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El productor de frijol Manuel Alvarado integra el mayoritario grupo de
agricultores de México que considera innecesario la introducción de
variedades de la leguminosa genéticamente modificadas, que impulsa el
gobierno.
“En rendimiento no hay un estudio que demuestre que es superior a
los híbridos o las semillas regionales. La gente no sabe todavía qué es
un producto transgénico, ni los efectos que provoca, pero algunas cosas
que se conocen no son buenas”, dijo Alvarado, quien encabeza Enlaces al Campo en la ciudad de Fresnillo, en el norteño estado de Zacatecas.
“Hemos
perfeccionado paquetes tecnológicos sobre cómo se prepara la tierra,
qué semilla usar, qué fertilizantes aplicar. A mediano plazo, buscamos
migrar a fertilizantes orgánicos, todo eso lo echaría por tierra la
imposición transgénica”: Manuel Alvarado.
Entre los problemas que pudieran ocasionar estos organismos
genéticamente modificados (OGM), el también revendedor al por mayor del
grano recordó a Tierramérica que “se habla que los transgénicos van a
contaminar a los criollos y los híbridos y las semillas de las primeras
tienen mayor capacidad de germinación que las transgénicas”.
El frijol enfrenta en México un contexto de sobreproducción, precios
bajos e importaciones crecientes, en un país donde hay 300.000
productores de la leguminosa, la mitad de ellos de pequeña escala.
Alvarado ha recogido entre 12 y16 toneladas por hectárea de 10
variedades criollas de frijol en una extensión de 15 hectáreas. Además,
ha probado 28 híbridos de maíz de 10 marcas comerciales y ha obtenido
hasta 15 toneladas por hectárea en una superficie de 14 hectáreas.
En 2013, en México se cultivaron 1,83 millones de hectáreas de
frijol, con una producción de 1,28 millones de toneladas y un
rendimiento de 1,79 toneladas por hectárea, según datos del
independiente Observatorio de Precios.
Los norteños estados de Zacatecas Durango y Chihuahua son sus principales productores.
La plantación de OGM en México está dando un giro, para dejar de
concentrarse en el cultivo de maíz y soja, después que en 2013 varios
amparos legales congelaron su siembra. La ofensiva del gobierno
mexicano y de la industria se amplía ahora al frijol y al trigo, entre
otros.
El estatal Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap) presentó el 22 de abril ante el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) una solicitud
para el cultivo experimental de frijol (Phaseolus vulgaris L.)
transgénico en 0,12 hectáreas en el central estado de Guanajuato.
Esa petición se basa en la investigación “Resistencia al
Colletotrichum lindemuthianum en frijol común transgénico, expresando
el gen defensina de Arabidopsis thaliana”, financiada por el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología y la Secretaría (ministerio) de Agricultura y cuyos resultados se publicaron en 2013 en la Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas.
Los cinco autores, expertos del Inifap, generaron
20 plantas transgénicas de frijol a partir de cinco líneas
independientes que mostraron resistencia a dos razas del hongo patógeno
Colletotrichum lindemuthianum, causante de la antracnosis. Eso no lo
hacen las plantas sin transformación genética
Esa plaga, junto con la roya, la mancha angular de la hoja y la
pudrición de las raíces, afectan al frijol, del cual hay unas 70
variedades en México.
Silvia Ribeiro, directora para América Latina del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología, Concentración,
criticó como un nuevo “truco” que se recurra a los fondos públicos para
promover esas investigaciones y así apoderarse de los cultivos que
sostienen la alimentación.
“El uso de recursos públicos para desarrollarlos aumenta la
dependencia técnica, lo adecuado sería dedicar esos fondos a apoyar la
gran sabiduría que existe en el manejo campesino de frijol, además de
promover más el manejo preventivo y del agrosistema”, planteó a
Tierramérica.
El Senasica ha recibido este año cuatro solicitudes de siembra
experimental y piloto de maíz transgénico para 10 hectáreas en los
estados noroccidentales de Sonora y Sinaloa por parte de la compañía
estadounidense Pioneer. Otras cuatro piloto para algodón provinieron de
la también estadounidense Monsanto, para 85.000 hectáreas en distintos
estados.
