero por mi formación prefiero los grandes volúmenes que tratan de contener toda una época. Por otro lado, como decía, importa el enfoque y las investigaciones que se nutren de las ideas de Bordieu sobre la violencia simbólica y la dominación masculina y las teorías materialistas sobre la producción ideológica de Juan Carlos Rodríguez, no son tan frecuentes en los estudios literarios, ni siquiera en los de género.
NT: Por lo que pones de relieve en el libro, la marginación/exclusión de las mujeres intelectuales y artistas no sólo era razonada y mantenida por sectores conservadores. También hubo representantes progresistas del mundo cultural que tenían esa visión del mundo....
JGJ: La primera paradoja que recojo en el libro es que al principio las mujeres no estuvieron preparadas para su propia revolución. Pero, como bien dices, la segunda es la que yo llamo “el retraso de los adelantados”, el hecho de que los intelectuales más ligados a la modernidad política y cultural tuvieran reparos para admitir la lucha de las mujeres tal y como a priori debería esperarse de ellos. Por el contrario, su actitud fue frecuentemente ambigua, un sí pero no. Algunos, como Gómez de la Serna o García Lorca, supieron estar a la altura y les brindaron apoyo y consejo, pero otros como Ortega y Gasset rechinan porque si bien admitió a algunas de ellas (María Zambrano, Maruja Mallo) en sus círculos de élite, lo cierto es que por otro lado sus textos son de un fuerte machismo. A Chacel o Zambrano, por cierto, les desilusionó más tarde su postura política. Pero hay muchos casos, como el de Gregorio Marañón, tan elogiado últimamente, o el del bohemio Cansinos-Assens, que encubrían su profunda envidia con misoginia.
NT:. Las mujeres a las que haces referencia en el libro lograron, en parte, salir a flote, mostrar su obra, en distintos planos. Sin embargo, vivían en un mundo en el que la inmensa mayoría de las mujeres eran simplemente ignoradas y sometidas. ¿Hay razones económicas, de clase, en ese fenómeno?
JGJ: Suele olvidarse que el siglo XX no fue sólo el siglo de “los” intelectuales como tanto se repite, sino también el de “las” intelectuales, pues en ese momento se dieron las condiciones necesarias para que las mujeres intelectuales nazcan y tomen el lugar que les corresponde, haciéndose portavoces de la multitud de cambios que estaban descolocando los roles de género establecidos desde los albores de la cultura. La Segunda República fue, sin duda, la gran oportunidad, aunque como es lógico la irrupción de las mujeres venía desde atrás. Y tampoco debe olvidarse que ellas son la representación de toda una gran masa de mujeres cuya lucha diaria fue igualmente importante para resquebrajar el lugar que la sociedad burguesa reservaba para ellas, luchando por acceder a los ámbitos que les estaban vedados, desde la educación o la política al arte y la literatura.
NT: ¿Crees que la aportación de las mujeres intelectuales ha sido decisiva en la conformación de una conciencia cultural en España? Parece claro en el caso de María Zambrano, en Rosa Chacel... Pero ¿son generalizables al conjunto de mujeres con inquietudes?
JGJ: Desde luego, el papel de las mujeres es fundamental, y fueron muchas singularidades las que afortunadamente confluyeron. El libro las analiza en bloque, remitiendo sólo a ellas en casos puntuales, pero son cincuenta nombres los que aparecen reflejados. Además de Zambrano y Chacel, hay otros nombres absolutamente claves en este periodo como María Teresa León, Concha Méndez, Mercé Rodoreda, María Moliner, Remedios Varo, Maruja Mallo, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri, Clara Campoamor, Victoria Kent, etc. Y es muy importante culturalmente no sólo el vínculo entre ellas, sino también los lazos que tendieron hacia atrás, para rescatar a sus predecesoras, y hacia el futuro, para dar lugar a un nuevo estado de cosas que desgraciadamente se vio frustrado por la Guerra Civil y la dictadura fascista.
NT: En tu libro destacas el papel de instituciones como la iglesia, las instituciones académicas, la familia... ¿Cuál, a tu juicio, tuvo más peso?
JGJ: Creo desde luego que la escuela y la familia son decisivas para la formación intelectual, aunque en el caso de las mujeres el desafío a la sociedad patriarcal, hubo de venir por otros cauces inesperados, desde la lectura hasta la amistad, ambas cultivadas en lugares de encuentro progresistas como la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino. Pero básicamente se trató de una ruptura ideológica que venía de lejos y cuya brecha se manifestó cultural y políticamente gracias al espacio de libertad generado por la Segunda República.
NT: Maruja Mallo, Concha Méndez, Ángeles Santos.... ¿En qué grado contribuyeron las mujeres al desarrollo de las vanguardias? ¿Fueron comprendidas por sus compañeros hombres de la vanguardia artística?
