6/28/2013

H3A: los tropiezos de Horacio Franco


Jazz

Antonio Malacara


Hace apenas un año que Abraham Barrera decidió dedicarse exclusivamente a sus proyectos personales y el maestro ha finiquitado ya la grabación de tres discos compactos. Uno es a piano solo, rediseñando las canciones de Agustín Lara mediante conceptos polifónicos, semiseriales, donde el riesgo y la disonancia nos muestran nuevos ángulos del larismo. El segundo es un complicado esquema de trío con la batería de Antonio Sánchez, el contrabajo de Aarón Cruz y el piano y los temas de Abraham.

Para el tercero, en formato de cuarteto, Barrera invitó a una de las figuras centrales de la música clásica en este país, al flautista Horacio Franco, personaje sui generis de enorme popularidad, hábil, exi-toso, carismático, con una poderosa musicalidad –manifiesta e incuestionable– en los terrenos de la música académica en general y del barroco en particular. Pero el jazz es otra cosa.

El disco en cuestión es complementado por Adrián Oropeza en la batería y Aarón Cruz al contrabajo. Se titula H3A, me imagino, porque lo conforman una molécula de Horacio y tres moléculas de Arte –Aarón, Abraham, Adrián– (aunque en todo caso, dirían los químicos, debiera haber sido A3H). Pero pasemos a los datos duros.
Esta es la primera ocasión en que Horacio incursiona en las espirales del jazz. Adrián y Horacio se conocen y deciden jazzear juntos. Adrián recurre a Abraham para involucrarlo en el proyecto y el pianista compone siete de los ocho temas aquí incluidos pensando en Horacio, en su técnica y en sus flautas de pico. Los temas son compuestos para piano, pero dos semanas antes de entrar al estudio Horacio convence a Abraham de que lo más convenientes es cambiar el piano por un clavecín, ya que el piano y la flauta de pico se repelen. Abraham pulsa entonces un clavecín por primera vez en la vida y se funde en él durante esas dos semanas.

Finalmente, llaman a Aarón para sustentar y proteger las plataformas.

A diferencia de lo que muchos hubiéramos esperado, el disco es una extraña mezcla de timbres y ambiciones que, después de un exitoso y prometedor despegue, pierde ruta ante la inconsistencia del personaje central: la flauta. Lo hemos dicho en repetidas ocasiones: el más diestro y versado de los músicos académicos corre el riesgo de desbarrancarse si te atreves a quitarle la partitura de enfrente.

Horacio Franco no sólo da, uno tras otro, innumerables traspiés a lo largo de sus improvisaciones, sino que llega al colmo de desafinar olímpicamente no una, sino varias veces. Sus intervenciones están además saturadas, sobrecargas de notas, en un galimatías que confunde la intensidad jazzística con el embrollo y el hacinamiento.

Por supuesto que hay momentos de gran altura –fal-taba más–. Las estructuras armónicas utilizadas por Abraham Barrera parecen estar concebidas para que Franco pueda incorporar su aliento y su técnica. En Franco, la segunda pieza del disco, el clavecín recurre a su timbre de laúd y pareciera una jarana o una guitarra quinta que, festiva y brillante, introduce al son huasteco que deviene samba. Aquí la flauta y el contrabajo encuentran buenos momentos.

Pero hablando del contrabajo en sí, déjenme decirles que en Primeros latidos Aarón Cruz nos entrega uno de sus mejores momentos, un ejemplo inmejorable de cómo un músico de jazz puede recurrir a la abundancia de columnas y a la intensidad para lanzarlas al aire sin perder un solo instante ni la elegancia ni la sutileza del discurso.

El piano de Abraham Barrera no desaparece del todo; en temas como Danilo se puede percibir a plenitud la depurada gramática del maestro. El clavecín tiene también buenos momentos, como el intro de Por amor; pero en otros segmentos, su presencia –la del clavecín– pareciera impuesta con calzador.

En H3A convergen el barroco, la Italia renacentista, el clasicismo, el impresionismo, el huapango y el samba (el samba); todos flirtean entre sí, y en ocasiones hasta se ponen de acuerdo. Las buenas lenguas dicen que han seguido ensayando para la presentación oficial del disco, que se llevará a cabo este viernes 28 de junio en el Lunario del Auditorio Nacional. Ojalá que las cosas mejoren.

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