La
indignación por el crimen de Estado cometido en Iguala contra 46 y más
estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, han impulsado un nuevo
ciclo de lucha que como pocos ha llenados las calles, generado diversos
y creativos tipos de expresión popular y desencadenado múltiples formas
de organización sectorial y territorial que buscan no solo justicia en
el crimen contra los normalistas si no construir otra etapa en la vida
del país.
La expresión popular ha dado la disputa narrativa al
Estado y sus cómplices en los medios de comunicación, ha señalado
culpabilidades – individuales, institucionales y estructurales – ha
denunciado la emergencia nacional y ha puesto sobre la mesa la
necesidad de pensar en cambios estructurales que modifiquen el modelo
de nación, su pacto social y la posibilidad de una nueva
constitucionalidad.
El salto de lo especifico, -expresado en
las exigencias de justicia para Ayotzinapa-, a una lucha por el cambio
de régimen, -que evolucionó de “Fue el Estado” a “Fuera Peña” y “que se
vayan todos”-, refleja la necesidad de que las etapas venideras de
movilización social conjuguen las miradas de corto con las de largo
plazo. Se requiere proponernos todos continuar la lucha por resolver el
caso Iguala, al tiempo que no se deje de mirar la agenda de emergencia
del país y se fortalecen las plataformas de lucha estructural y
transformación social que avanzan por diversos llamados a construir
nuevos espacios para ese fin.
Ninguna propuesta de cambio
estructural, por solida que sea, amerita el debilitamiento de la lucha
por la justicia para los normalistas, sus familias y la sociedad
entera. Por el contrario, las demandas de aparición por vida y contra
la impunidad corresponden a toda la sociedad que ha mostrado, hasta
ah
ora, gran capa de articulación en la acción.
Tras la gran
farsa que significa la “verdad histórica” dada a conocer por el
Gobierno Federal los principales retos de la lucha son
1) profundizar
dicha disputa por la interpretación de los hechos,
2) encontrar las
maneras de continuar la movilización y organización social y
3)
intensificar la denuncia internacional.
Una manera de
continuar con la lucha por justicia para Ayotzinapa sería identificando
cuales son los ejes programáticos directamente asociados al caso y que
pueden dar cabida y claridad a la movilización de los amplios sectores
de la sociedad conmovidos e indignados. Entre las condiciones que
debieran cumplir dichos ejes programáticos están la de ser aceptados
por los padres de familia y la de ser susceptibles de reivindicarse
mediante muy diversas formas de lucha y en el marco de las distintas
perspectivas de transformación estructural.
Entre los ejes que pudieran significar dicha renovación programática directamente asociada al caso de Iguala están:
1) La aparición con vida de los 42 estudiantes desaparecidos
2) El establecimiento de una comisión de la verdad
3) Alto a la guerra y modificación de la estrategia de seguridad
4) Investigación de los vínculos financieros del crimen organizado con los funcionarios y actores políticos de todos los niveles
5) Saneamiento y rediseño integral del sistema de justicia
6) Rescate y fortalecimiento del sistema de educación normal de todo el país
Asumir
estos u otros ejes de lucha, que pudieran conformar un pliego
petitorio, no implica dejar de dar la lucha por cambios estructurales,
sin embargo, por ahora está claro que estas perspectivas avanzan por
diversos canales y con distintos actores en su reivindicación. Si bien
es cierto que hay que insistir en la construcción de procesos de
articulación en torno a una propuesta de cambio radical, también lo es
que la solución del caso Iguala no puede quedar pendiente en función de
dichos procesos.
Luego. El nivel de agresión del Estado hacia
los sectores populares, hace que multipliquen los frente, las luchas y
las perspectivas de transformación.
Entre los temas que conforman la
emergencia se encuentran:
1) La libertad de los presos políticos de la
tribu Yaqui, Fernando Jiménez y Mario Luna, así como detener de manera
inmediata y definitiva la construcción y operación del Acueducto
Independencia que los despoja del agua que les corresponde.
2) La
reversión de la reforma energética necesaria, ahora también, por el
contexto internacional de caída de los precios y baja de la producción.