JGJ: Las mujeres son fundamentales para entender la vanguardia y además ellas tuvieron que efectuar, como explica el libro, dos luchas paralelas: contra los “putrefactos” del arte viejo y contra el patriarcado que, en general, no contaba con ellas. Pero algunos prohombres de la vanguardia como Gómez de la Serna, García Lorca, Díaz Fernández o Francisco Ayala sí que mostraron apoyo a sus trabajos. Además de las que mencionas en pintura, hubo otras creadoras muy ligadas a la vanguardia literaria, como Norah Borges, y otras dedicadas a la literatura que, por cierto, recorren el mismo camino que los hombres desde la pureza al compromiso, como María Teresa León, Concha Méndez o Lucía Sánchez Saornil.
NT: ¿Cómo intervinieron en la política? En tu libro destacas su papel contradictorio: cierta diferencia de opiniones respecto al papel del voto femenino, respecto al ejercicio de ese derecho....
JGJ: Como en todo grupo humano existieron diferencias entre ellas, provocadas en gran medida por su formación, sus convicciones y sus creencias, que fueron diversas en cada caso. La polémica más famosa es, sin duda, la que enfrentó a Victoria Kent y Clara Campoamor en torno al voto femenino, pero hubo otras polémicas sonadas como las sostenidas por Dolores Ibárruri y Federica Montseny en torno a la posición de sus respectivos partidos en la lucha contra el fascismo. Y es curioso, al paso, observar que las primeras pelean por la conquista del sufragio universal y las segundas son ya dirigentes políticos de primer nivel, una de ellas nada menos que ministro… ¡y todo en un plazo de cinco años!
NT: Hay algunas anécdotas de grandes intelectuales y artistas hombres de la época que expresan la incomprensión hacia la labor de las mujeres entonces... Buñuel, Ortega, Marañón. ¿Podrías referirnos alguna que te parezca especialmente significativa?
JGJ: El caso de Ortega quizá es el más estudiado. Pero otros como Gregorio Marañón, cuya actitud hacia la mujer en la vida diaria fue también ambigua, son igual de sorprendentes. Éste, como recojo en el libro, llegó a hablar del carácter “sexualmente anormal” de las mujeres que “saltan al campo de las actividades masculinas y en él logran conquistar un lugar preeminente”. Sus palabras son literalmente, las siguientes: “Agitadoras, pensadoras, artistas, inventoras: en todas las que han dejado un nombre ilustre en la Historia se pueden descubrir los rastros del sexo masculino, adormecido en las mujeres”. Me parece que tales comentarios hablan por sí solos.
NT: Han pasado más de ochenta años desde la constitución de la República. Algunos menos desde el final de la Guerra Civil y 35 desde la Cosntitución del 78. ¿En qué grado crees que se han mantenido o se mantienen hoy las actitudes que denuncias en La mitad ignorada?
JGJ: A lo largo de todo el libro, pero sobre todo en el breve capítulo final, más teórico, analizo la necesaria distinción entre sexo y género, es decir, entre naturaleza y cultura, para desmarcarme de todas esas ideas preconcebidas en torno a una “esencia” o modo de ser y pensar masculino, frente a otro femenino, que no son más que el principio del engaño que lleva al sometimiento. Me niego a aceptar, por muy justificadas que se quieran, esas categorías que asocian lo débil, suave y sensible a la mujer, frente a lo fuerte, rudo y racional del hombre, pues en el fondo son sólo una estrategia ideológica para justificar la condena de la mujer al hogar y la cría de la prole, privilegiando a los hombres con la capacidad de pensar, decidir y actuar. Los males de nuestra cultura pasan por aceptar esos tópicos desde que somos pequeños y no combatirlos suficientemente en la familia y desde la escuela, así como en los medios de comunicación o en la publicidad.
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/mujeres-intelectuales-en-la-republica-la-mitad-ignorada/20130624011513093956.html
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Nueva Tribuna:. ¿Cómo nace La mitad ignorada? Jairo García Jaramillo: Bueno, como suele decirse uno intenta escribir los libros que quisiera leer y este es el caso de La mitad ignorada, que surgió de una investigación académica y acabó por transformarse en este breve ensayo que obtuvo el XIII Premio Miguel de Unamuno. Al final, ahora que lo tengo entre las manos, creo que conseguí en gran medida el libro que buscaba. Ahora que está tan de moda la memoria histórica, esa que disgusta tanto a algunos gobernantes, libros como el mío creo que sirven para apuntar lo mucho que aún queda por hacer.
NT: ¿Consideras que no ha habido suficientes estudios que aborden la relegación de las mujeres intelectuales de la República?
