Gabriela Rodríguez
Desde
que se impuso un muro material y económico en la frontera norte de
nuestro territorio, los trabajadores manuales que emigran al otro lado
experimentan múltiples transformaciones. Una reciente publicación de
Telésforo Ramírez revisa el efecto de la emigración masculina en la
dinámica de poder intrafamiliar y en la participación económica de las
esposas que se quedan (El precio de un sueño, Lito-Grapo/ UAEG, México, 2011).
El estudio se realizó en el municipio de Pénjamo, en el estado de
Guanajuato, y supera la visión tradicional de las mujeres como
seguidoras pasivas de los hombres. En las comunidades con intensa
actividad migratoria hacia Estados Unidos muchas esposas se ven en la
necesidad de asumir la jefatura del hogar. Se trata en su mayoría de
mujeres casadas o que viven en unión libre. Hogares con menor tasa de
participación económica en comparación con los hogares sin migrantes,
ya sea por ausencia de miembros en edades productivas o por las remesas
que reciben. En algunos casos la emigración del compañero impulsa a las
esposas a buscar trabajo remunerado, en especial cuando no llegan las
remesas, pero entre quienes son jóvenes y tienen hijos pequeños la
ausencia del marido las inhibe a involucrarse en actividades económicas
fuera del hogar. Las mujeres urbanas son más activas que las de las
comunidades rurales, porque en las últimas la división laboral por sexo
obedece a regulaciones más rígidas. El tipo de actividades
extradomésticas en las que ellas suelen participar están relacionadas
con el sector comercio y los servicios, algunas en que no reciben
ingresos: trabajo doméstico, trabajadoras ambulantes, vendedoras en el
comercio informal (artículos de belleza o del hogar, ropa), pequeños
negocios familiares, producción y elaboración de alimentos, limpieza de
hogares y establecimientos, y en menor medida como trabajadoras en el
campo y la agroindustria. La edad, la escolaridad, los arreglos
familiares así como la presencia de menores en el hogar determinan la
probabilidad de participar o no en actividades asalariadas.
Se encontró que la migración del esposo se entrelaza de muy diversas
maneras con la trayectoria laboral femenina: hay mujeres que nunca
habían trabajado fuera del hogar y que inauguran esta experiencia
cuando se va el marido al otro lado, se insertan en jornadas
discontinuas, buscan trabajo remunerado cuando las remesas del esposo
no llegan, se retrasan o son insuficientes, para pagar alguna deuda o
encargarse de la parcela. Se valoran a sí mismas como mujeres
trabajadoras que contribuyen a la economía familiar, aunque siempre en
actividades muy acotadas al rol femenino: la venta de productos de
belleza y cocina por catálogo, empleadas de costura en maquiladoras,
coser, tejer, bordar servilletas y trabajo agrícola. Otro grupo son las
mujeres que conforme van creciendo los hijos retornan a la actividad
laboral, cuando los esposos emigran y prolongan sus estancias en el
vecino país pero las remesas son insuficientes se involucran en
actividades que les permiten atender las actividades domésticas y el
cuidado de los hijos, tales como servicio doméstico, lavar y planchar
ropa, limpieza de casas, venta de ropa y productos; mujeres que
defienden su derecho y deber de trabajar ante los demás, y que destinan
casi la totalidad de sus ingresos al presupuesto familiar. Hay mujeres
cuya trayectoria laboral se desarrolla a partir de la emigración del
esposo, se trata de quienes tienen de 35 a 50 años, siempre han
realizado trabajo remunerado o dejaron de hacerlo al hacerse madres,
por lo común es un proyecto acordado y consensuado con la pareja y que
lo retoman cuando el esposo se va. El último grupo es el de las mujeres
que tuvieron que retirarse del trabajo remunerado e interrumpirlo
cuando el marido se fue, jóvenes cautivas en las tareas maternas y con
poca experiencia laboral previa, se desempeñaban como jornaleras o
peones agrícolas, empleadas en comercios, instructoras educativas o
vendedoras.
Es un
hecho que la emigración internacional declinó radicalmente desde 2006,
el subsidio de oferta laboral de mexicanos a la economía del país
vecino se afectó con la contracción económica estadunidense y el
desplome de su industria de la construcción, por el endurecimiento de
su política hacia los inmigrantes indocumentados y por las
deportaciones (más de un millón en la administración de Obama). Además
están los costos del cruce indocumentado, el aumento de controles
fronterizos, así como los riesgos y las condiciones de inseguridad en
las zonas fronterizas (René Zenteno,
Saldo migratorio nulo: el retorno y la política anti-inmigrante, en Coyuntura Demográfica, No. 2, julio 2012, pp. 17-21).
Las recientes iniciativas de legisladores republicanos que pretenden
detener el flujo sur-norte reforzando la frontera con 700 millas más de
barda y 41 mil efectivos en la Patrulla Fronteriza, además de drones (aviones
sin tripulación) vigilando desde los cielos de ambos territorios como
si se tratara del nuevo Muro de Berlín, probablemente propiciarán
estancias más largas de los que están allá, quienes dejarán de venir
para lograr el estatus de inmigrante que la reforma exige y se
mantendrán separados de sus esposas/os, hijos y familiares, otros
muchos serán deportados. Buen paquete para la nueva administración de
México: ¿cómo apoyarán la economía de las familias que se quedaron acá
o cuyos trabajadores retornaron? ¿Qué se ofrece a los niños que
nacieron allá y están de regreso? ¿Qué alternativas hay para mujeres
que se quedaron sin familiares y con una economía muy precaria? “Toda
una vida sola… –relata una mujer guanajuatense– Primero se fue mi
padre, ahora mi esposo y luego mis hijos”.
Twitter: @Gabrielarodr108
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