3) La lucha lo mejor coordinada posible, contra los proyectos de saqueo
y despojo ambiental.
4)La liberación de todos los presos políticos del
país entre los que se encuentras Nestora Salgado, Hipolito Mora, José
Manuel Mireles, y muchos otros, resaltando los 46 casos del estado de
Puebla.
5) Combatir la configuración de marcos legales que faciliten la
represión y criminalicen la protesta social como de manera alarmante ha
sucedido en el Distrito Federal. Entre otros temas.
En otra
perspectiva, más allá de la electoral, y además de las que en los
hechos construyen las propuestas autonómicas fundamentalmente de los
pueblos indios, se configuran plataformas que reconocen a situación del
país, no cambiará de fondo hasta que nos e modifiquen sus estructuras
políticas y administrativas. Entre ellas se encuentran los acuerdos
hacia la transformación social generados en la Convención Nacional
Popular, la propuestas de constituyente ciudadana planteada por el
Obispo Raúl Vera –que tiene como proceso previo la sentencia del
Tribunal Permanente de los Pueblos y como esencia o el proceso de
construcción de un nuevo proyecto de nación impulsado por Cuauhtémoc
Cárdenas, basado en los múltiples esfuerzos de elaboración programática
(Un México para todos), y en la pregunta urgente de ¿Hacia donde se
quiere reconstruir el país?.
Para enfrentar la siguiente etapa
de movilización y organización con base en estas u otras agendas y/o
plataformas, habría que considerar que las diversas estrategias de
lucha no son mutuamente excluyentes y que lo urgente es avanzar por
todos aquellos resquicios, aún abiertos, para contener y revertir el
avance de las derechas. Se trata, en todo caso, de hacerlo con ética
implacable y con la tarea de construir consensos y procesos sociales
amplios. Ninguna reconstrucción de la izquierda avanzará si no se
logran colocar en el escenario los debates y las disputas necesarias
sobre la cultura política y sobre los códigos de relacionamiento que lo
haga posible.
Si algo ha descalificado el neoliberalismo es
las diversas nociones de “lo publico”. A nombre de dicha
descalificación no solo se han entregado las diversas áreas de
desarrollo nacional a los actores del mercado si no que se ha
estigmatizado a los grupos sociales que lo representan, como lo son los
maestros, los normalistas, los indígenas, principalmente. Disputar la
cultura política, entonces, puede pasar por reubicar dicha noción en
las diversas dimensiones de la vida: la social, la comunitaria, y la
institucional. Su transversalidad, más que hacer excluyente las formas
de lucha, las puede hacer converger con base en la democracia, la
solidaridad y el anti – autoritarismo.
En fin. La manera como
las autoridades han pretendido cerrar el caso Iguala tiene un tufo a
misterio y thriller que parecieran querer sembrar el miedo e
inmovilidad entre la población. Ni se puede ceder ante ese miedo ni se
puede asumir que el destino manifiesto de nuestro país está ligado a la
corrupción y degradación endémica arraigada en la mayoría de sectas que
acaparan los cargos políticos. Por el contrario, hay que insistir en
que la potencia popular, expresada en múltiples organizaciones
comunitarias que defienden su hábitat, sus derechos y sus identidades,
la riqueza de bienes naturales, la sabiduría ancestral de los pueblos
indios y las múltiples historias de luchas populares, brinda todos los
elementos para pensar en una sociedad armónica e igualitaria.
Dicha
certeza tiene que promoverse incorporando a los más en las luchas por
la justicia y en las discusiones de proyecto de país, desencadenando
múltiples espacios de dialogo donde se abra el debate político y se
generalice la convicción no solo de la necesidad de cambios radicales
si no de su viabilidad. El reto es ser estratégicos como para utilizar
todas las formas de lucha – éticas y antiautoritarias- que puedan
cerrar el paso a las derechas, potenciar las viabilidades y mantener
los principios de realidad, al mismo tiempo que arriesgados para
construir un nuevo proyecto societal basado en la libertad, la
democracia y la solidaridad.
Por lo pronto: ¡Vivos los queremos!
Víctor García Zapata. Miembro de la Fundación para la Democracia. / victorgarciazapata@yahoo.com
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