JGJ: La Segunda República es uno de los periodos culturales más interesantes de la historia de España y por descontado uno de los más estudiados, no obstante aún queda, como digo, mucho por hacer. Porque, claro está, no sólo es obvio que hay trabajos mejores y otros peores que tratan este asunto, sino que está el problema del enfoque: cuando uno observa la realidad importa mucho dónde se sitúa y hacia dónde mira.
NT: ¿En qué diferenciarías tu texto de otros que han abordado ese aspecto de nuestra realidad cultural? JGJ: En mi caso, el libro intenta aproximarse a la cuestión de las mujeres intelectuales desde un punto de vista amplio, esbozando un panorama general de lo sucedido en las primeras décadas de siglo XX, desde el arte a la política o el derecho. Este tipo de estudios no están de moda: ahora lo moderno es la especialización, casi diría la atomización del saber. Y el mío está lejos de sus modelos, pero por mi formación prefiero los grandes volúmenes que tratan de contener toda una época. Por otro lado, como decía, importa el enfoque y las investigaciones que se nutren de las ideas de Bordieu sobre la violencia simbólica y la dominación masculina y las teorías materialistas sobre la producción ideológica de Juan Carlos Rodríguez, no son tan frecuentes en los estudios literarios, ni siquiera en los de género.
NT: Por lo que pones de relieve en el libro, la marginación/exclusión de las mujeres intelectuales y artistas no sólo era razonada y mantenida por sectores conservadores. También hubo representantes progresistas del mundo cultural que tenían esa visión del mundo....
JGJ: La primera paradoja que recojo en el libro es que al principio las mujeres no estuvieron preparadas para su propia revolución. Pero, como bien dices, la segunda es la que yo llamo “el retraso de los adelantados”, el hecho de que los intelectuales más ligados a la modernidad política y cultural tuvieran reparos para admitir la lucha de las mujeres tal y como a priori debería esperarse de ellos. Por el contrario, su actitud fue frecuentemente ambigua, un sí pero no. Algunos, como Gómez de la Serna o García Lorca, supieron estar a la altura y les brindaron apoyo y consejo, pero otros como Ortega y Gasset rechinan porque si bien admitió a algunas de ellas (María Zambrano, Maruja Mallo) en sus círculos de élite, lo cierto es que por otro lado sus textos son de un fuerte machismo. A Chacel o Zambrano, por cierto, les desilusionó más tarde su postura política. Pero hay muchos casos, como el de Gregorio Marañón, tan elogiado últimamente, o el del bohemio Cansinos-Assens, que encubrían su profunda envidia con misoginia.
NT:. Las mujeres a las que haces referencia en el libro lograron, en parte, salir a flote, mostrar su obra, en distintos planos. Sin embargo, vivían en un mundo en el que la inmensa mayoría de las mujeres eran simplemente ignoradas y sometidas. ¿Hay razones económicas, de clase, en ese fenómeno?
JGJ: Suele olvidarse que el siglo XX no fue sólo el siglo de “los” intelectuales como tanto se repite, sino también el de “las” intelectuales, pues en ese momento se dieron las condiciones necesarias para que las mujeres intelectuales nazcan y tomen el lugar que les corresponde, haciéndose portavoces de la multitud de cambios que estaban descolocando los roles de género establecidos desde los albores de la cultura. La Segunda República fue, sin duda, la gran oportunidad, aunque como es lógico la irrupción de las mujeres venía desde atrás. Y tampoco debe olvidarse que ellas son la representación de toda una gran masa de mujeres cuya lucha diaria fue igualmente importante para resquebrajar el lugar que la sociedad burguesa reservaba para ellas, luchando por acceder a los ámbitos que les estaban vedados, desde la educación o la política al arte y la literatura.
NT: ¿Crees que la aportación de las mujeres intelectuales ha sido decisiva en la conformación de una conciencia cultural en España? Parece claro en el caso de María Zambrano, en Rosa Chacel... Pero ¿son generalizables al conjunto de mujeres con inquietudes?
JGJ: Desde luego, el papel de las mujeres es fundamental, y fueron muchas singularidades las que afortunadamente confluyeron. El libro las analiza en bloque, remitiendo sólo a ellas en casos puntuales, pero son cincuenta nombres los que aparecen reflejados. Además de Zambrano y Chacel, hay otros nombres absolutamente claves en este periodo como María Teresa León, Concha Méndez, Mercé Rodoreda, María Moliner, Remedios Varo, Maruja Mallo, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri, Clara Campoamor, Victoria Kent, etc. Y es muy importante culturalmente no sólo el vínculo entre ellas, sino también los lazos que tendieron hacia atrás, para rescatar a sus predecesoras, y hacia el futuro, para dar lugar a un nuevo estado de cosas que desgraciadamente se vio frustrado por la Guerra Civil y la dictadura fascista.