Además, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo
presentó cinco solicitudes de plantación experimental de trigo para
media hectárea en el estado central de Morelos, contiguo a Ciudad de
México.
En 2013, el Senasica recibió 58 solicitudes de cultivo transgénico
experimental, piloto y comercial de maíz en un total de más de cinco
millones de hectáreas, que realizaron las corporaciones Monsanto,
Pioneer, la suiza Syngenta y la estadounidense Dow Agrosciences.
Adicionalmente, se registraron 29 de siembra experimental, piloto y
comercial de algodón por más de 700.000 hectáreas de Monsanto y la
alemana Bayer. Esta firma también requirió tres permisos de plantación
experimental de soja sobre 45 hectáreas en los sudorientales estados de
Campeche, Quintana Roo, Yucatán y el sureño territorio de Chiapas.
Por su parte, la estadounidense Forage Genetics pidió el aval para
la plantación experimental de alfalfa sobre 0,38 hectáreas en el
norteño estado de Coahuila.
“Quieren desplazar el foco del debate sobre que solo las empresas
presentan solicitudes y demostrar que hay capacidad para la
investigación nacional”, señaló a Tierramérica la coordinadora del
programa Sistemas Alimentarios Sustentables del no gubernamental Grupo de Estudios Ambientales, Catherine Marielle.
En julio del año pasado, 53 particulares y 20 organizaciones de la
sociedad civil interpusieron un amparo colectivo en contra de las
solicitudes de cultivo de maíz transgénico y en septiembre siguiente un
juez federal les concedió la suspensión cautelar de cualquier
autorización para su siembra.
Las secretarías de Agricultura y de Ambiente y las empresas
afectadas presentaron más de 70 impugnaciones al dictamen, pero el caso
“tomará tiempo”, según fuentes del tribunal.
Además, desde marzo organizaciones de apicultores y comunidades
indígenas han ganado otros dos amparos provisionales contra la cosecha
comercial de soja transgénica en Campeche y Yucatán.
En junio de 2012, la Secretaría de Agricultura avaló a Monsanto para
la plantación comercial de soja transgénica sobre un área de 253.000
hectáreas en siete estados mexicanos, entre ellos Campeche.
“Hemos perfeccionado paquetes tecnológicos sobre cómo se prepara la
tierra, qué semilla usar, qué fertilizantes aplicar. A mediano plazo,
buscamos migrar a fertilizantes orgánicos, todo eso lo echaría por
tierra la imposición transgénica”, resaltó el productor Alvarado.
Actualmente, un productor vende el kilogramo de frijol entre 30 y 45
centavos de dólar. Con un subsidio estatal de monto similar, los
cultivadores recuperan los costos de producción.
Para Alvarado, los cosechadores pueden competir con las
importaciones estadounidenses “si nos organizamos en las zonas
productoras y el Estado acopia, tiene línea de crédito para los
productores y se da valor agregado” a la leguminosa.
Aunque se comercializan desde mediados de los años 90, casi toda la
producción de OGM se concentra en 10 países: Estados Unidos, Brasil,
Argentina, Canadá, India, China, Paraguay, Sudáfrica, Pakistán y
Uruguay, por ese orden.
Casi todos los cultivos transgénicos se destinan a forraje para
pecuaria industrial, pero México pretende que los cultivos de maíz al
menos entren en la cadena alimenticia humana.
El gobierno respalda los OGM, explican funcionarios del sector,
porque ayudarán a enfrentar a mediano y largo plazo los efectos
climáticos sobre la producción de alimentos y garantizar así la
seguridad alimentaria.
“México no necesita transgénicos. El país nunca produjo tanto maíz
como ahora. Además, con transgénicos no puede haber bioseguridad, ellos
traen la erosión genética”, porque la contaminación de los cultivos
convencionales es inevitable, aseguró la especialista Ribeiro.
Artículo publicado por la red latinoamericana de diarios Tierramérica.
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