José Steinsleger /III
Dos
grandes escritores sin parentesco, María Elena Walsh (1930-2011) y
Rodolfo Walsh (1927-77), dedicaron a Eva Perón los textos más intensos
de la literatura argentina. Pareja de celebridades de la cultura
nacional (Leda Valladares, folklorista; María Herminia Avellaneda,
cineasta; Sara Facio, fotógrafa), María Elena no era peronista. Y
Rodolfo fue periodista y murió combatiendo en las filas de Montoneros,
tras iniciarse en las del nacionalismo antiperonista.
Del relato
Esa mujer, de Rodolfo:
“El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método.
“–Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva histórica. Yo he leído a Hegel.
“–¿Qué querían hacer? (NR, con el cadáver de Eva Perón.)
“–Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido...”
Del poema
Eva, de María Elena:
“Cuando los buitres te dejen tranquila y huyas de las estampas y el
ultraje empezaremos a saber quién fuiste… Cuando juntas las reas y las
monjas y las violadas en los teleteatros y las que callan pero no
consienten arrebataremos la liberación para no naufragar en espejitos
ni bañarnos para los ejecutivos… Tener agallas como vos tuviste… Tener
agallas para gritar basta aunque nos amordacen con cañones”.
La madre le estimuló sensibilidad social, y el coraje frente a la
adversidad. Y el día que murió el líder popular y ex presidente
Hipólito Irigoyen (1852-1933), Evita llegó a la escuela con un moño
negro. Como actriz fue mediocre. Pero desechaba por instinto el
arquetipo de mujeres hermosas, nobles, puras o sacrificadas (Julieta,
Ofelia, Cordelia, Desdémona), sintiéndose cómoda con el de
mujeres fuertescomo Madame Lynch, Isabel I, Lady Hamilton, Eleanor Duse. Y es casi seguro que asistió varias veces al cine, para observar el personaje de Scarlett O’Hara que Vivien Leigh protagonizó en Lo que el viento se llevó.
Eva carecía de
formación política. Sin embargo, al calor de las reformas impulsadas por la revolución de 1943, integró el grupo que fundó la Asociación Radial Argentina, primer sindicato de trabajadores de la radio. De tal suerte que entre su activismo para respaldar la candidatura de Perón, y el rol posterior como
primera dama de la nación, la fueron enfrentando a enemigos de tomo y lomo. En particular: la oligárquica Sociedad de Beneficencia, cuyas acciones eran supervisadas por la Iglesia católica.
Simultáneamente, con la nueva ley de sufragio femenino y de los derechos políticos de la mujer (1947), la
primera damaempezó a ejercer un poder no formal y convalidado
desde abajopor millones de mujeres pobres. Poder que la izquierda y la derecha de las señoras cultas criticaban como meras concesiones del
mandamás, y que a Eva hacían lo que el viento a Juárez. La Sociedad de Beneficencia fue disuelta en 1948 y pasó a llamarse Fundación Eva Perón (FEP), y al año siguiente, junto con la nueva Constitución Justicialista que estableció plena igualdad de la mujer y el hombre, Evita fundó el Partido Peronista Femenino.
Esas
imágenes de Eva Perón repartiendo máquinas de coser o vestiditos de
princesa para las niñas, fueron y son las de la hipocresía intelectual
que caracteriza a los escritores liberales de ayer y hoy. Pues omiten
que, si en efecto, la FEP distribuía aquellas máquinas legendarias, era
para que las mujeres pobres trabajaran en casa con el fin de ganarse
unos pesos y proveer la indumentaria de sus hijos.
¡Si tan sólo fuera eso! ¿Y los grandes policlínicos y el millar de
escuelas que aún funcionan en la provincia de Buenos Aires, junto con
los hogares para ancianos, madres solteras y para jóvenes que, como
Evita, llegaban a la capital desde sus pueblos a la capital con una
mano atrás y otra adelante?
En una época en que la sociedad asociaba la actividad política de la
mujer poco menos que a la prostitución, el proyecto político de la FEP
apuntó al empoderamiento progresivo de las mujeres. Al lado de las
unidades básicasbarriales (suerte de
clubes de Tobien las que sólo participaban los peronistas hombres), Evita creó las dirigidas a mujeres e hijos menores, vetando su ingreso a los hombres. Les decía:
Y por sobre todo, compañeras, no se dejen influir y ni siquiera aconsejar por las esposas de los funcionarios u hombres del partido.
La curia se trepó a la lámpara. En poco menos de dos años, Evita
expandió una red de 4 mil mujeres, sólo comparable a la de Acción
Católica, y con una capacidad de movilización superior a la de los
trabajadores organizados. Con recursos exiguos, las unidades básicas
femeninas funcionaron en edificios y locales, o simplemente en cuartos,
parques y garajes. Allí no se hacían reparos de clase, pero la mayoría
eran de extracción popular y clases medias bajas.
La FEP alfabetizó a cientos de millares de mujeres, encontrando
apoyo escolar para sus hijos, y pudiendo seguir clases de corte y
confección, dactilografía, mecanografía, cocina y nutrición, rudimentos
de inglés, francés y… declamación. Evita otorgaba mucho interés a las
clases de declamación. “Porque, compañeras –les decía–, ahora que
tenemos derechos, hay que aprender a hablar y saber defenderlos frente
a los hombres.”
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