NT: En tu libro destacas el papel de instituciones como la iglesia, las instituciones académicas, la familia... ¿Cuál, a tu juicio, tuvo más peso?
JGJ: Creo desde luego que la escuela y la familia son decisivas para la formación intelectual, aunque en el caso de las mujeres el desafío a la sociedad patriarcal, hubo de venir por otros cauces inesperados, desde la lectura hasta la amistad, ambas cultivadas en lugares de encuentro progresistas como la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino. Pero básicamente se trató de una ruptura ideológica que venía de lejos y cuya brecha se manifestó cultural y políticamente gracias al espacio de libertad generado por la Segunda República.
NT: Maruja Mallo, Concha Méndez, Ángeles Santos.... ¿En qué grado contribuyeron las mujeres al desarrollo de las vanguardias? ¿Fueron comprendidas por sus compañeros hombres de la vanguardia artística?
JGJ: Las mujeres son fundamentales para entender la vanguardia y además ellas tuvieron que efectuar, como explica el libro, dos luchas paralelas: contra los “putrefactos” del arte viejo y contra el patriarcado que, en general, no contaba con ellas. Pero algunos prohombres de la vanguardia como Gómez de la Serna, García Lorca, Díaz Fernández o Francisco Ayala sí que mostraron apoyo a sus trabajos. Además de las que mencionas en pintura, hubo otras creadoras muy ligadas a la vanguardia literaria, como Norah Borges, y otras dedicadas a la literatura que, por cierto, recorren el mismo camino que los hombres desde la pureza al compromiso, como María Teresa León, Concha Méndez o Lucía Sánchez Saornil.
NT: ¿Cómo intervinieron en la política? En tu libro destacas su papel contradictorio: cierta diferencia de opiniones respecto al papel del voto femenino, respecto al ejercicio de ese derecho....
JGJ: Como en todo grupo humano existieron diferencias entre ellas, provocadas en gran medida por su formación, sus convicciones y sus creencias, que fueron diversas en cada caso. La polémica más famosa es, sin duda, la que enfrentó a Victoria Kent y Clara Campoamor en torno al voto femenino, pero hubo otras polémicas sonadas como las sostenidas por Dolores Ibárruri y Federica Montseny en torno a la posición de sus respectivos partidos en la lucha contra el fascismo. Y es curioso, al paso, observar que las primeras pelean por la conquista del sufragio universal y las segundas son ya dirigentes políticos de primer nivel, una de ellas nada menos que ministro… ¡y todo en un plazo de cinco años!
NT: Hay algunas anécdotas de grandes intelectuales y artistas hombres de la época que expresan la incomprensión hacia la labor de las mujeres entonces... Buñuel, Ortega, Marañón. ¿Podrías referirnos alguna que te parezca especialmente significativa?
JGJ: El caso de Ortega quizá es el más estudiado. Pero otros como Gregorio Marañón, cuya actitud hacia la mujer en la vida diaria fue también ambigua, son igual de sorprendentes. Éste, como recojo en el libro, llegó a hablar del carácter “sexualmente anormal” de las mujeres que “saltan al campo de las actividades masculinas y en él logran conquistar un lugar preeminente”. Sus palabras son literalmente, las siguientes: “Agitadoras, pensadoras, artistas, inventoras: en todas las que han dejado un nombre ilustre en la Historia se pueden descubrir los rastros del sexo masculino, adormecido en las mujeres”. Me parece que tales comentarios hablan por sí solos.
NT: Han pasado más de ochenta años desde la constitución de la República. Algunos menos desde el final de la Guerra Civil y 35 desde la Cosntitución del 78. ¿En qué grado crees que se han mantenido o se mantienen hoy las actitudes que denuncias en La mitad ignorada?
JGJ: A lo largo de todo el libro, pero sobre todo en el breve capítulo final, más teórico, analizo la necesaria distinción entre sexo y género, es decir, entre naturaleza y cultura, para desmarcarme de todas esas ideas preconcebidas en torno a una “esencia” o modo de ser y pensar masculino, frente a otro femenino, que no son más que el principio del engaño que lleva al sometimiento. Me niego a aceptar, por muy justificadas que se quieran, esas categorías que asocian lo débil, suave y sensible a la mujer, frente a lo fuerte, rudo y racional del hombre, pues en el fondo son sólo una estrategia ideológica para justificar la condena de la mujer al hogar y la cría de la prole, privilegiando a los hombres con la capacidad de pensar, decidir y actuar. Los males de nuestra cultura pasan por aceptar esos tópicos desde que somos pequeños y no combatirlos suficientemente en la familia y desde la escuela, así como en los medios de comunicación o en la publicidad.
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/mujeres-intelectuales-en-la-republica-la-mitad-ignorada/20130624011513093956.html
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