Tres
feministas dieron sus puntos de vista a COMUNICAR IGUALDAD sobre lo que
estaría pasando en Brasil. Si bien el país habría avanzado mucho en los
últimos diez años de gobierno del Partido de los Trabajadores, hay
vicios de gestión política que deberían modificarse -básicamente la
corrupción y los acuerdos de capitales que no benefician a la gente-
pero también faltaría dar unas cuantas vueltas de tuerca más para
profundizar la democracia, como un mayor participación ciudadana y una
ampliación de los derechos civiles. En las manifestaciones aparecieron
entre los reclamos las amenazas de restricciones de derechos para las
mujeres y las personas homosexuales a partir de diferentes proyectos de
ley con actualidad parlamentaria.
COMUNICAR IGUALDAD- “Aun no sabemos exactamente qué está ocurriendo. Las demandas de la población comenzaron debido al aumento de las tarifas
de los ómnibus. El transporte es público pero está cedido en concesión
a las empresas privadas hace muchos años y los empresarios aumentan la
tarifa cuando quieren. El pueblo comenzó entonces a reclamar a partir
del pedido del ‘pase libre’ de los estudiantes, pero la movilización
alcanzó niveles sorprendentes tanto en las capitales de los estados
como en las ciudades más pequeñas. Y a partir de ahí comenzaron a
escucharse demandas por los servicios públicos de calidad en general:
salud, educación y seguridad.” Clair Castilhos –secretaria
ejecutiva de la Red Nacional Feminista de Salud, Derechos Sexuales y
Derechos Reproductivos de Brasil- tiene el mismo desconcierto frente a lo que sucede en su país que buena parte de las y los analistas políticos de Brasil.
La gente comenzó a salir a la calle en San Pablo el 6 de junio, en
principio quejándose por el aumento del boleto de transporte, y dos
semanas después las manifestaciones no paran en gran parte del país a
la vez que los reclamos se amplifican hacia una mejora de los servicios públicos pero también hacia la ampliación de derechos,
y aquello que fue originalmente una manifestación popular espontánea
hoy está cruzada por pancartas políticas pero también por sectores
extremistas que estarían tratando de aprovechar la tajada para atacar a
un gobierno de extracción popular: el Partido de los Trabajadores (PT)
de Brasil está al frente del Poder Ejecutivo desde hace diez años. Algo
en lo que habría coincidencia en el análisis es que lo que se logró en
los últimos diez años en Brasil en términos de mejora de la situación
de las personas más desfavorecidas, y crecimiento de la clase media, debería profundizarse con una mayor participación ciudadana, ampliación de derechos civiles y depuración de la clase política.
“En Brasil es necesario
que se profundicen los mecanismos para la participación democrática de
la población, como la reforma política, para que todas las personas
puedan fiscalizar el uso de los recursos públicos
–señala Telia Negrao, coordinadora del Proyecto Monitoreo de la CEDAW,
de la Red Nacional Feminista de Salud, Derechos Sexuales y Derechos
Reproductivos-. Por otro lado, hay un enorme descontento en
relación al papel de la clase política en todos los niveles. La
despolitización en general de la población lleva a la elección de
representantes tradicionales, vinculados a las iglesias y a los grandes
capitales, que negocian sus votos en el Parlamento. Y
desafortunadamente el actual gobierno no resistió los embates de estos
sectores conservadores, que minan los derechos humanos de las mujeres y
todo avance social. La falta de legitimidad de los actuales partidos
políticos de izquierda y derecha, por estar envueltos en situaciones de
corrupción e intereses creados, lleva a que ocurran manifestaciones
populares sin mucha dirección. Yo estoy participando de las
manifestaciones y lo que veo es que esta movilización no llevará a
mucho a menos que se defina una agenda política.”
Para
Rita Segato –antropóloga argentina que vive hace muchísimos años en
Brasil- aparecería un riesgo en la posibilidad de utilización de esta
movilización. “Entre quienes manifiestan está la gente del
Movimiento del Pase Libre, pero también hay otra gente que de repente
es llamada a percibir todo lo que debería tener en términos de derechos
y servicios y no tiene, y también hay otros sectores que quieren
arrebatarle el gobierno al PT y que saben que no podrán hacerlo
fácilmente por medio de elecciones porque el PT administró bien o, por
lo menos, mejor que nadie hasta el momento –explica desde Brasil-.
Este pequeño grupo se lanzó a las calles la semana pasada, ayudado por
sectores de las fuerzas de seguridad, y los sectores auténticos, que
reivindican causas críticas, se dieron cuenta de la presencia y de la
peligrosidad de estos elementos extraños en su comportamiento, en su
corporalidad y en sus consignas dentro de la marcha y se dividieron en
dos frente a lo que perciben como golpismo (el “Fuera Dilma”, que no es la meta del movimiento de forma alguna):
una parte llamó a replegarse y otra a continuar. Y la Red Globo, hace
equilibrio, está insegura, se mantiene expectante, no quiere elegir
lado todavía por ninguno de los dos bandos.”
Un detonante del malestar popular que apareció fuerte en los
reclamos fueron también los gastos millonarios que debería hacer el
Estado, por imposición de la Federación Internacional de Futbol y del
Comité Olímpico, para preparar las instalaciones del país con vistas al
Mundial de Futbol del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016. E hilando
aún más fino, los reclamos se expanden, en el terreno económico, a
megaproyectos inmobiliarios impuestos a los gobiernos por grandes
empresas constructoras como contrapartida de su apoyo electoral y la
avanzada de los sectores ruralistas que así como antes impidieron la
reforma agraria ahora se oponen a la demarcación de los territorios de
los pueblos indígenas.
En términos de derechos civiles, tanto Negrao como Castilhos y la
Articulación de Mujeres Brasileras (AMB), señalan también los avances
fundamentalistas en el Congreso –como parte de los acuerdos
parlamentarios que mencionaba Castilhos entre las iglesias
conservadoras y otros sectores- que están promoviendo un Estatuto del
No Nacido –de tal forma de frenar cualquier apertura hacia la
despenalización del aborto- y un subsidio para las mujeres víctimas de
violación; y otro proyecto que promueve tratamientos psicológicos a las
personas homosexuales para “curarlas”. “Estamos sufriendo una
opresión fundamentalista, dirigida por las bancadas evangélicas,
católicas, espiritistas y conservadoras en general, que están aprobando
estos proyectos de ley en las comisiones del Parlamento –señala Castilhos-. Se está transformando el Congreso nacional en un tribunal de la inquisición.”
El problema que dio inicio a las manifestaciones, el transporte público, también tiene aristas que afectan particularmente a sectores vulnerables como las mujeres.
No se trata sólo de un servicio caro sino también malo: quienes
conducen en muchas ciudades aún siguen desempeñando el doble rol de
estar al frente del vehículo y cobrar el pasaje, y el servicio tiene
tantas deficiencias que surgieron medios de transporte “alternativos”,
controlados por las mismas empresas que regentean el “transporte
oficial” –en connivencia con las autoridades municipales- y que no
tienen ningún tipo de control del Estado. Esto hace que estos medios,
utilizados por las personas para agilizar la enorme cantidad de horas
que invierten cada día en viajar, estén mucho más expuestos a los robos
de parte de cuadrillas organizadas y quienes viajan en ellos a los
abusos sexuales, un riesgo que corren particularmente las mujeres.
En este sentido, un caso que dio la vuelta al mundo en marzo de este
año, fue el de una turista que fue víctima de violación por parte de
dos hombres en un bus en Río de Janeiro durante la madrugada.
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