Lucía Rivera Ferreiro*
El
pasado 8 de abril Sylvia Schmelkes, consejera presidenta del Instituto
Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), con motivo de la
presentación del informe 2015 Los docentes en México en el
Senado, dijo que más de 60 por ciento de los egresados de las escuelas
normales del país que presentaron el examen de ingreso a la carrera
docente carecen del perfil idóneo para ser maestros; señaló también que
existe desconexión entre dicho perfil y la formación inicial, de manera
que los alumnos no están siendo adecuadamente formados para ejercer la
docencia.
Estas declaraciones no pasarían de ser una mera anécdota de no ser
porque proceden ni más ni menos que del organismo encargado de la
evaluación de los profesores, el mismo que apenas en febrero de este
año planteó que los maestros, en particular los de Oaxaca, Guerrero y
Michoacán, se resisten a ser evaluados porque están desinformados, al
tiempo que aprovechó la ocasión para demandar que se apliquen las
sanciones correspondientes a quienes se resistan a ser evaluados (www.jornada.unam.mx/2015/02/ 14/sociedad/034n1soc.)
La gravedad de estas declaraciones, en tanto abonan aún más al
descontento e incertidumbre magisterial, obliga a plantear un conjunto
de señalamientos en torno a la formación de los docentes que por ley es
obligación del Estado a través de la SEP, pero que el INEE parece
deslizar como responsabilidad directa de los docentes.
No se necesitan sofisticados y costosos estudios para saber que el
nuevo perfil docente está desconectado de la formación, se trata de una
obviedad, cuestión de sentido común. La razón principal de esta
desconexión radica en que a lo largo de los casi 30 años de reformas a
la educación básica, se han priorizado los cambios que permiten el
lucimiento político a corto plazo, dejando para después, si es que se
atiende, la formación de los maestros; ésta siempre ha ido a la saga de
los cambios de planes, programas, libros de texto, cambios de enfoques
pedagógicos. La actual reforma no es la excepción; tanto el gobierno
actual, como los legisladores y la misma SEP, prefirieron proponer y
aprobar, por cierto de manera desaseada, apresurada y poco rigurosa, un
Servicio Profesional Docente (SPD) esencialmente punitivo, en lugar de
utilizar los recursos y concentrar los esfuerzos en la selección y
formación inicial de profesores.
En cuanto a la formación continua de los maestros en servicio,
gracias también al SPD, ésta ha quedado reducida a una mera
regularización, esto significa que los profesores se verán obligados a
tomar cursos sobre temas o áreas en las que, según los resultados
obtenidos en la evaluación, hayan mostrado
debilidades; esto nada tiene que ver con la formación, mucho menos con la profesionalización. Al tratar a los profesores igual que a los alumnos que reprueban materias, el sistema educativo les envía un mensaje demoledor: no confía en ellos.
Los
sistemas educativos más avanzados y con mejores resultados en el mundo,
como el finlandés o el cubano, no se la pasan evaluando a los docentes
constantemente, tampoco los someten a una rendición de cuentas con
consecuencias laborales como reubicaciones, o tutelajes
eufemísticamente llamados tutorías, ni regularizaciones impuestas; los
seleccionan y forman rigurosamente, para luego depositar su confianza
en ellos. Pero en nuestro caso, se pretende contar con profesores
idóneoscuando la formación inicial y permanente de los maestros no ha sido consistente, oportuna y debidamente atendida. Apenas hace tres años, el entonces subsecretario de Educación Superior de la Secretaría de Educación Pública (SEP), doctor Rodolfo Tuirán, en su informe La educación superior en México: avances, rezagos y retos, reconoció que las escuelas normales se encontraban en un rezago educativo en materia presupuestal, infraestructura, especialización y actualización continua de su profesorado, dando lugar a un cambio curricular en las normales bastante accidentado, pero esa es otra historia.
Regresando a las declaraciones del INEE, el mensaje hacia los
maestros es negativo y desalentador, se advierte además cierto
prejuicio hacia los evaluados, los
no idóneos, que son casi todos, según el INEE. Igual que en el sistema de (in)justicia, la máxima que rige es, al parecer, la siguiente: los maestros
son burros hasta que demuestren lo contrario.
Las tensiones que ha generado esta reforma son muchas y amenazan con
ir en aumento. Vienen en camino varias y muy importantes medidas, cuyas
repercusiones desconocemos: nuevo modelo educativo, aplicación de la
prueba PLANEA a los alumnos, más evaluaciones de ingreso y permanencia
a los docentes y un nuevo esquema de estímulos al desempeño; de manera
un tanto chusca mas no por eso menos dramática, los docentes comentan
entre sí que el programa Carrera Magisterial será sustituido por el de
corredera magisterial.
Se equivoca el INEE al considerar que el motivo del rechazo a la
evaluación es la falta de información, subestima a los maestros cuando
afirma que las resistencias se localizan en unas cuantas entidades. El
asunto es bastante más complejo, y con las medidas por venir, cabe
esperar que ese rechazo se extienda y profundice todavía más.
*Profesora e investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional Ajusco
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