6/28/2013

El nuevo Muro de Berlín



Gabriela Rodríguez

Desde que se impuso un muro material y económico en la frontera norte de nuestro territorio, los trabajadores manuales que emigran al otro lado experimentan múltiples transformaciones. Una reciente publicación de Telésforo Ramírez revisa el efecto de la emigración masculina en la dinámica de poder intrafamiliar y en la participación económica de las esposas que se quedan (El precio de un sueño, Lito-Grapo/ UAEG, México, 2011).

El estudio se realizó en el municipio de Pénjamo, en el estado de Guanajuato, y supera la visión tradicional de las mujeres como seguidoras pasivas de los hombres. En las comunidades con intensa actividad migratoria hacia Estados Unidos muchas esposas se ven en la necesidad de asumir la jefatura del hogar. Se trata en su mayoría de mujeres casadas o que viven en unión libre. Hogares con menor tasa de participación económica en comparación con los hogares sin migrantes, ya sea por ausencia de miembros en edades productivas o por las remesas que reciben. En algunos casos la emigración del compañero impulsa a las esposas a buscar trabajo remunerado, en especial cuando no llegan las remesas, pero entre quienes son jóvenes y tienen hijos pequeños la ausencia del marido las inhibe a involucrarse en actividades económicas fuera del hogar. Las mujeres urbanas son más activas que las de las comunidades rurales, porque en las últimas la división laboral por sexo obedece a regulaciones más rígidas. El tipo de actividades extradomésticas en las que ellas suelen participar están relacionadas con el sector comercio y los servicios, algunas en que no reciben ingresos: trabajo doméstico, trabajadoras ambulantes, vendedoras en el comercio informal (artículos de belleza o del hogar, ropa), pequeños negocios familiares, producción y elaboración de alimentos, limpieza de hogares y establecimientos, y en menor medida como trabajadoras en el campo y la agroindustria. La edad, la escolaridad, los arreglos familiares así como la presencia de menores en el hogar determinan la probabilidad de participar o no en actividades asalariadas.

Se encontró que la migración del esposo se entrelaza de muy diversas maneras con la trayectoria laboral femenina: hay mujeres que nunca habían trabajado fuera del hogar y que inauguran esta experiencia cuando se va el marido al otro lado, se insertan en jornadas discontinuas, buscan trabajo remunerado cuando las remesas del esposo no llegan, se retrasan o son insuficientes, para pagar alguna deuda o encargarse de la parcela. Se valoran a sí mismas como mujeres trabajadoras que contribuyen a la economía familiar, aunque siempre en actividades muy acotadas al rol femenino: la venta de productos de belleza y cocina por catálogo, empleadas de costura en maquiladoras, coser, tejer, bordar servilletas y trabajo agrícola. Otro grupo son las mujeres que conforme van creciendo los hijos retornan a la actividad laboral, cuando los esposos emigran y prolongan sus estancias en el vecino país pero las remesas son insuficientes se involucran en actividades que les permiten atender las actividades domésticas y el cuidado de los hijos, tales como servicio doméstico, lavar y planchar ropa, limpieza de casas, venta de ropa y productos; mujeres que defienden su derecho y deber de trabajar ante los demás, y que destinan casi la totalidad de sus ingresos al presupuesto familiar. Hay mujeres cuya trayectoria laboral se desarrolla a partir de la emigración del esposo, se trata de quienes tienen de 35 a 50 años, siempre han realizado trabajo remunerado o dejaron de hacerlo al hacerse madres, por lo común es un proyecto acordado y consensuado con la pareja y que lo retoman cuando el esposo se va. El último grupo es el de las mujeres que tuvieron que retirarse del trabajo remunerado e interrumpirlo cuando el marido se fue, jóvenes cautivas en las tareas maternas y con poca experiencia laboral previa, se desempeñaban como jornaleras o peones agrícolas, empleadas en comercios, instructoras educativas o vendedoras.

Es un hecho que la emigración internacional declinó radicalmente desde 2006, el subsidio de oferta laboral de mexicanos a la economía del país vecino se afectó con la contracción económica estadunidense y el desplome de su industria de la construcción, por el endurecimiento de su política hacia los inmigrantes indocumentados y por las deportaciones (más de un millón en la administración de Obama). Además están los costos del cruce indocumentado, el aumento de controles fronterizos, así como los riesgos y las condiciones de inseguridad en las zonas fronterizas (René Zenteno, Saldo migratorio nulo: el retorno y la política anti-inmigrante, en Coyuntura Demográfica, No. 2, julio 2012, pp. 17-21).

Las recientes iniciativas de legisladores republicanos que pretenden detener el flujo sur-norte reforzando la frontera con 700 millas más de barda y 41 mil efectivos en la Patrulla Fronteriza, además de drones (aviones sin tripulación) vigilando desde los cielos de ambos territorios como si se tratara del nuevo Muro de Berlín, probablemente propiciarán estancias más largas de los que están allá, quienes dejarán de venir para lograr el estatus de inmigrante que la reforma exige y se mantendrán separados de sus esposas/os, hijos y familiares, otros muchos serán deportados. Buen paquete para la nueva administración de México: ¿cómo apoyarán la economía de las familias que se quedaron acá o cuyos trabajadores retornaron? ¿Qué se ofrece a los niños que nacieron allá y están de regreso? ¿Qué alternativas hay para mujeres que se quedaron sin familiares y con una economía muy precaria? “Toda una vida sola… –relata una mujer guanajuatense– Primero se fue mi padre, ahora mi esposo y luego mis hijos”.

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